La sub jefa había tomado el mando pero sólo le endureció el gusto un par de días, pues se demostró que no era una persona calificada para ese puesto.
El encargado de todos los penales del estado, Roberto Martines, quien era amigo del abogado de Laura quien fuese el encargado de llevar todo el proceso para sacar a la ex jefa de ahí, tomó el cargo unos días para poner orden ya que el mismo gobernador así se lo había exigido.
El no pretendía estar ahí por mucho tiempo, no era lo suyo. Así que con su amigo lograron contratar a una nueva persona, la cual pasó por un gran número de pruebas, esta vez seria por habilidades y estudios más que por contactos.
La nueva persona en ingresar era una mujer joven, tenía 38 años de edad y había sido elegida por sus bastos conocimientos y experiencia. Era una gran oportunidad de ascenso para ella y no quería quedar mal a su jefe.
De colocó inmediata orden para que todo saliera bien.
Laura retomó su puesto de trabajo como doctora del penal. Se le dió aún más confianza y más derechos. Su abogado había apelado bien para esta cuestión.
En cuanto a Esperanza se le cambió de celda a una donde estaba sola, todo esto para cuidar de su embarazo, teniendo privilegios no sólo en la medicina si no en todos los aspectos.
Después del gran susto y lo vivido, tenía que cuidar muy bien su cuerpo.
De alguna manera pudo recuperar su tranquilidad. No fue nada sencillo pues durante tres días sufrió con sueños atemorozantes por todo lo que había vivido.
Poco a poco se fue estabilizando su mente, tuvo muchos cambios por dicho embarazo pero por ese mismo motivo decidió salir adelante.
Tenía mucho miedo, su madre aún no se enteraba pues no la había podido ver. Las visitas se suspendieron con el cambio de administración y al encontrar muchas cosas sospechosas en ese sistema.
—¿Cómo te tiene sentido? –Le preguntaba a Laura en su revisión de rutina. –¿Has dormido bien?
–Hoy dormí mejor. –Le respondió aún cansada. –El resto de días fueron difíciles.
–Hemos hecho todo lo que está en nuestras manos para que esto suceda. –Comenzó a escribir en su libreta. –No podemos enviarte a otro lado, pero por lo menos podemos darte lo mejor que podemos aquí.
–Lo sé y estoy muy agradecida con usted. –En su tono se podía sentir la sinceridad.–Me salvaste y eso nunca lo voy a olvidar.
—Yo le creía todo a la jefa. Además había tenido malas experiencias, perdón por eso.
Para Laura ese tipo de reuniones se habían convertido en una charla de amigas más que una obligación de trabajo. Ahí pasaba muchas horas del día así que no tenía muchas distracciones. Trabajar en un lugar así era sumamente estresante y el hecho de tener una amiga sonaba grato.
Las políticas eran claras con este tipo de relaciones. No era bien visto que el personal se involucrara pues podía traer varios conflictos en la prisión. Empezando por tener consentidas y terminando con favores ilegales para las reas.
En todo eso había caído la querida doctora quien se había propuesto a ayudarla sintiéndose culpable de su comportamiento anterior y con mucha nostalgia sobre su situación.
—Pero aún tengo una duda.—Continúo Laura la conversación.—Si sabías que estabas embarazada, ¿Por qué no dijiste nada antes? Lo usaste como último recurso.
—Yo no sabía que lo estaba.—Contestó muy sería.—Durante los primeros días aquí, tuve esa sensación pero creí que me lo estaba imaginando. Luego hice cuentas y me pareció que era posible. Después con toda la presión lo dije por desesperación creyendo que era verdad y así fué.
—Pues es una verdadera bendición para ti.—Le dijo al escuchar esa versión.—Aunque no se que tan grato sea que un hijo nazca y crezca aquí.
—¿Crecer aquí?—Preguntó muy sorprendida.—Acaso, ¿Eso es posible?
—Si, todo es posible.—Le respondió muy segura, como si antes le hubiera tocado ver vasos así.—Cuando no hay quien se haga cargo del pequeño, se le permite quedarselo al menos un corto tiempo hasta que un familiar o bien una institución se haga cargo de él.
Nuevamente las leyes del sistema impresionaron a Esperanza. Nunca se había puesto a pensar en esos casos hasta que le tocó vivirlo en carne propia.
No sé imaginó a un pequeño creciendo en un lugar así. Pensó que era mejor el hecho que su madre se hiciera cargo, eso contando con que ella no lograra salir a tiempo.
—Parece que tienes un encanto.—Continúo Laura ahora con un poco de burla en sus palabras.—Al menos eso piensa mi abogado quien no me deja de preguntar por ti.
—A él también le debo mucho. Gracias a lo que hizo se pusieron en orden las cosas aquí.—Le dijo con una sonrisa.—Muchas aquí le debemos eso.
—Pues a él no le importa mucho el agradecimiento de las demás.—Seguía riéndose mientras hablaba.—Parece que solo le importa el tuyo.
Esperanza se sonrojó, aunque no estaba lista para abrir su corazón a nadie, se sentía bien y halagador gustarle a alguien y recibir ese tipo de comentarios.
—No creo que él se interese en mi. —Dijo ella llevando las escenas a su mente.—¿Qué podría verle a una mujer que está encerrada aquí? No doctora, allá afuera de haber muchas mujeres con las que pueda salir y tener una relación normal.
—Pues dicen que en el corazón no se manda.—Ahora cambió la burlas por un tono de sabiduría.—Cuando él dice ahí es, ni la mente es capaz de quitar esa idea.
Cuanta razón tenía aquella mujer en sus palabras. El corazón del abogado había quedado atrapado por Esperanza y no quería moverse de ahí. Lo había visto como un complemento y no como una trampa, algo que es muy difícil dejar de sentir.