Prisionera del Destino

Capítulo 22 — El Despertar de Luna

La Mansión Draven siempre guarda secretos. Pero esa mañana… parecía que uno estaba a punto de abrirse.

El amanecer apenas había roto la niebla cuando Luna llegó al claro donde Kael la esperaba. El viento arrastraba un olor a tormenta, a peligro… y a algo más profundo, casi como si la tierra supiera que lo que estaba por ocurrir no era normal.

Kael estaba de espaldas, completamente inmóvil, con las manos detrás.

No era solo un hombre.

Era una sombra con forma humana.

Una presencia que imponía incluso sin mirarla.

Cuando Luna se acercó, él habló sin girarse:

—Llegaste. Eso ya dice algo de ti.

Su voz era baja, áspera… una voz que podía destruir o curar dependiendo de su intención.

Luna respiró hondo. Sentía los nervios clavarse bajo la piel, pero también sentía algo más… como una corriente eléctrica corriendo por su sangre desde que lo vio.

Kael se giró, lento, como si disfrutara observar su reacción. Sus ojos se encontraron y algo dentro de ella vibró. No era miedo. Era… conexión. Una peligrosa.

—Hoy —empezó Kael, acercándose un paso— no voy a enseñarte a pelear. Voy a enseñarte a despertar.

Luna tragó saliva.

—¿Despertar qué?

Él tocó su mentón con dos dedos, obligándola a sostenerle la mirada.

—Todo lo que te dijeron que debías esconder. Todo lo que tú misma temiste sentir.

Su piel ardió donde él la tocó.

Era como si Kael encendiera algo dentro de ella sin siquiera intentarlo.

—Cierra los ojos, Luna —ordenó en un susurro grave—. No luches contra lo que venga.

Ella obedeció.

El aire se volvió denso.

El silencio… inquietante.

De pronto, lo sintió:

Un calor subiendo desde su pecho, expandiéndose por sus brazos, presionando detrás de su cabeza. Una energía que rugía por salir, como un animal encerrado.

La tierra bajo sus pies vibró. Las hojas empezaron a levantarse. El viento giró alrededor de ella como un remolino nacido de su propio cuerpo.

Luna abrió los ojos, jadeando.

—Kael… ¿qué está pasando? ¿Yo hice eso?

Él dio un paso hacia ella, lento, calculado, como si se acercara a un fuego que podría quemarlo… pero del que no pensaba alejarse.

—Lo hiciste —respondió con una sonrisa oscura—. Y todavía no has visto nada.

Luna sintió su corazón desbocado. Algo cambió en la forma en que él la miraba. Ya no era solo entrenamiento…

Era como si Kael viera en ella algo que nadie más había visto.

Como si la deseara y la temiera al mismo tiempo.

—Tu poder estaba dormido —dijo Kael, acercando su rostro al de ella, apenas a centímetros—. Pero hoy…

hoy empezaste a despertar, Luna. Y no tienes idea de lo peligrosa que puedes llegar a ser.

Un escalofrío le recorrió la columna.

Por primera vez, no se sintió indefensa.

Se sintió viva.

Fuerte.

Deseada.

Capaz de romperlo todo… o de salvarlo todo.

Y Kael lo sabía.

Y lo disfrutaba.




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