No sé qué tan descortés me vi, cuando le pedí a Helen que me llevara a mi habitación, pero tampoco me importó mucho. Lo único que quería era estar sola. Había pasado tantas emociones en un solo día. ¡Y pensar, que hace apenas un día, estaba tan feliz en el orfanato junto a Ivana, y ahora me encontraba durmiendo en una habitación que era por mucho, más amplia que mi antigua alcoba!
Me encontraba recostada mirando hacia el techo, con mi mente exhorta en todo lo que había pasado, cuando sentí que alguien se metía en mi cama. Tiré de la sábana con fuerza y di un pequeño giro, cayendo al suelo de golpe. Levanté la mirada hacia la cama un poco asustada cuando sentí que alguien respiraba cerca de mi nuca.
─¿Te asustaste, hermanita? ─me susurraron al oído. Me levanté ahogando un grito. Volteé aterrada y vi a Patrick y Daniel riendo. Giré hacia mi cama y vi a la pequeña Thara sentada, observándome con esos ojos suyos, tan azules e inexpresivos.
─¿Qué hacen ustedes aquí? ─pregunté.
─Tenemos algunas advertencias que hacerte ─respondió Thara. Una media sonrisa se me dibujó en el rostro.
─¿De modo que ahora me amenazarán? ─les dije con sarcasmo.
─¿De qué diablos estás hablando? ─dijo Favela, quien no supe de donde salió─ ¿No entiendes acaso lo qué significa una advertencia?
─Déjala en paz Favela, lo único que provocarás será una pelea ─le reprochó Thara sin apartar su vista de mi rostro─. Díselo tú, después de todo si decidiste presentarte debe de ser por algo ─no supe a quien se dirigía hasta que escuché su voz.
─¿Crees acaso que ella querrá escucharme a mí? ─preguntó Tadeo, quien se encontraba detrás de los gemelos. Verlo me hizo recobrar la ira que había sentido hace pocas horas.
─¿Quieren hacerme el favor de hablar de una buena vez? Estoy cansada. Tal vez no lo sepan, pero este no ha sido el mejor día de mi vida ─les dije irritada.
─Créeme que mañana no será mejor ─comentó Daniel.
─Escucha, Merina, hay algo que debes de saber ─dijo Tadeo. Yo volteé a verlo y le dediqué una mirada envenenada.
─Creo que hay muchas cosas que necesitaba saber ─le reproché. No aparté mi vista de su rostro, esperando que el peso de mi mirada lo hiciera sentir mal. Sin embargo, él no se vió intimidado. Thara se levantó de la cama y se acercó a él, tocando su hombro izquierdo y viéndolo tiernamente. Después de un instante, los gemelos se acercaron de igual manera observándome, de manera pícara. Favela, un poco molesta hizo lo mismo colocándose al lado de Thara. Me vi rodeada. No sabía qué era lo que estaban planeando, pero no me gustaba nada. Torcí la boca y bajé la mirada con burla─. Nunca imaginé encontrarme en una situación como esta ─les dije con la vista en mis zapatos─ ¿Qué harán ahora? ¿Piensan atacarme? Eso es algo injusto, cinco chicos dotados, contra una indefensa Exótic ─levanté la vista y vi fijamente a Tadeo─. Además, ¿no se supone que ahora somos hermanos? ─por fin su expresión cambió. No supe con exactitud, que era lo que estaba pasando por su mente en ese instante. Se veía raro, se veía asustado, y hasta donde yo sabía, Tadeo no le temía a nada.
─Hacerlo sentir mal, no te ayudará con tu reto de mañana ─dijo de pronto Thara. Volteé hacia ella y sentí un ligero picor en la sien. Entré cerré un poco los ojos, sin saber por qué causa. La pequeña se acercó a mí y me pidió que me inclinara. Yo obedecí ciegamente y me incliné hasta quedar de su tamaño. Ella tocó mi frente con su dedo y al instante el picor se marchó.
─Estás tensa ─me dijo. Favela rió con fastidio, mientras cruzaba los brazos y ponía los ojos en blanco.
─Ya me harté de esto ─dijo molesta. Se acercó a mí y me dio un ligero empujón─. Escucha, esto no me gusta más que a ti, pero no tenemos otra opción. Ahora eres una Park y lo quieras o no, nosotros somos tus hermanos. Independientemente de lo que sea que tú, y el tarado de Tadeo hayan vivido en el mercado ─escucharla decir eso me irritó. No podía creer que Tadeo se atreviera a contarle, todo lo que hacíamos. Me sentía traicionada. No supe como logré controlar, las inmensas ganas que tenía por irme encima de él y sacarle los ojos con las uñas. De repente, recordé a Victoria. Me pregunté si Tadeo había sido lo suficientemente estúpido como para hablar de ella.
El clero tenía cientos de reglas que cada uno de los habitantes de las provincias tenía que cumplir ciegamente. Muchas de ellas eran de lo más ridículo. Estaba estrictamente prohibido hablar del sistema que mantenían los gobiernos "paganos" del pasado. Según los Ilunight, hablar del pasado, retardaba nuestro avance hacia un futuro mucho más fructífero. Según ellos claro, porque el mundo en el que actualmente vivimos, es un asco.
Tenía miedo por Victoria, pues ella era una especialista en romper normas, sobre todo esta. Nadie visitaba nunca su tienda, salvo por Tadeo y por mí. Incluso la guardia inquisitorial, la llamaba loca y se alejaba de ella. Pero si Tadeo fue capaz de hablar de mí con estos tipos, tal vez habló también de ella. Sé que Tadeo no la delataría con el clero, pero no sabía lo que los Park podían hacer, después de todo, Helen era la hermana de la comandante Rosetth. Observé a Tadeo, con la esperanza de que viera en mis ojos lo que trataba de decirle. Sin embargo, él no me veía.
─Ella está a salvo ─me dijo Patrick, con una voz tan tranquila que casi no le reconocí. Volteé a verlo sorprendida. Por un instante me dió la impresión de que esos chicos eran capaces de leerme el pensamiento y eso me alarmó. Di algunos pasos hacia atrás, sin apartar la vista de aquellos chicos, cuando tropecé con un pequeño cofre que estaba junto a mi cama. Este cayó al suelo y de él, cayeron algunas prendas. Tadeo se acercó a mí y me ayudó a ponerme en pie, pues estaba tirada en el suelo.
─¿Estás bien? ─me preguntó el chico. Yo volteé a verlo y al instante mi rencor hacia él, regresó. Tiré de mi brazo con fuerza y me puse de pie yo sola.