Prisionera del amor

Capitulo 60

Ulises estaba muy molesto y se lanzó de manera agresiva contra los meseros. Llegó un punto en el que comenzó a dar golpes a todos los que encontró en su camino.

Gracias a eso tuvieron que intervenir los elementos de seguridad quienes lo tomaron como un hombre problemático y procedieron.

La hasta entonces pareja del chófer, se acercó a él para decirle.

—Si lo conoces mejor déjalo aquí.—Le dijo al oído para evitar la música tan alta.—No te metas en problemas con por él.

—No lo puedo dejar, es mi jefe, yo lo traje.—Seguia forzando para entrar a la zona donde estaba su jefe.—Tengo que llevármelo, yo lo traje.

Él seguía tratando de hacerlo, pero la fuerza defensiva era mucha. Incluso se ponían agresivos contra él, cosa que ya no le gustó y se hizo para atrás.

Vió la oportunidad de irse y deslindarse sin responsabilidad de la cuenta.

Se dió la vuelta y se filtró por la entrada junto a su pareja olvidándose totalmente de su jefe.

Ulises tuvo que afrontar una situación muy difícil. Estaba inconsciente prácticamente por el alcohol, además estaba rodeado de personas que lo querían golpear.

Al final, no pudo resistirlo y lo sacaron como un borracho, no sin antes quitarle su dinero y todo lo de valor que le vieron. Fue una forma de asegurar los pagos por aquellos gastos.

Ulises fue aventado a las afueras por la parte de atrás. Ahí en un callejón solitario.

Se quedó tirado con mucho dolor hasta el amanecer. Resistió el frío y los golpes lo más que pudo, pero en cuanto se le bajó el alcohol comenzó a sentirse muy mal.

El mareo por la resaca y los golpes era muy intenso. Intentó levantarse para caminar y ubicarse pero fue un poco difícil. Cayó de nuevo y ahí se mantuvo.

Las náuseas eran lo más difícil de tolerar.

Los rayos del sol ya estaban golpeando los pisos de ese lugar, incomodaron sus ojos, lo cual aumentó la molestia.

Buscó su celular para pedir ayuda pero no lo encontró, los meseros se lo habían robado.

No recordaba nada del todo, no sabía cómo lo había perdido. Se quedó ahí un momento más intentando recuperar la cordura.

Algunas personas pasaron por ahí, pero lo tomaron como un borracho más de aquella zona y nadie se detuvo a ayudar.

Después de varias horas, tiempo en que se recuperó y que su estómago le pidió comida. Se levantó ahora sí más estable. Estaba recordando poco a poco lo sucedido. Ubicó el bar en el que había estado y se dirigió hasta ahí.

Desafortunadamente para él estaba cerrado. Regresó al callejón por donde lo había sacado, ahí vio una puerta pequeña y decidió tocar la puerta.

Salió un hombre del cual no recordaba su rostro, pero lo atendió de forma déspota.

—¿Qué quieres? Está cerrado.

—Necesito mi celular. Me lo quitaron anoche.—Dijo esforzándose por hablar.

—No se de que estás hablando.

El hombre se dispuso a cerrar la puerta pero Ulises no se lo permitió. Puso sus dos manos para que no cumpliera su objetivo.

—No sabe con quién se está metiendo.—Usó un tono más duro para esto.—Se van a meter en problemas.

—El que está en problemas eres tú.—Le respondió sin intimidarse.—Largate de aquí o te irá mal.

Las ofensas llegaron por parte del hombre que intentaba espantar a Ulises pero este, con toda la desesperación que tenía, no le importó.

Le seguía explicando su situación pero el hombre le dijo que no sabía nada y que no podía ayudarle.

Al final Ulises se dió cuenta que no llegaría a nada con esas amenazas. Cambió por completo su estrategia a una más amable.

—Por favor, me siento muy mal. Fue una pésima noche ayer.—Le dijo con un tono con el que casi se rompía en llanto.—Dejame hacer una llamada, es todo lo que pido.

El hombre lo dudó. Le daba desconfianza que en cuanto le diera su celular saliera corriendo para robarselo.

Al final decidió confiar y le dió su celular a Ulises quien se quedó parado. No recordaba el número de su abogado. Decidió entonces llamar a un número de emergencia que se le había dado para cualquier emergencia.

Dicho número habría comunicación directa con la policía, familia y abogados.

De estos últimos solo le respondió su abogado de confianza, aquel que dejó a su madre en la cárcel.

"Ulises ¿Dónde has estado? Te hemos buscado por todos lados." Se escuchaba por el teléfono, el cual estaba en altavoz a petición del joven que se lo prestó. "Las cosas están muy mal, los socios de tu padre no respetaron el acuerdo, han tomado las empresas, el dinero y el prestigio.

Claro que Ulises se sorprendió e impactó por aquellas noticias, pero había aprendido a estabilizarse mentalmente ante las malas situaciones.

Además, al ser un teléfono prestado y sentirse tan mal, la prioridad era otra.

—Hablamos de eso después, estoy en problemas.—Le respondió tratando de apresurarse.

—¿En problemas? Eso es muy normal para ti y tu familia última.—Lo regañó mostrando lo harto que estaba.—¿Qué ha sucedido?

—Te lo explico todo en cuanto lleguen por mi. Manda a alguien.

Su abogado se resistió para hacerlo, pero al final, después de una súplica, accedió.

Le pidió la información sobre el lugar en el que se encuentraba y le prometió enviar a una persona de confianza para que lo llevara ante él.

El tiempo en que llegaron fue muy corto. Eran una tercia de hombres que no conocía pero que le dijeron que venían de parte de su abogado.

Venían a bordo de uno de los autos de la compañía así que no desconfió y se subió.

Pensó que lo llevarían a su casa pues así lo había pedido pero ellos le dijeron que tenían otra orden.

—Ustedes trabajan para mí, llevenme a mi casa.—La autoridad y soberbia salieron a flote en ese momento, estaba tan cansado que no le importó.—¡Se lo exijo!

Los hombres solo le miraron feo y mostraron sus puños en señal de que no debía resistirse o tendrían que usar la fuerza.

Al final no pudo hacer más que mentalizarse en ir a ese lugar que lo llevaban.



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En el texto hay: #drama, #tragedia, #romace

Editado: 15.04.2025

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