El tiempo en el psiquiátrico ya no era tiempo, era repetición. Voces, luces, imágenes impuestas… pero nada lograba hundir a Julián. Cada recuerdo falso que intentaban grabar en su mente era devorado por una claridad que nadie podía apagar.
Laura, Elías, Leo… ustedes son la única verdad.
Las voces le decían que había traicionado. Él respondía con calma:
—Yo conozco la textura de la risa de mis hijos, y ustedes no.
Las máquinas proyectaban escenas donde firmaba contratos con Adrián. Julián las miraba con serenidad y señalaba:
—Ese no soy yo. Mi mano tiembla cuando pienso en perderlos, no cuando firmo papeles.
Los doctores se desesperaban. Cada fracaso los volvía más crueles, pero Julián se volvía más fuerte.
El despertar de Laura
En la finca, Laura no podía dormir. Revisaba una y otra vez los documentos falsos. Una firma demasiado recta, una fecha imposible. Todo olía a mentira. Y en esa mentira estaba la mano de Adrián. Con voz quebrada reunió a Elías y Leo.
—Julián no nos dejó… fue secuestrado. Y el culpable es Adrián.
Elías, con lágrimas en los ojos, la abrazó.
—Mamá, entonces debemos encontrarlo.
Leo asintió con determinación.
—Él es nuestra verdadera familia.
Por primera vez desde la desaparición, Laura sintió que no estaba sola. Tenía a sus hijos… a los dos que le daban fuerzas.
Elian en las sombras
Desde la escalera, Elian observaba. Escuchó cada palabra, cada promesa. Y comprendió que lo habían dejado de lado.
Prefieren a Julián… incluso a mis hermanos lo eligen a él antes que a mí.
Su corazón se llenó de rabia. Cuando salió a la oscuridad, ya había tomado una decisión: se uniría más que nunca a Adrián, aunque eso significara herir a su propia madre.
El enfrentamiento invisible
Mientras Laura y los niños planeaban cómo iniciar la búsqueda, Adrián se reunía con Elian.
—Necesito que sigas dentro de esa casa. Observa, escucha y dame lo que necesito.
Elian bajó la cabeza, ocultando la furia en sus ojos.
—Haré lo que sea.
Adrián sonrió satisfecho.
—Entonces, hijo, la familia será nuestra.
La promesa de Julián
En la celda, Julián se arrodilló, apoyando las manos en el suelo frío. Cerró los ojos y respiró profundo. Sintió como si la luz de su alma se expandiera más allá de esas paredes.
No podrán conmigo. No podrán con lo que soy.
En ese instante, en la finca, Laura encendió una vela junto a Elías y Leo.
—Te encontraremos, Julián.
Elías tomó la vela y añadió con inocencia:
—Papá, yo sé que me escuchas.
Y Julián, desde el otro lado del infierno, sonrió con lágrimas.
En el psiquiátrico, el director anuncia:
—Ha llegado la hora. Pasamos al protocolo final.
El rostro de Julián permanece sereno. En sus ojos, una llama más fuerte que nunca.
En la finca, Laura descubre bajo la puerta una carta sin remitente. La abre con manos temblorosas:
Si quieres ver a Julián con vida, ven sola. Esta es tu única oportunidad.
Elías y Leo la observan, comprendiendo demasiado tarde que el verdadero enemigo los estaba esperando.
¿Podrá Laura arriesgarlo todo para salvar a Julián, aun sabiendo que es una trampa de Adrián? ¿Y resistirá Julián el protocolo final que promete destruir hasta su último recuerdo?