Prisionero

UNO

El sol me despertó aquella mañana arrancandome del mundo de los sueños para devolverme al mundo de las pesadillas. A pesar de haberme despertado, lo que menos deseaba era levantarme y empezar el día.

Nada, repito, nada me motivaba a salir de la cama ya que no tenía ánimos de nada. Ese era mi sentir cotidiano y continuo. Sin embargo debía colocarme la máscara, como de costumbre, y empezar a enfrentar a mi familia. En particular a mi padre, el empresario dueño de una de las empresas más poderosas del país. Endeavor.

Entré al baño a ducharme. Mientras sentía la tibieza del agua recorrer mi cuerpo recordé el enfrentamiento que anoche tuve con mi padre. Una vez más volvió a la carga con lo mismo de siempre, su intensión de llevarme con él a su maldita empresa y sea igual que él. Llevar su apellido no es algo que me enorgullezca y siempre se lo hacía saber.

Durante toda mi vida padecí su tiranía y la locura de mi madre quien solo deseaba sacar provecho de mí ganándose cada vez más el amor de mi padre.

Si su intensióm hubiese sido sincera yo personalmente la habría apoyado pero sabía que únicamente le interesaba los lujos y las comodidades por eso adulaba a su marido, mi padre continuamente.

Las presiones las tenía con mis hermanos también ya que cada quién ocupaba algún puesto en Endeavor ganando jugosas cantidades de dinero y a su vez obteniendo contactos y beneficios importantes. Pero a costa de sus propias almas. Realmente no me sentía parte de los Todorokis.

Apoyado en la pared con los ojos cerrados, escuchaba retumbar en mi mente las crueles palabras de mi padre denigrándome como solo él conseguía hacer.

Cuando sentí que mi resistencia estaba llegando al límite dí un puñetazo a la pared sin importarme el dolor que aquello me provocaba. Al recuperar el control perdido recién salí de la ducha. Me vestí con extrema lentitud sin deseos de verlos.

Pero cuando no pude seguir prolongandolo más salí de mi habitación para encontrarme directamente con mi padre quien me ordenó seguirlo a su despacho.

Frunciendo el ceño me negué, ya había tenía suficiente anoche. Pero él no estaba dispuesto a soportar una sola negativa de mi parte. Suspiré agotado y en silencio me limité a seguirlo.

Una vez dentro vi a mi madre que con pose de reina nos esperaba mientras fumaba un fino cigarrillo. Apenas se dignó a mirarme cuando llegué.

Mi padre sin rodeos me soltó:
— A partir de hoy irás a un internado donde nos aseguraremos de que aprenderás todo lo que necesitas saber para seguir formando parte de mi familia.

Nuestras miradas se cruzaron mostrando las durezas que sentiamos mutuamente. Aquellas palabras me golpearon en más de un sentido.

¿Seguir formando parte de su familia? ¿Estaba hablando en serio? ¿Iría a un internado?

Fruncí el ceño indignado al tiempo que decía:
— ¿Qué es lo que pretendes en verdad? — le espeté con desdén.
Su sonrisa maligna me enardeció. Mi madre, como de costumbre, encendió un.cigarrillo y tras dar una bocana exclamó:

— Te volviste muy impertinente y estamos a punto de considerar la idea de desheredarte pero....eres nuestro hijo y haremos lo que sea para que cambies tu postura.

— ¿O sea que el plan ahora es hacerme encerrar? No me interesa.
— Esta misma tarde partirás. Además estarás muy bien vigilado — respondió mi padre.

Súbditamente sentí que me asfixiaba. ¿Por qué me hacían esto mis padres? La mirada de mi padre me herizaba los bellos de la nuca.

Podía notar su avidez de poder y deseo de manipularme. Ésto sucedía porque Enji estaba muy acostumbrado a salirse con la suya. Los Todoroki eran siniestros y particularme no me sentía parte de ellos. Aquella pesadilla me perseguía como una maldición.

El resto de la mañana la pasé preparandome para irme a un sitio que desconocia y al que no deseaba asistir. Cuando salí de la mansión sentía que estaba siendo llevado a una prisión.

Cuando llegué, aquella fachada del Internado me asfixió debido a la idea de encierro que solía verse.

Respirando profundo entré. Debo reconocer que le había acertato en todo ya que las puertas y rejas abundaban por todos lados.

Fuí conducido a los dormitorios donde cada uno teníamos nuedtra propia habitación. Mi padre hablaba con el director los últimos detalles mientras los criados llevaban mis pertenecencias a donde sería mi habitación.

Era amplia pero pequeña en comparación a la mía de la mansión. La cama estaba situada en el centro del lugar. Una inmensa araña tornasolada colgaba del techo.

Los ventanales daban al jardín, pero la presencia de las rejas me hacía sentir claustrofóbico. El día estaba lluvioso. Los placares tenían el mismo tamaño que los que yo tenía en casa.

Nada de lo que ofrecía ese internado llamaba mi atención debido a que fueron mis padres quienes lo eligieron. Mi padre acabada la charla con el director entro en el cuarto y me dijo sombríamente:

— Aquí te formarás como es debido Shoto. Si todo sale bien, demostrarás que eres digno merecedor de nuestro apellido. De lo contrario te lo retiraré y....sabes lo que eso implica ¿cierto?

Por supuesto que lo sabía, aquello sería ser arrojado a las calles y tener uns vida de mendigo. Pero lo que había vivido hasta el momento era una existencia miserable que no se podía llamar vida.

Ni siquiera me digné a mirarlo debido al estado emocional en el que me encontraba. ¿Tan difícil era desear una vida normal?

— Rejas, puertas y candados es lo que abunda en éste lugar. Que extrañas ideas sobre educación tienes padre. 
— Es lo que necesitas para reconocer a tus superiores.

"¡Nunca te reconoceré a ti!" Pensé dolido sin decir nada. Pero es que era cierto ¿cómo podía reconocer a quien se hubo deleitado torturandome durante toda mi niñez?

Cerré mis ojos y las imagenes de mi niñez estando encerrado en el sótano de nuestra mansión volvieron a mí.

Tan solo tenía seis años de edad cuando él decidió encerrarme en ese maldito lugar, envuelto en la oscuridad. Por su culpa ahora me aterraba la oscuridad entre otras cosas.




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