El eco de la última noche aún pesaba en los corazones de todos. Julián, con el fuego de su determinación, y Laura, aún atrapada en las cadenas invisibles que Adrián le había impuesto, eran piezas centrales en un tablero donde cada movimiento parecía más letal que el anterior. Pero ahora, el destino ofrecía dos caminos, ambos igual de intensos, ambos cargados de consecuencias irreversibles.
Opción 1 – La Rebelión de Laura
Laura se encontraba en los aposentos que Adrián había dispuesto para ella. Vestía un traje perfecto, impecable, pero sus ojos reflejaban la derrota de los últimos meses. Había aprendido a sonreír ante las miradas de la aristocracia, a inclinar la cabeza como una esposa obediente, pero en su interior hervía un océano de ira y desesperación.
Elian, desde un rincón, la observaba con una mezcla de dolor y rabia contenida. El niño había comprendido que todo lo que alguna vez creyó protección por parte de su padre era, en realidad, manipulación. Y sin embargo, no lograba dejar de sentirse atrapado en esa telaraña.
Esa noche, Adrián la obligó a descender al salón principal, donde organizaba una cena para sus aliados. Los reflectores iluminaban la figura de Laura como si fuese una joya exhibida en vitrina, y Adrián, orgulloso, la mantenía a su lado. Pero algo cambió. Cuando Laura vio a sus hijos en un rincón, con los ojos cansados y las manos entrelazadas en un gesto de unidad, un fuego nuevo nació en su pecho.
—Basta —murmuró apenas, pero sus hijos lo escucharon.
Elías dio un paso al frente, su voz temblaba pero estaba cargada de decisión.
—Mamá tiene razón. No seguiremos fingiendo.
Adrián giró con furia, dispuesto a aplastarlos, pero Laura se interpuso, clavándole una mirada que nunca antes había usado contra él. Por primera vez, no había miedo en sus ojos.
—Puedes destruir mi cuerpo, Adrián, pero no podrás poseer mi alma ni la de mis hijos.
El silencio de los invitados fue absoluto. En ese instante, la rebelión había comenzado.
Opción 2 – El Juego Frío de Julián
Mientras tanto, en otra parte de la ciudad, Julián movía sus piezas con precisión quirúrgica. No era el hombre bondadoso de antaño, sino una figura implacable que se alzaba sobre ruinas y secretos. Cada aliado de Adrián que caía era un eslabón menos en la cadena que mantenía a Laura prisionera.
Ese mismo día, un noble que solía financiar las excentricidades de Adrián recibió una carta lacrada con el sello de la familia de Julián. El contenido era devastador: pruebas de corrupción, traiciones, crímenes ocultos. En cuestión de horas, su nombre quedó manchado en los círculos de poder.
Julián observaba cada movimiento con calma gélida, pero en su pecho ardía una sola verdad: rescatar a Laura y a los niños, cueste lo que cueste. Sin embargo, la frialdad que mostraba en público no era tan firme en privado. Esa noche, al estar con los trillizos, escuchó a Leo susurrar medio dormido:
—¿Volverá mamá pronto?
Julián apretó los puños, mirando al techo en silencio, con la promesa tatuada en el alma:
—Sí, volverá. Y yo mismo la traeré de regreso.
Elian, en secreto, escuchaba desde la puerta entreabierta. Por primera vez sintió que ese hombre, al que tanto había culpado, era en realidad el único capaz de romper el infierno en el que vivían.
El Inicio del Desenlace
La noche culminó con un hecho inesperado que sacudió ambas realidades. Laura, tras su acto de rebeldía, fue arrastrada por Adrián a los sótanos de la mansión. Allí, entre cadenas y sombras, le susurró con voz venenosa:
—Te arrepentirás de desafiarme.
Al mismo tiempo, Julián recibía una carta misteriosa en su escritorio. El sello no era otro que el de Elian.
Ella aún vive. Está más cerca de lo que crees. Pero si vienes por ella… alguien más debe caer primero.
Julián sintió un estremecimiento. No sabía si confiar, pero la caligrafía era clara, escrita con desesperación. En dos lugares distintos, Laura y Julián pronunciaron la misma palabra en silencio, como un eco que unía sus almas:
Resistir.
Y así, la guerra estaba lejos de terminar.