Prisionera De Su Obsesión

Las Jaulas Invisibles

El infierno no siempre tiene fuego

Alexander Montblanc había perdido todo. Eso fue lo primero que entendió. La celda no era pequeña. No era oscura. No olía a humedad ni a óxido. Era blanca. Demasiado blanca. Un cubículo clínico, sin esquinas donde esconder la mirada. Una cama fija al suelo. Una mesa de metal. Una cámara que no parpadeaba nunca.

El silencio era absoluto. No había gritos de otros presos. No había golpes. No había amenazas. Nada. Y para alguien como Alexander, la nada era el castigo más cruel.

—Solicito ver a mi abogado —dijo por tercera vez ese día.

El guardia ni siquiera lo miró.

—Ya tuvo visitas —respondió con tono neutro— No hay más solicitudes aprobadas.

Alexander apretó los dientes. Visitas. Sí. Había tenido una. La silueta que había entrado aquella noche todavía se le aparecía en la mente como una cicatriz fresca. No había sido un juez. Ni un político. Ni un aliado caído. Había sido alguien que no podía comprar.

—Esto no es real —murmuró— Todo sistema tiene fisuras.

Se levantó y golpeó la pared.bNada. Se llevó las manos al rostro.bPor primera vez en su vida, no había una salida visible. Y entonces, la voz apareció.

—Siempre dijiste eso.

Alexander se giró de golpe. No había nadie.

—Siempre pensaste que todo sistema tenía fisuras —repitió la voz— Pero nunca aceptaste que vos eras la fisura.

Alexander sintió un escalofrío.

—Esto no funciona conmigo — dijo en voz alta— No soy débil.

La risa que respondió fue suave. Tranquila.

—No. Pero sos solo.

Las luces cambiaron de intensidad. La pared frente a él se transformó en una pantalla. Y entonces lo vio.

El castigo de mirar

Laura. Julián. Los trillizos. Vivos. Juntos. Riendo. Alexander retrocedió un paso.

—No —susurró— Esto es una provocación.

La imagen mostraba una casa sencilla. Luz natural. Ventanas abiertas. Una mesa de madera. No había guardias. No había armas.
No había miedo. Leo estaba sentado en el suelo, armando algo torpemente con bloques de madera. Elías lo ayudaba, concentrado. Elian observaba, más callado, pero presente.

Laura apareció con una taza en la mano. Julián se acercó por detrás y apoyó la frente en su cuello. Un gesto íntimo. Tranquilo. Alexander sintió algo retorcerse dentro de su pecho.

—No —repitió, esta vez con rabia— No pueden ser felices. No después de mí.

La voz volvió, firme:

—Ese es el punto, Alexander.

La pantalla no se apagó. Siguió mostrando escenas..Días. Semanas..La vida avanzando sin él. Laura durmiendo sin sobresaltos..Leo sonriendo sin miedo..Julián cocinando torpemente..Los chicos discutiendo por cosas triviales..Normalidad..Alexander se dejó caer en la cama.

—Yo les di todo —murmuró— Sin mí no existirían.

—Y sin vos —respondió la voz— respiran.

Alexander gritó y golpeó la mesa con el puño.

—¡APAGUEN ESTO!

Nada cambió. La voz fue lo último que escuchó antes de que el silencio volviera a envolverlo:

—Vas a verlos seguir adelante todos los días.
—Pausa—Y nunca vas a ser parte.

Reconstruir no es olvidar

A kilómetros de allí, la casa respiraba vida. No era grande. No era perfecta..Pero era segura..Laura observaba a sus hijos desde la cocina, como si todavía temiera que fueran a desaparecer si dejaba de mirarlos. Julián la notó y se acercó.

—No tenés que vigilar todo el tiempo —le dijo con suavidad— Están acá.

Ella asintió, aunque sus ojos seguían atentos.

—Lo sé, pero mi cuerpo todavía no lo aprendió.

Julián le tomó la mano.

—El mío tampoco.

Elian entró en la cocina con un cuaderno.

—Estuve pensando —dijo— Cuando todo esto termine… quiero estudiar derecho.

Laura lo miró sorprendida.

—¿Derecho?

—Sí —respondió con calma— Para que nadie vuelva a usar un sistema contra los que no pueden defenderse.

Julián sonrió con orgullo. Elías apareció corriendo.

—¡Leo está hablando solo!

Laura se tensó al instante, pero Julián la tranquilizó con la mirada. Fueron al living.. Leo estaba sentado en el suelo, concentrado en su juego.

—¿Con quién hablás, amor? —preguntó Laura.

Leo levantó la vista.

—Con mis miedos —dijo, serio— Les digo que ya no mandan.

Laura se arrodilló frente a él, con lágrimas silenciosas.

—Eso es muy valiente.

Leo dudó un segundo… y luego la abrazó.

—No quiero volver a estar solo nunca más.

Julián se unió al abrazo.

—No lo vas a estar.

El pasado no muere fácil

Esa noche, cuando todos dormían, Julián salió al exterior..El cielo estaba despejado. Su teléfono vibró. Número restringido. Atendió sin hablar.

—Creí que te gustaría saberlo —dijo una voz desconocida— Montblanc no está tan solo como parece.

Julián se tensó.

—¿Quién habla?

—Alguien que trabaja donde él duerme.

Silencio.

—No todos creen que su castigo sea suficiente.

La llamada se cortó..Julián miró la casa. Las luces cálidas..La familia durmiendo. Apretó el teléfono con fuerza. Porque entendió algo fundamental: Alexander estaba encerrado..Pero no había terminado de caer.

En su celda blanca, Alexander levantó la cabeza de golpe. La pantalla volvió a encenderse. Esta vez, no mostraba a la familia. Mostraba un plano de la casa. Con una fecha marcada en rojo. Alexander sonrió por primera vez en días.

—Así que todavía puedo tocar algo.

La luz se apagó. Y el silencio regresó. Más peligroso que nunca.




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