Prisionero

DOS

El despertador sonó estrepitosamente pero yo me incorporé sin ganas. Sin pensar nada me fuí al baño a ducharme. Momentos después estaba frente del espejo contemplandome.

Pantalón gris medias grises, zapatos negros, camisa blanca, corbata roja y pulover cuello V rojo. Mi cabello bicolor se veía como siempre.Blanco y rojo.

Tan pálido como de costumbre parecía un vampiro. Mi turquesina mirada estaba vacía, sin vida. Así era como me sentía.

Tras suspirar profundo tomé mi mochila con los útiles dentro y salí rumbo al salón de clase. Tenía 16 años y empezaba a cursar cuarto año.

Sabía donde debia ir gracias a las indicaciones de Izuku del día anterior. De camino fuí contemplando el lugar, seguía sin gustarme como se veía aún siendo de día.

Rejas, puertas y candados. Encierro y asfixia. Cerré los ojos unos instantes para recuperar el control y volverlos a abrir.

No soportaba la idea de encierro. Pero mis padres no opinaban como yo. Tendría que hacer lo me pedían ésta vez ya que no me dejaron opciónes.

Podía imaginar a mi padre reir en su despacho complacido mientras sostenia una copa de champan para brindar con mi madre por el éxito obtenido. No era lo que se esperaba de una verdadera familia lo sé, pero es lo que hay.

Cuando llegué al salón el celador me pidió esperar fuera hasta que todos entren. Recién entramos nosotros.

Las miradas de todo el salón se centraron en mí, aunque había algunos que ya conocí el día anterior tras ser presentado por Izuku.

— Él es Shoto Todoroki — dijo el celador a la clase — Desde éste año estudiará en este lugar. Sientate junto a Izuku Midorilla.

Luego se retiró. Sin decir nada ni mirar a nadie ocupé mi lugar. Izuku me sonrió pero lo ignoré. No quería hacer amistades ni nada por el estilo.

No tenía esa intensión. Esa mañana pasó sin penas ni glorias. Durante las clases prestaba atención comprobando que en su mayoría eran aburridas para mí debido a lo fácil que me resultaba todo.  En los recreos preferia estar solo sin hablar con nadie.

Era conciente de las miradas de los demás pero el muro que puse les impedía llegar a mí. En un determinado momento Izuku se me acercó.

Fue a la hora del almuerzo, como estaba algo agotado no dije nada.

Además él despertó mi interés desde que lo ví pese a mi mismo.

Izuku me contaba cómo funcionaba todo y de qué manera podría evitarme problemas.

Luego siguió hablandome de otras cosas que no presté atención ya que me había empezado a distraer mirando su rostro angelical, su sensual cuerpo al ver cómo se desabotonaba los tres primeros botones de la camisa.

Su sonrisa era en verdad encantadora. Molesto conmigo mismo desvié la mirada hacia otro lado.

¿Qué demonios me estaba pasando? ¿Desde cuando tenía este tipo de sensaciones y en especial hacia otro chico?

Si mi padre se llegase a enterar de ésto me desheredaría de todo encerrandome directamente en un psiquiátrico. Respiré hondo provocando que Izuku se sonroje. Lo miré levantando una ceja interrogativa.

— Disculpa si te abrumé — dijo con esa sensualidad que empezaba a resultarme familiar y encantadora.
— No te disculpes Izuku, de echo quien debería hacerlo soy yo por haber sido tan hostil.

Nos quedamos en silencio unos momentos mirándonos pero nuestra paz se vió destruída con la llegada de dos molestos compañeros.

Uno rubio y otro pelirojo quienes se sentaron en nuestra mesa sin ser invitados. El rubio tenía una mirada que denotaba locura.

La forma en que trataba a Izuku era bastante desagradable.

El pelirojo no solo lo secundaba en todo, sino que además  molestaba a Izuku de una forma cruel.

Pero el peliverde no hacía nada por defenderse, más bien bajaba la mirada soportando esas agresiones.

Fingí que no me importaba aquello y miré para otro lado. Quería saber hasta donde eran capaces de llegar esos dos y cómo reaccionaría Izuku.

Cuando el rubio quiso abrazarlo, Izuku colocó su brazo izquierdo entre ellos intentando alejarlo de su persona pero no dijo una sola palabra.

— Kacchan déjame ya — le dijo el peliverde tímidamente pero el otro se volvió violento y lo rodeó con sus brazos con fuerza.

— Deku me perteneces y lo sabes. Deja ya de resistirte — luego aquel que según recuerdo se apellida Bakugo me miró de forma desafiante 
— ¿Qué estás mirando? — me espetó a modo de desafío.

Me molestaba bastante ese sujeto y su amigo que reía como un idiota. Pero me molestaba muchisimo más, el hecho de desear romperle la cara a Bakugo y llevarme a Izuku lejos de él.

Tuve que esforzarme bastante para controlarme y mantener mi fachada de frialdad e indiferencia. Me recordé que tenía mis propios problemas, y sin responder nada sujeté mi bandeja con comida, me coloqué de pie y me retiré.

Por el rabillo de mi ojo pude ver la expresión de completa desolación de Izuku, quien me miraba con intensa desesperación. No me gustaba el camino por donde estaban encaminándose las cosas.

Las risotadas de esos malnacidos me indignaron, pero si Izuku no hacía algo por sí mismo, yo no tenía por qué intervenir.

Me senté en otra mesa bastante alejada de ellos, y sin distraerme acabé de almorzar. Luego dejé la bandeja en el lugar donde correspondía, para dirigirme a mi habitación.

En el camino, vi cómo Bakugo arrastraba a Izuku lejos del comedor y de todos, sujetándolo de sus brazos con fuerza, se lo llevaba al interior de un cuarto mientras quedaba el pelirrojo en la puerta, vigilando que nadie se atreva a entrar.

Nadie, absolutamente nadie, se había percatado de ésto o al menos eso parecía.

Respiré profundo y mientras me dirigía al lugar donde Bakugo y su amigo llevaron a Izuku por la fuerza me decía:

"Debo estar totalmente loco".




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