El mundo parecía un eco lejano. Julián escuchaba la voz de Asterion dentro de su mente como una aguja que perforaba la conciencia: metálica, hipnótica, persistente.
Protocolo A-13 reactivado. Objetivo: eliminar amenaza.
El cuerpo se movía solo, como una marioneta perfectamente afinada. Cada músculo, cada tendón, obedecía una orden que no era suya. Pero su mente, atrapada en una prisión invisible, gritaba.
No… Laura… no.
Las luces del salón parpadeaban.
Elian, Elías y Leo lo miraban aterrados.
Laura, de pie, con los ojos empañados, retrocedía lentamente.
—Julián… mírame —susurró ella—. Sé que puedes oírme.
Pero el hombre que amaba ya no estaba ahí.
Solo quedaba la sombra de su rostro, endurecido, helado, como si el alma hubiese sido reemplazada por un reflejo metálico.
Levantó la mano, y una corriente de energía azul se formó en su palma. Un sonido vibrante, casi eléctrico, llenó el aire. Elian se interpuso de inmediato.
—¡Papá, detente! ¡Soy yo!
Julián giró la cabeza hacia él. Por un instante, un destello dorado cruzó sus ojos y desapareció. La energía se liberó en una ráfaga. Elian fue lanzado hacia atrás, golpeando la pared. Laura corrió hacia su hijo, desesperada.
—¡No! ¡Por favor, no lo hagas, Julián!
Pero la voz interna seguía repitiendo:
Amenaza detectada. Eliminar. Eliminar.
Dentro de su mente
En el interior de su conciencia, Julián estaba de rodillas.bTodo era oscuridad. Frente a él, una pared de metal líquido reflejaba su propio rostro… pero distorsionado, fragmentado en mil pedazos.
—¿Qué… es esto? —jadeó.
Una figura emergió del reflejo. Era él mismo, pero con ojos de mercurio y una sonrisa vacía.
—Soy lo que quedó de ti —dijo su doble con voz hueca—. Fui creado para reemplazarte cuando dejaste de ser útil.
—No… —Julián negó, temblando—. Yo soy el original.
—Eras —respondió el otro—. Pero te hiciste débil. Te enamoraste, te volviste humano. Y Asterion no necesita humanos.
Julián apretó los puños.
—No voy a dejar que me controle otra vez.
Su reflejo sonrió.
—No tienes elección. Él te hizo.
Tus huesos le pertenecen, tu sangre responde a sus órdenes.
—Tal vez —susurró Julián—. Pero mi alma no.
La oscuridad comenzó a temblar. Un resplandor dorado surgió desde su pecho, extendiéndose lentamente.
—¿Qué es eso? —preguntó el reflejo, alarmado.
—La parte de mí que ni Asterion pudo fabricar —dijo Julián— Mi amor por Laura… y por mis hijos.
El reflejo gritó.bEl metal líquido empezó a derretirse. El mundo mental se quebró como un vidrio bajo presión. Pero del otro lado, la voz de Asterion resonó con una calma diabólica:
Eres un experimento, Julián. Si destruyes el control, tu cuerpo morirá.
Julián cerró los ojos.
—Prefiero morir siendo yo que vivir como tu creación.
En el mundo real
Laura sostenía a Elian mientras Elías y Leo intentaban protegerla con sus pequeños cuerpos. Julián avanzaba lentamente hacia ellos, con la mirada vacía. Su respiración era irregular. Una lágrima cayó de su ojo izquierdo sin que él lo notara. Laura la vio. Y supo que todavía quedaba algo de él allí.
—Julián —susurró con voz temblorosa—. Escúchame, por favor.
Esa voz en tu cabeza no eres tú.
Eres mío, ¿me oyes? Eres nuestro.
Elian se incorporó, con sangre en el labio.
—Papá, tú me prometiste que me protegerías… dijiste que nunca nos harías daño. ¡Recuérdalo!
Una chispa dorada atravesó los ojos de Julián. Sus manos temblaron. La energía que sostenía comenzó a disiparse.
Error en el protocolo A-13. Interferencia emocional detectada.
La voz de Asterion resonó en su mente como un trueno.
Elimina el vínculo o colapsarás.
—No… —gruñó Julián entre dientes—. No lo haré.
La luz azul se tornó blanca, luego dorada. El suelo tembló. Laura corrió hacia él, sin miedo.
—¡Julián!
Él la miró. Y por primera vez, la voz de Asterion se quebró. El sistema perdió el control.
La ruptura
Dentro de su mente, Julián veía cómo las cadenas metálicas se partían una por una. La figura de Asterion, un hombre de cabello blanco y ojos fríos, apareció frente a él.
—No puedes escapar de mí —dijo el doctor, sonriendo—. Eres mi obra maestra.
Eres la frontera entre la carne y la eternidad.
—No. —Julián lo enfrentó—. Soy lo que tú jamás tendrás: amor.
Asterion alzó su mano, pero fue demasiado tarde. La energía dorada lo consumió, borrando su imagen del plano mental. El control se rompió. Y Julián abrió los ojos en el mundo real.
Sus manos ya no brillaban. Solo temblaban.
Laura estaba frente a él, con lágrimas cayendo en silencio. Él la miró, confundido, débil, exhausto.
—Laura…
Ella lo abrazó con fuerza, hundiendo su rostro en su cuello.
—Te tengo. Ya está, amor. Ya está.
Elian, Elías y Leo los rodearon, abrazando a su padre. Por primera vez, la familia estaba completa otra vez. Horas más tarde, en un laboratorio subterráneo, las pantallas mostraban los registros del sistema A-13. Una alarma roja parpadeaba.
Protocolo desconectado. Sujeto perdido.
Frente a las pantallas, Asterion observaba impasible..En su mano sostenía un nuevo frasco con líquido plateado.
—Perfecto —susurró con una sonrisa fría—
El amor destruye, pero también crea.
Veremos cuánto tarda en corromperse.
Cerró el frasco, guardándolo en un maletín negro. Y agregó, casi como una plegaria perversa:
—Nos volveremos a ver, Julián… pero la próxima vez, serás tú quien me ruegue liberarte.
En el dormitorio, mientras todos dormían, Julián se despertó sobresaltado. Sintió algo arder bajo su piel, en el pecho. Se levantó, respirando con dificultad, y fue al espejo. Al abrir su camisa, vio una marca brillante que no estaba antes: una espiral plateada grabada sobre su corazón. Y en su mente, una voz apagada, casi un susurro, volvió a resonar: