La tormenta no llegó del cielo, sino del interior de Luna.
Cuando Kael la sostuvo, todavía sintiendo vibrar el poder que había estallado desde su cuerpo, comprendió que no podían perder ni un día más.
Van Dorne ya los había olido.
Y Luna… ya no tenía vuelta atrás.
Kael la llevó a la habitación, cerrando la puerta detrás de él con una firmeza que hizo temblar las bisagras.
Pero no había furia en su rostro.
Había decisión. La clase de decisión que había hecho temblar territorios completos.
Luna, aún débil por la descarga, se sentó en la cama, respirando entrecortado.
—¿Qué está pasándome? —preguntó con la voz baja, rasgada.
Kael se agachó frente a ella, tomándole el rostro entre sus manos.
—Tu despertar no es normal —dijo—. Tampoco es gradual.
Te estás transformando a un ritmo que ni un Alfa podría soportar sin romperse.
Luna bajó la mirada, angustiada.
—No me siento rota.
—No —murmuró Kael, acariciando su mejilla con el pulgar—.
Te sientes poderosa. Y eso es lo que más me preocupa.
Luna levantó la vista, sorprendida.
—¿Te preocupa que yo sea fuerte?
Kael soltó un suspiro profundo, cargado de un miedo que nunca le mostraría a nadie más.
—No me preocupa que seas fuerte.
Me preocupa que aún no sabes cómo controlarte… y alguien como Van Dorne sí sabría cómo romperte.
Luna apretó los labios.
No le gustaba sentirse débil.
Pero tampoco le gustaba la sombra oscura en los ojos de Kael.
—Entonces enséñame —pidió ella—.
Hazme tan fuerte como sea necesario.
Kael se levantó lentamente, ofreciéndole la mano.
Ella la tomó sin dudar.
—No tienes idea de lo que estás pidiendo —dijo él, con una sonrisa apenas perceptible, peligrosa—.
Pero lo tendrás.
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Lo llevó fuera de la mansión, cruzando los jardines hasta un lugar que Luna no había visto antes:
una estructura de piedra semienterrada, cubierta por raíces gruesas y antiguas.
Parecía un templo escondido entre los árboles.
—¿Qué es este lugar? —preguntó Luna.
Kael empujó la puerta pesada y un aire frío salió desde dentro.
—El único sitio donde puedo entrenarte sin que la mansión estalle completa —respondió sin girarse.
La siguió adentro.
El lugar estaba iluminado por antorchas azules que no parpadeaban.
El piso, marcado por arañazos profundos.
Las paredes, con símbolos que no parecían humanos… ni lobunos.
Era un santuario.
Uno de guerra.
Kael se paró frente a ella, su sombra proyectada en la pared pareciendo la de una bestia colosal.
—Aquí vas a aprender qué eres —dijo él.
Luna tragó saliva.
—¿Y si no me gusta lo que descubra?
Kael dio un paso hacia ella, inclinándose apenas, dejando que su olor la envolviera.
—Luna… —susurró con voz baja, oscura, grave—
tú no estás hecha para gustarle al mundo.
Estás hecha para romperlo si te toca.
El pulso de ella se aceleró.
Una chispa de poder saltó desde su piel hasta la de él.
Kael no se apartó.
Al contrario.
—Otra vez —ordenó—.
Suéltalo.
Luna negó, dando un paso atrás.
—Tengo miedo de lastimarte.
Kael sonrió.
Una sonrisa lenta, peligrosa, completamente Alfa.
—Yo no soy quien corre peligro aquí.
Luna sintió su orgullo arder.
Sus manos hormiguearon.
Su pecho vibró como si un animal intentara salir.
—Kael… siento que algo dentro de mí quiere—
No terminó.
La energía la envolvió como un aura plateada.
Las antorchas azules cambiaron de color a blanco intenso.
Kael la observó con una mezcla de fascinación y alerta.
—Mírame —ordenó él.
Lo hizo.
Y eso bastó para que su poder respondiera.
Una onda salió de ella con un rugido silencioso.
El suelo tembló.
Una columna de piedra se resquebrajó.
Kael dio un paso firme y la sujetó por los antebrazos, clavando su mirada en la de ella.
—Concéntrate en mi voz —dijo, grave—.
No en lo que sientes.
En mí.
Luna respiró temblando.
Su poder quiso empujarlo.
Pero Kael resistió, tensando los músculos, conteniéndola.
—No eres oscuridad —dijo él—.
Eres mi Luna.
Concéntrate.
Luna cerró los ojos un segundo, y la luz alrededor de ella comenzó a disminuir… pero no apagarse.
Kael acercó su frente a la de ella, casi tocándola.
—Muy bien —murmuró—.
Ahora toma el control.
Luna abrió los ojos.
Y entonces, por primera vez, no sintió miedo del poder.
Lo sintió… suyo.
Las antorchas recuperaron su color.
El aire se calmó.
La vibración del suelo paró.
Kael la sostuvo unos segundos más, asegurándose de que estuviera estable.
—Así —susurró él, casi orgulloso—.
Así es como empieza.
Luna respiró profundo, agotada pero desafiante.
—¿Qué sigue?
Kael tomó su mentón con suavidad, pero con liderazgo absoluto.
—Ahora —dijo lentamente—
te voy a enseñar a usarlo contra quien venga por ti.
Los ojos de Luna brillaron, no solo con poder… sino con hambre.
Y Kael sonrió con un orgullo oscuro.
Por primera vez desde que Luna había despertado…
el Alfa no la temía.
La reclamaba.