La mansión donde Laura permanecía cautiva parecía suspenderse en un silencio cruel, como si incluso el viento temiera rozar las paredes y despertar al monstruo que reinaba dentro. Adrián dormía en la habitación contigua, respirando con esa arrogancia tranquila de quien se sabe dueño de todo lo que toca. Laura, en cambio, apenas podía cerrar los ojos. La libertad era un recuerdo lejano; la paz, una mentira rota.
Sin embargo, esa noche había sido distinta. El mensaje enviado..El reloj suena. Una frase que contenía toda su esperanza. Un susurro disfrazado de guerra.
Laura, sentada en el alféizar, abrazando sus propias rodillas, observaba la luna. Su pecho ardía de ansiedad, miedo y un amor que se negaba a morir. Julián. Su nombre seguía siendo una plegaria en sus labios, incluso si el mundo la había obligado a dudar.
Ella no sabía que, a kilómetros de distancia, él sostenía ese mensaje como si fuera su corazón.
No sabía que su luz estaba volviéndose un arma..No sabía que esta vez él no regresaba como el hombre dulce que conoció sino como el vengador silencioso que el infierno había moldeado.
LA PREPARACIÓN DEL CAZADOR
Julián extendió el mapa sobre la larga mesa de madera en el refugio. El lugar parecía un santuario improvisado de guerra: planos, fotografías satelitales, rutas posibles, horarios de patrullaje, perfiles psicológicos. A su lado, los trillizos observaban en silencio. Leo, con el ceño fruncido y los puños apretados; Elías, con el miedo brillando en sus ojos, pero también una chispa de esperanza; y Elian… quien parecía atrapado entre culpa y determinación.
—Esta no será una irrupción impulsiva —dijo Julián, su voz firme, cortando el aire—. No voy a perderla otra vez. No voy a perderlos a ustedes tampoco.
Elian tragó saliva.
—¿Crees que él… podría hacerle daño si sospecha algo?
Julián elevó la mirada. Esa pregunta no necesitaba respuesta..Todos sabían la verdad.
Adrián no amaba. Adrian poseía..Y aquello que siente que posee… siempre lo rompe antes de soltarlo.
—No habrá un segundo de margen —respondió Julián sin apartar la mirada del mapa—. Pero primero debo desarmarlo. Arrancarle cada columna que sostiene su poder. Quiero que se quede sin aire antes de tocarlo.
Leo sonrió con una satisfacción oscura.
—Como él intentó destruirte.
—Exactamente —respondió Julián, con una calma escalofriante—. Lo voy a hundir con las mismas manos que él quiso quebrar.
Elías se acercó y tomó la mano de Julián.
—La traerás de vuelta, ¿verdad?
Julián se agachó frente al pequeño, sosteniendo su rostro con suavidad.
—Ya está en camino a casa. No hay fuerza en este mundo que la aleje de mí ahora.
Elian apretó los labios, una mezcla de alivio y dolor. Él había sido parte del daño. Pero ahora… quería ser parte de la reparación.
—Dime qué hacer —dijo finalmente—. Haré lo que sea necesario.
Julián lo observó largo rato. En sus ojos no había odio, ni resentimiento. Solo la fría claridad de alguien que ha cruzado el infierno y regresado con una sola misión.
—Entonces aprende a ser silencio. Aprende a ser sombra. Y cuando llegue el momento… serás mi luz dentro de la oscuridad.
LA CAÍDA LENTA DE LA REINA
Mientras el rescate se tejía en secreto, Laura vivía un infierno silencioso. Los días transcurrían repetidos, idénticos, un ciclo cruel de ilusiones rotas. Su mente estaba siendo moldeada, presionada, sofocada por Adrián. Y, aunque había logrado revertir los efectos de las drogas, la mentira más poderosa era la desesperanza. El miedo. La duda. La soledad. Un día, mientras caminaba por el jardín cercado, Adrián se acercó por detrás.
—Hoy estás hermosa —susurró, rodeándola por la cintura.
Laura no reaccionó. No podía. Pero por dentro, gritaba.
—¿Sabes? —continuó él, rozando su mejilla con su mano como si fuera un amante tierno y no un carcelero— La vida contigo es mejor de lo que imaginé.
Ella cerró los ojos con dolor..Mejor para él. Nunca para ella.
—Uno de estos días —continuó él, con una sonrisa que helaba la sangre—, creo que deberíamos iniciar el proceso para el sanatorio. Quiero verte tranquila, Laura. Sin preocupaciones. Sin estrés.
Su cuerpo tembló. El sanatorio..Aislamiento absoluto. Manipulación mental perpetua..La aniquilación total de su voluntad. Esa noche lloró sin lágrimas, porque incluso su tristeza estaba encarcelada..Se repitió a sí misma como un mantra: Julián vendrá. Julián vendrá. Julián vendrá.
EL INICIO DE LA GUERRA
Tres noches después, Julián activó el primer movimiento visible. Un evento de caridad. Un banquete político..Un escenario perfecto para destruir reputaciones.
Desde los balcones superiores, con traje negro, mirada severa e impecable control, Julián testificó cómo los aliados de Adrián comenzaban a caer uno por uno..Inversiones congeladas. Socios cancelando contratos. Nobles que se alejaban como si el apellido de Adrián fuera un contagio mortal. Mientras tanto, el padre de los niños recibía llamadas frenéticas. Su poder se desmoronaba. Y no sabía de dónde venía el golpe.
“El mundo no te teme ya”, pensó Julián, observándolo desde las sombras. “Ahora te teme a ti mismo.”
Adrián salió del recinto furioso, abandonando el evento como un emperador destronado. Julián dejó escapar una exhalación lenta. Era solo el primer paso.
LA SEÑAL
Pasada la medianoche, mientras los trillizos dormían, el teléfono de Julián vibró. Un mensaje. Una sola palabra:
Ahora.
El corazón de Julián golpeó su pecho como un tambor de guerra..Era ella. Era la señal final. Se puso de pie y tomó su abrigo. Ese instante, Leo apareció en la puerta.
—¿Hoy?
—Hoy —respondió Julián.
Elías se levantó también, frotándose los ojos.
—Tenemos miedo… pero confío en ti.