La noche llegó y sin más remedio que ir a la cena. Esperanza se vistió espectácularmente bella. Se puso el vestido que Ulises le había regalado un día antes para que lo estrenará ahí.
El vestido era de color gris con brillantes en la zona de enfrente. Tenías mangas largas que eran ideales para el frío, estabas de color plateado pero lisas haciendo juego perfecto con el resto de la decoración. El vestido era muy largo llegando un poco abajo de las rodillas. Tenía un corte sexy en las piernas que mostraban un poco de ellas. Estaba muy ajustado en la cintura lo cual le daba mucha seguridad, sin contar que le permitiría lucir su bella figura.
Le sumó un peinado en el que pasaron horas realizándolo. No era muy fan de ir a las estéticas, ella tenía un gusto propio por hacer sus propios diseños y peinados y quién mejor que ella para practicar.
Había quedado muy hermosa y Ulises no fue la excepción en hacérselo notar cuando la vio.
—¡Wow eres la mujer más hermosa del mundo! Me siento muy afortunado de ser tu novio.—Al terminar de decirle eso se acercó y le dió un beso corto pero con amor.
—Tú también te ves muy guapo mi amor. Eres el más guapo del mundo.
—Entonces somos la pareja perfecta.—La tomó de la mano y la subió a su auto para marcharse de ahí. La consentía como solo un hombre enamorado lo podría hacer.
Al subir no demoraron en ponerse en marcha. Esperanza iba un poco más tranquila y solo dejó fluir al tiempo. Se puso a conversar de otras cosas con su novio y evitó la conversación de la cena lo más que pudo. No quería ponerme nervioso antes de tiempo.
El trayecto fue ligero y es que sin importar el tráfico cuando tienes una buena compañía y la pasan muy bien el tiempo no pesa y se hace corto. Esto les pasaba muy seguido a estos dos al estar juntos.
Llegó el momento y por fin habían llegado a la lujosa casa.
Era una casa como la que jamás había visto. Solo pudo imaginarse una así en sus sueños. Como la que la mayoría de las niñas desean tener y compartir al lado de su príncipe azul.
A Esperanza se le había cumplido una de estas. Ya tenía a su fiel compañero que estaba dispuesto a protegerla hasta el final de sus días. Era un cuento de amor ideal para ella.
Pero como todo buen cuento de amor tenía que tener sus villanos y la de este cuento les daba la bienvenida al bajarse del auto.
—¡Hola hijo, bienvenidos a casa!—La madre de Ulises, la señora Marilú se acercó a ellos muy amable y con la mejor disposición de socializar.—¿Cómo están?
—Hola madre. Todo bien gracias. —Se bajó del coche para dar la vuelta y abrirle la
puerta a su radiante novia. Le dió la mano y le ayudó a bajar. Esperanza siguió la atención de Ulises y trató de bajar con la mayor gracia y elegancia posible.—Te presento a Esperanza, mi novia y la mujer que pretende ser mi esposa.
La madre se quedó viendo muy encantada por la espectacular mujer que bajaba del coche con su hijo. Todos saben que una mujer también sabe apreciar la belleza de otra mujer.
—Buenas noches señora, es un placer conocerla.—Le extendió la mano como es la costumbre en un saludo y su madre extendió de igual forma para corresponder. Aunque lo hizo con educación su mirada y la fuerza ejercida no eran las ideales
Eso hizo que Esperanza se pusiera mucho más nerviosa pensando que era algún tipo de agresión y vaya que lo era. La señora no iba a dejarle fácil entrar en la familia y lo quería hacer notar desde el inicio.
—¿Mi padre ya llegó?—Preguntó Ulises quien no se había percatado de las acciones de su madre.
—Ya hijo, está dentro esperándolos para cenar.—Le respondió con mucha hipocresía en su rostro y en sus facciones pues le sonría como una dulce madre a ambos.
—Muy bien pues pasemos.—Agarró de la mano a su prometida y la llevó dentro.—Ven mi amor te voy a presentar y enseñar parte de mi casa.
Esperanza trató de relajarse y dejarse llevar aunque ya había notado que no sería una velada fácil pero no quería echarle a perder el momento a su prometido, se veía muy feliz con la situación.
Entraron por las hermosas puertas de metal que brillaban como si de oro se trataran. Eran de color rojo muy altas y gruesas, capaces de soportar por mucho tiempo.
Al pasar se encontraron con un largo y lujoso pasillo. El piso estaba completamente tapizado por una loceta blanca con líneas azules. El material era muy fino y hacía juego con las paredes blancas que cubrían el espacio. Avanzaron por ahí para llegar a las habitaciones principales de la mansión. La primera era la sala de recepción acompañada del vestíbulo. Ambas tan grandes que podrían caber ocho camionetas en cada una de ellas.
—Wow, que hermosa es tu casa Ulises.—No paraba de mirar una y otra vez todo el pasillo admirada del tamaño y los lujos.
—Mi amor está es solo una pequeña parte, lo que más me gusta esta adentro, ven para que conozcas todo.—Impresionó con esas palabras que muchos considerarían presunciones pero en realidad para él era compartir con ella lo suyo.
Caminaron por el vestíbulo para encontrarse con el padre de Ulises que los esperaba a la salida de este.
—¡Papá!, ¿Cómo estás?—Saludó a su padre con un fuerte abrazo.—Te presento a mi novia y la mujer que espero sea mi esposa. Esperanza.
—Vaya señorita es usted más hermosa de lo que mi hijo describió. —Como todo un caballero tomó su mano y la besó.—Un placer mi nombre es Armando. Mi hijo me ha hablado mucho de usted.
—El placer es mío señor.—Respondió Esperanza con una sonrisa y con mucha educación.—También su hijo me ha hablado mucho de usted, me siento muy honrada de estar aquí.
—Te agradezco mucho el que hagas a este descarriado hijo mío muy feliz y te hayas metido en su mente para que el quiera sentar cabeza. Ya lo hacíamos quedado.