Fue una grata sorpresa para ella quien aún estaba sumergida en la depresión de sus pensamientos.
Cuando lo vio, olvidó todo aquello que le estaba haciendo daño y volvió la inmensa felicidad que le daba ánimos para seguir.
Su madre estaba presente y lo recibió con la misma alegría. Lo conocí por primera vez.
La señora se pudo sentimental, pues desde que su esposo murió, no había otro hombre que se llevara su amor. Ese pequeño nieto llegó a darle amor a un hueco que había tenido.
Esperanza tuvo la oportunidad de alimentarlo. Una gran experiencia para toda mujer, con sus múltiples variantes en cuanto a sensaciones se refiere.
Ella sintió un poco de dolor pero se fue aliviando poco a poco cuando el líquido blanco salió de su pecho. Además de la gratitud por tenerlo sano y del vínculo que estaba haciendo con él. Una experiencia que solo había tenido con palabras gracias a su madre y otras compañeras de la propia prisión.
El bebé terminó y de inmediato se quedó dormido. Tenía marcada una leve sonrisa en el rostro, se había dormido muy feliz al tener a su madre cerca.
Esperanza no sabía por qué, pero tenía una gran nostalgia hacia su pequeño. Al mismo tiempo que le daba felicidad, le daba preocupación por la dura vida que tenían por enfrentar. Una vida que gracias a la familia de su padre estaban viviendo. Las fuerzas se le iban en ocasiones pero volvían al querer darle una vida digna al pequeño, aunque no fuera a su lado ni ella la que se la diera.
—¿Sigues pensando en eso que te dijo la enfermera?—Le preguntó su madre al verla tan pensativa.
-Si. Él es tan hermoso, se merece lo mejor.—Le respondió sin dejar de mirarlo.—¿Qué vida le puedo dar yo, metida en esta prisión?
—Una de mucho amor.—Le dijo tratando de dar ánimos.—Alguien tan linda y noble como tú, le dará lo que se merece.
—Hay ocasiones en las que ni siquiera se quién soy ya.—Su tono de voz era de bastante preocupación.—He vivido tantas cosas malas en estos últimos meses, que ya no puedo recordar lo que me hacía ser noble y buena.
—Pero tú sigues siendo noble y buena hija.—Su madre la miró con ojos de amor, tal cual Esperanza a su hijo.—Solo que tú misma te estás creyendo todo lo que inventaron de ti. Eres una buena persona, yo te lloré. Sin importar las circunstancias, se que podrás salir adelante como siempre.
—A veces me gustaría tener esa mente positiva mamá, creeme.—Hizo una pausa para suspirar.—Pero en donde estoy, es difícil poder mantener eso.
El verdadero problema de la reciente madre salió a la luz. Ella tenía miedo, la vida le había mostrado un poco de su crueldad y eso daba mucho de que temer. Sentía miedo de no poder salir adelante por si misma, de quedarse en esa prisión por siempre y de no volver a tener una vida normal.
Pero el peor de todos era que se había acoplado a su vida actual, una en la que cayó en el conformismo. Decía para si misma "Por lo menos ya nadie me golpea", "Tengo quien me quiera y vea por mi", "Tengo sustento y donde dormir"
Pensamientos que muchas de las reas habían desarrollado a lo largo de su estancia ahí. Se acostumbraron a ese nuevo hogar que ya no lo veían con perjuicios si no con beneficios.
Parte de eso en caso de Esperanza, fue el hecho de su relación amorosa con su abogado. Ya era algo más que solo tener sexo durante las visitas conyugales. Él en verdad la quería y ambas cosas ayudaban a Esperanza. Había una tercera cosa que le llegó a lo profundo de su corazón....la promesa de liberarla.
Aún con el pasó del tiempo, si eso sucedía y ella lograba salir de ahí. Aún seguía pensando en volver a ver a Ulises. A pesar de todo el resentimiento y de que su madre le advirtió que él ya tenía otra relación, ella deseaba verlo aunque fuera una sola vez.
Tal vez quería sacar la espina clavada que aún estaba ahí. Preguntar por qué fue tan cruel de dejarla abandonada ahí si ella no había hecho nada malo.
Quizá también era la intención de retomar su relación, en el fondo ella aún le quería y el tener un hijo de él, le había hecho salir a flote ese viejo amor.
Esperanza decidió quedarse con su hijo y seguir luchando por salir de ahí. Confíó que podría hacerlo y retomar su vida, con su nuevo amor.
La parte más difícil venía en camino, el juicio que iniciaría en pocas semanas y para el cual necesitaba recuperarse completamente.
Ella salió de la clínica a los pocos días. Fue trasladada a la prisión en un cuarto especial donde se le permitió tener a su bebé. Todo esto para darle tiempo de amamantarlo durante las primeras semanas. Después de eso, se llegó a un acuerdo en donde la madre lo yendia para cuidarlo. Está decisión fue autorizada por el juez, quien sabía del juicio próximo que se llevarían a cabo. Así el bebé podría estar en un ambiente mejor y después se decidiría el futuro de la creatura.
Esperanza sufrió mucho después de varios días en los que se tuvo que separar de él. Con ayuda de Laura le habían dado una situación digna, ella le explicó lo que tenía que hacer por él y cómo era la mejor forma de mantenerlo.
Las vitaminas para ambos no faltaron así como la ayuda por parte de custodias y algunas compañeras que ya la veían como amiga. Sin duda la situación en la prisión había cambiado mucho a su favor. Tanto que ahora era bastante agradable, pero sin importar eso, había llegado el momento de intentar dejarlo atrás para salir de ahí.
Esperanza estaba lista mentalmente para enfrentar a sus enemigos. Confiaba en qué había conseguido un gran aliado y que lograría hacer justicia para salir de ahí.