La paz duró lo suficiente como para volverse peligrosa.nNo fue un ruido..No fue una pesadilla. Fue una sensación. Julián la sintió primero..Estaba sentado en la galería, mirando el mar en silencio, cuando algo se tensó en su interior. Un reflejo antiguo, aprendido en los peores años. Ese instinto que no se equivoca nunca.
Alguien sabía que estaban vivos..No sospechaba. Sabía. Julián no se movió. No miró alrededor. No alteró su respiración. Pero su mano fue lentamente hasta el interior de su chaqueta, donde siempre llevaba el arma, incluso en aquel exilio voluntario. Dentro de la casa, Laura reía en voz baja con los chicos. El sonido le atravesó el pecho.
—No —murmuró— Todavía no
La grietaEsa noche, Elian no pudo dormir. Se sentó en la cama, con el corazón golpeándole las costillas, empapado en sudor frío. No había soñado. Eso era lo peor. Había escuchado un clic. Un sonido imposible en una casa que no tenía alarmas, ni cámaras, ni dispositivos electrónicos más allá de lo básico..Elian se levantó despacio y fue hasta la ventana.
Nada.
El mar seguía ahí. La luna también..Pero cuando volvió la vista al interior de la habitación, lo vio..Un pequeño punto rojo, casi imperceptible, reflejado en el espejo del placard. Un láser. Elian retrocedió de golpe y el punto desapareció. El corazón le martillaba.
—Julián —susurró, sin voz.
No gritó. No corrió. Sabía que si alguien había llegado hasta ahí, el pánico era justo lo que buscaban. Salió al pasillo y se dirigió al cuarto de Laura. Julián ya estaba allí. De pie.
Vestido. Con el arma en la mano. Sus miradas se cruzaron.
—¿Vos también? —preguntó Julián en voz baja.
Elian asintió.
—No estamos solos.
La revelaciónLaura despertó cuando Julián le apoyó una mano en el hombro.
—Laura — susurró— Amor despertá.
Ella abrió los ojos de golpe, entrenada por años de terror.
—¿Qué pasó?
—Tenemos que irnos. Ahora.
No hubo discusión. No hubo preguntas. Laura despertó a Elías y a Leo con suavidad.
Leo se aferró a su mano de inmediato.
—¿Otra vez? —preguntó, con un hilo de miedo.
Laura lo besó en la frente.
—Conmigo. Siempre conmigo.
Salieron por la puerta trasera, internándose en el sendero que llevaba al bosque. El mar quedó atrás, oscuro y silencioso. Pero no llegaron lejos. Un aplauso lento rompió la noche. Uno solo. Seco. Burlesco.
—De verdad fue un descanso hermoso —dijo una voz conocida— Casi me conmovieron.
Julián se detuvo en seco. Laura sintió cómo la sangre se le congelaba. Entre los árboles, iluminado apenas por la luna, Alexander Montblanc avanzó con una sonrisa tranquila. Demasiado tranquila. No estaba solo. Había hombres a su alrededor. Silenciosos. Profesionales.
—Imposible —murmuró Laura— Creían que estábamos muertos…
Alexander ladeó la cabeza.
—Y lo estaban. Al menos para el mundo.
—Miró a los niños uno por uno—.Pero los muertos siempre dejan rastros si uno sabe dónde buscar.
Leo comenzó a temblar. Elian dio un paso adelante.
—¿Cómo nos encontraste?
Alexander sonrió más.
—Porque alguien cometió un error.
—Sus ojos se clavaron en Elian— Un error brillante, por cierto. Un movimiento tan inteligente que solo podía venir de vos.
Elian sintió un nudo en el estómago.
—Te seguí desde el psiquiátrico —continuó Alexander— No a vos, a quien vino por el niño. —Miró a Julián— Vos nunca dejás de ser vos, Julián. Incluso cuando intentás desaparecer.
Julián levantó el arma.
—Un paso más y te juro que no salís de este bosque.
Alexander levantó ambas manos, teatral.
—¿Delante de los chicos? —Sonrió— No. No hoy.
Hizo un gesto apenas perceptible..Los hombres detrás de él levantaron sus armas. Laura abrazó a los trillizos con desesperación.
—¿Qué querés? —preguntó Julián.
Alexander los observó como quien contempla una obra de arte rota… pero valiosa.
—No vengo a matarlos —dijo— Eso sería aburrido.
—Se acercó un poco más—. Vengo a recordarles algo: no existe la huida.
El silencio fue insoportable.
—Esto no terminó —concluyó Alexander— Solo hicieron una pausa.
—Clavó los ojos en Leo— Y las pausas siempre se pagan.
Se dio media vuelta.
—Disfruten lo que queda de su noche —añadió— Pronto volveremos a hablar.
Y se fue. Los hombres desaparecieron entre los árboles como sombras.
El precio de la calmaDurante varios segundos, nadie habló. Elías empezó a llorar en silencio. Leo no se movía.
Elian tenía el rostro blanco..Laura apretó a sus hijos contra su pecho.
—No —susurró— No voy a volver a huir. No otra vez.
Julián bajó el arma lentamente..Su mirada había cambiado.
—No vamos a huir —dijo— Vamos a prepararnos.
Elian levantó la vista.
—¿Para qué?
Julián lo miró con una certeza aterradora.
—Para terminar esto. De una vez por todas.
Laura cerró los ojos. Sabía que esa paz había terminado..Y que lo que venía.sería peor. A kilómetros de allí, Alexander entró en un búnker subterráneo. Una pantalla se encendió frente a él..En ella, un rostro nuevo apareció.
—¿Confirmado? —preguntó la voz.
Alexander sonrió.
—Sí. Están vivos. Todos.
—¿Y el plan?
Alexander apoyó las manos en la mesa.
—Ahora empieza la verdadera guerra. —Hizo una pausa—Y esta vez uno de los niños no va a sobrevivir.
La pantalla se apagó. Y en la casa junto al mar, Leo se despertó sobresaltado, gritando el nombre de su madre. Porque alguien le había susurrado desde la oscuridad:
Elegí, Leo.