El simple hecho de creer que tenía un hijo y desear verlo, era más que suficiente para que ellas se conmovieran y le dieran una respuesta.
Lamentablemente no fue la que Esperanza hubiera esperado.
Por suerte para Ulises, ella se había ido de viaje de negocios con su abogado y la había dejado encargada al pequeño como constantemente lo hacía.
El menor Elías, como había decidido nombrarlo Esperanza, estaba dormido en su habitación muy tranquilamente mientras hablaban.
Su abuela dudó un momento en dejarlo verlo pues conocía el riesgo que Esperanza se enfadaría cuando se entere, sin embargo ella demostró tomar su decisión a favor de Ulises y así se lo indicó. Lo tomó de la mano y caminaron juntos hacia la habitación.
Ulises sabía que iba en dirección a ver a su hijo aunque no se la había revelado con palabras. Cuando realizó la pregunta la señora de inmediato lo llevó allá.
Contempló la casa, era una muy bonita y agradable, sin duda tenían muy buen gusto en la decoración.
Siguieron avanzando hasta el interior de la casa a través de un pasillo que conducía directamente a las habitaciones. La de la izquierda fue la indicada, se acercaron a ella, entraron y con gran ilusión contempló al pequeño que ahí dormía.
La cama tenía barrotes para evitar que él se saliera. Ulises al acercarse, se apoyó en ellos para ver a su hijo.
Desde esa distancia pudo enamorarse de nueva cuenta en la vida. Era una sensación indescriptible para él, una en la que su corazón palpitó muy rápidamente, sintió un poco de nerviosismo, algo inexplicable para él hasta ese momento.
Desde que se enteró de su nacimiento, esa había sido la primera oportunidad en la que lo vio. Al menos así de cerca y sin preocuparse porque Esperanza se lo quitara.
—¿Cómo se llama?—Preguntó Ulises con tono tierno.
—Se llama Elías.—Dijo la señora quien aún estaba nerviosa por dejarlo pasar.
—Es tan hermoso, se parece mucho a ella.—Comentó Ulises con mucho amor en su voz.—Me hubiera gustado que se pareciera a mi, tal vez con el tiempo.
—Ahora si crees que es tuyo. Eso es nuevo.—Le dijo a modo de reproche.—Mi hija se fue a la cárcel porque creíste lo contrario.
—Se que no tengo cara para contradecirla, señora.—Le respondió mientras aún veía a su hijo.—Pero ella nunca debió ocultarme eso.
La señora se quedó callada, sabía que tenía razón pues ella misma había sugerido muchas veces que su hija le dijera, si no lo hicieron fue por decisión de ella.
Después, el momento solo se centró en el encuentro de padre e hijo. El pequeño comenzó a moverse hasta que se despertó. Esto trajo gran alegría a Ulises quien se podría presentar debidamente.
El pequeño dió unos giros hasta que se despertó por completo. Sus ojos estaban brillosos y su boca con baba, se veía muy tierno.
Al abrir sus ojos comenzó a llorar pues necesitaba sentir refugio de alguien. Ulises preguntó si podía cargarlo y la respuesta fue positiva, así que lo hizo.
Cuando lo tuvo en sus brazos cambió las lágrimas de antes por una gran sonrisa que abarcó no solo su rostro si no su alma.
El pequeño Elías, de sintió ratificado con los brazos que le cargaron. Lo hizo notar cuando dejó de llorar para acurrucarse ahí.
Ulises no tenía mucha experiencia cargando bebés, pero lo hizo por instinto, como si deseara protegerlo.
Quería abrazarlo pero entendió la fragilidad de este acto y no lo hizo, solo lo mantuvo firme para sostenerlo cerca de él.
—No te puedes quedar mucho tiempo.—Interrumpió el mágico momento la abuela de Elías.—Perdóname pero es lo mejor.
—No tiene de que pedir perdón.—Le respondió él aún sonriéndole a su hijo.—Pero no me ha respondido aún. ¿Por qué Esperanza nunca me dijo lo que estaba viviendo?
El joven Benz quería ganar un poco más de tiempo y con este tipo de preguntas era un hecho que lo lograría.
Su acompañante, por su parte supo desde el inicio que estaba obligada a decirle todas las respuestas que necesitaba. Era un compromiso desde que lo dejó pasar a su casa. Tomó un poco de valor y planteó sus ideas en su mente para responder.
—Por sus dudas... ella no quería que sucediera exactamente lo que pasó en el juicio.—No quería mirarlo a los ojos, si lo hacía, ella también caería en llanto.—Si dudabas de ella, seguramente la destrozarías. Además tú no la buscaste desde ese día.
—Tiene razón. No la busqué desde ese día porque me creí todo.—En está ocasión si retiró la mirada de su hijo para ver a la señora.—Pensé que ella me había ofendido. Pero ¿Sabe qué es lo peor? Si ella hubiera ido a pedir perdón, la habría perdonado.
—Si ella hubiera tenido oportunidad de aclararlo, lo habría hecho.—La señora también lo miró y no pudo evitar deslizar unas lágrimas en su rostro.—Pero tu madre no se lo permitió. Al siguiente día la metió a la cárcel.
—Le juro por mi hijo que yo no lo sabía.—Dijo Ulises con mucha pasión.—Me enteré hasta ese día del juicio.
—No vale la pena hablar de eso.—Insistió la señora. —Mi hija ya salió adelante, hablarlo no cambiará el pasado.
Como si esas palabras hubieran llegado al corazón de Elías, este comenzó a llorar de una forma muy desconsolada.
Ulises no lo pudo calmar por lo que tuvo que intervenir la señora. Ella tenía más experiencia tratandolo pero no fue suficiente. No logró que el bebé se calmara.
Comenzó a caminar para salir de la habitación creyendo que un paseo le ayudaría a calmarse.
Ulises la siguió para caminar a su lado. Pensó que así lograría relajarse también él.