Prisionera del amor

Capitulo 47

Una tarde después de un par de días Esperanza reposaba en su nueva casa, jugaba con su bebé mientras su madre y su tío cocinaban.

Todo era armonía y tranquilidad en aquella tarde. Era lluviosa y el viento soplaba fuerte, algo común en aquella época del año. Sin embargo lo que no era común era recibir visitas y menos en aquellas horas.

Tocaron a la puerta, Esperanza pidió a la señora que le ayudaba que abriría siempre y cuando primero se fijaría quién era. Las precauciones no estaban de más, ella había vuelto muy temerosa y era totalmente justificable por todo lo que había pasado.

La señora cuyo nombre era Gabriela, preguntó quién tocaba pero no recibió respuesta. Ante eso, decidió regresar pero volvió a insistir. En esta ocasión volvió a hacer la pregunta para conocer quién estaba del otro lado y recibió la respuesta de una voz masculina "Vengo a ver a la señorita Esperanza"

Fue una voz calmada y preocupada por no por mojarse en la lluvia. La señora se asomó y pudo ver a un hombre tratándose de refugiar, se apiadó y abrió la puerta.

—Buenas tardes, dígame.—Dijo muy cortésmente.

—Buenas tardes. ¿Está la señora Esperanza en casa?—Preguntó él aliviado por no mojarse.

—De parte de quién?—preguntó la señora compadeciéndose de aquel hombre mojado. —Me llamo Ulises y quiero conversar con ella.—Respondió mientras se quitaba el exceso de agua de su cabeza.

La señora reconoció el nombre, de hecho era uno a los que tenía prohibido darle el paso. Así que le dijo que la señora no estaba. Desafortunadamente su plan no funcionó pues Esperanza pasó detrás para ver a quién le había abierto la puerta.

Ulises la vio, brillaron sus ojos y entró a la casa para pedir.

—¡Por favor déjame hablar contigo!—Mantuvo su distancia pero se quedó cerca.—Nos debemos eso al menos.

Ella lo miró muy descortesmente pero al verlo ahí accedió. Podía utilizar su presencia para un plan futuro, necesitaba un poco de su información así que con la cabeza moviéndose para que entrara.

Ambos entraron a la sala de recepción, un pequeño espacio donde atendían a las visitas, lejos del comedor de la casa y de las habitaciones, lugares que se consideraban más personales.

Nadie más se había dado cuenta aún de que él había entrado, así que Esperanza pretendía que fuera una reunión rápida. Por educación pidió que se le llevara algo de tomar aunque Ulises ya no necesita más agua. La señora Gabriela se volvió a apiadar de él y fue por un café, uno que le ayudaría a evitar que se enfermara. El joven estaba muy agradecido con ella mientras aún veía a Esperanza y al su pequeño. Se llenó de ilusión al poder verlo otra vez, aunque Esperanza le abandonó aquello pues le pidió a su acompañante que se lo llevara.

Ulises no dejó de mirarlo mientras se iba pues el hecho de considerar que era su hijo ya era mucho. Cuando salió de su vista volvió su rostro para encontrarse con la mujer que más había amado pero también con la que más le había complicado a su vida y le dijo.

—Supe que visitaste a mi padre y le pediste que se divorciara. —Parecía nervioso como si no supiera iniciar una conversación con ella.—¿Eso te parece justo? Has utilizado las palabras venganza y daño. ¿Tú crees que mi familia lo merece?

—Por supuesto, tú y tu familia lo merecen.—Dijo ella muy segura y con autoridad.—De no ser asi no lo hubiera dicho ni sugerido ¿No crees?

Ulises se quedó en silencio, de por sí estaba nervioso y ahora con el sarcasmo y la nueva personalidad de Esperanza se puso aún más. Se imaginaba la dura situación que debió haber vivido para tener ese cambio tan notorio en ella. Era una mujer completamente diferente, desde como se sentaba, como lo miraba y hasta como lo trataba. Sin duda estaba en presencia de una mujer totalmente desconocida. Así que tenía que empezar a conocerla.

—¿Quiero saber qué piensas de todo esto? —le dijo intentando hacer una conexión con ella nuevamente, como en el pasado.—¿Qué sientes y ¿por qué tienes esa necesidad de negarme a mi hijo?

—Porque no es tu hijo. Si tu papá te contó que lo fui a ver debió haberte contado qué les pedí que se olvidarán de eso. —Continúo muy seca al hablar e incluso subió el tono en su voz.—No es tu hijo, no tiene tus genes, no tiene tu apellido y no va a convivir contigo.

—¡Demuéstramelo!—Pidió él intentando retomar la autoridad de la conversación.

—Creo que eso ya quedó demostrado en el juicio con aquel hombre que llevaron.—Le dijo ella burlándose.—No tengo nada más que demostrarte, ustedes presentaron las pruebas no yo.

Nuevamente lo había dejado sin palabras, Esperanza se había vuelto muy rápida para pensar y para responder. Era como un debate en el cual no había estudiado ni con argumentos para contradecirla.

Él tenía todas las del perder, así que tuvo que recurrir al método más antiguo pero también el más útil... someterse y pedir perdón.

—Yo sé que me equivoqué no una, sino muchas veces. Me deje engañar por lo que dijo mi madre.—Le dijo mientras intentaba acercarse lentamente. —Pero no soy perfecto al menos no como tú.

Ulises la intentó halagar mientras recurría a la seducción pues movió su mano lentamente para tomar la suya y acercar su cara a la de ella pero la indignada mujer se percató de esto y se lanzó para atrás retirando incluso sus manos, dejándolo solo con su herramienta verbal de nueva cuenta.

—Tú sabes que mi amor por ti fue sincero y muy grande.—Continúo ahora con un tono de voz medio chillón.—Por eso me dolió tanto enterarme de aquello.

—No tengo tiempo de escuchar tus explicaciones.—Se levantó de la mesa.—Ahorrate las molestias que no llegaremos a nada.

Ulises se percató de que perdía la atención de su amada así que hizo algo realmente desesperado... se levantó y fue hacia ella con la intención de capturarla entre sus brazos y besarla a la fuerza.



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En el texto hay: #drama, #tragedia, #romace

Editado: 15.04.2025

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