Prisionera del amor

Capitulo 29

Esperanza despertó a las dos horas del nacimiento de su hijo. Lo hizo mientras la enfermera la revisaba. Dió un sobresalto al hacerlo y lo primero que hizo fue preguntar por su bebé.

La enfermera se hizo atrás por precaución, creyó que tendría alguna reacción violenta hacia ella pero no fue así.

–¿Dónde está mi bebé? –Preguntó un poco desubicada. –¡Quiero verlo!

–Está en los cuneros. Después podrás verlo.

La forma en que le respondió fue muy seca, casi por obligación.

–¿Cómo está?, ¿salió todo bien?

–Me sorprende que alguien tan irresponsable como tú, pregunta por su bebé. –Le dijo después de sentirse a una distancia segura. – Debería darte vergüenza.

–Perdón ¿Por qué lo dice?

Esperanza estaba muy desorientada y no entendió que pudo haber pasado para recibir ese comentario. Se preocupe pensando que de alguna manera había dañado a su bebé mientras dormía, pero pronto la enfermera le sacó de su error.

–Una mujer que quedó dormida después del nacimiento de su hijo, no es nada responsable. –Le dijo con un tono de voz tan prepotente que parecía tener un resentimiento hacia ella. –Además de la vida que una delincuente como tú, le quieren dar. Eres un criminal irresponsable, incluso para eso debes evitar traer niños a este mundo.

Esperanza se sintió muy cansada y sin ganas de muchas cosas por el esfuerzo, pero lo que había vivido en la prisión le hizo estar mucho más cansada de recibir insultos sin motivo, así que se defendió.

–Si no sabes lo que ha pasado en mi vida, mejor no opines. –Le respondió con un tono de voz retador. Uno que había adquirido en ese tiempo y que ya era habitual en ella. –Concéntrate en hacer tu trabajo y no te metas conmigo.

La enfermera comenzó a reír con dicho comentario. La miró enternecida por aquel intento de defensa, para ella era una dura realidad.

—No te enojes conmigo mujer.—Le dijo para seguir insistiendo.—Tal vez no me expresé bien.

—Te expresaste bastante bien.—Seguía muy molesta.—Tal vez tú has atendido partos normales, pero en mi caso he estado en prisión todo mi embarazo. Fue una fatiga aún mayor por todo lo que me pasó. No es que yo quisiera dormir, me ganó el sueño.

Esperanza trataba de exponer su caso, estaba segura que al ser escuchada podría ser comprendida. Lo vivido en prisión y sobre todo, la forma en que llevó su embarazo, no fue nada común. El impacto fue multiplicado por tres y obviamente su cuerpo no resistió.

Pero a pesar de sus esfuerzos, no cambió el pensamiento de la enfermera. A ella solo le preocupaba decir sus cosas y ser una engreída con ella.

—Todas hemos sufrido pero no todos nos hemos vuelto criminales.—Le dijo tajantemente con ganas de no dejarla hablar exponiendo sus tonterías.—Eso es lo que nos hace diferentes.

Esperanza la miró con mucho coraje. Estaba cansada de decir siempre que ella no era culpable, así que solo se quedó en silencio y no lo hizo más. Giró la cabeza y se quedó en esa posición fingiendo ignorarla hasta que alguien más llegara y le diera información de su bebé.

Aunque para los ojos de su acompañante no pareciera, le preocupaba mucho cómo estaba.

—No te enojes conmigo.—Continúo con la conversación.—De hecho tengo una muy buena solución para ti y tu situación.

Esperanza siguió sin hacerle caso, no sentía interés en nada que le pudiera ofrecer.

—Te voy a dejar una tarjeta aquí.—Le dijo al sentirse ignorada.—Es de un matrimonio que no pueden tener hijos. Son pudientes y están buscando un bebé...el tuyo puede tener una mejor vida que el tener una madre en prisión.

En esta ocasión Esperanza rompió el silencio para insultarla y gritarle. Tuvo una actitud muy violenta en la que casi se levanta de la cama aún sin fuerzas. Deseaba golpearla y con esa impotencia la corrió de ahí.

Ella se fue de ahí debido al ruido que estaba provocando la ofendida mujer. Con el, llegaron dos enfermeras más y un doctor que intentaron calmarla.

La mujer se fue de ahí y Esperanza no dejó de señalarla, amenazarla y acusarla. Pero los doctores actuaron en su contra sabiendo que era una peligrosa delincuente. La anestesiaron y mientras ella sentía ese efecto volvió a preguntar por su bebé pero ya no alcanzó respuesta.

La joven dolida durmió por un rato más, fueron las indicaciones antes de recibir una visita. En ella vería a su madre y después a su abogado. Él le contaría cuál sería el proceso a seguir después de ese nacimiento.

Esperanza había despertado varios minutos antes de que su madre entrara, pero estaba tan decaida y pensativa que aún parecía dormida.

Su madre entró cautelosamente hasta llegar a ella y ahí se sentó paga tomarla de la mano.

—Hija estoy aquí.—Le dijo con un tono dulce.—Tengo poco tiempo para verte.

—Hola mamá. Me da mucho gusto verte.

Su madre contempló ese semblante que no era nada normal en su hija. Estaba conciente que acababa de pasar por un parto pero aún así, no le parecía normal lo que tenía.

—¿Cómo te sientes?—Preguntó para enterarse de la situación.

—Me siento muy mal mamá.—Le respondió sin ganas de mirarla a los ojos.

La plática entre ellas dos fue muy amena. La señora logró sacarle lo que ella tenía, se lo explicó con llanto en sus ojos, de esas lágrimas que había prometido que nunca más tendría.

La situación fue que las palabras de la enfermera le pegaron demasiado. Fue a un nivel en el que ella se creyó sus palabras y contemplaba la posibilidad de darle una vida diferente a su hijo.

La realidad para ella es que nada estaba decidido aún, y que las cosas podrían empeorar. No se sentía con la confianza de seguir adelante. Tenía tanto amor por su hijo a quien no había visto desde el parto, era algo inexplicable. Un amor que incluso le hacía valorar el hecho de alejarse de él para darle una vida mejor como se le había ofrecido. En sus manos estaba la tarjeta que le dieron, aquella con una oferta tentadora.



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En el texto hay: #drama, #tragedia, #romace

Editado: 15.04.2025

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