Prodigium

Primera parte - Capítulo 10

No era su primera vez cerca de la muerte, pero aquello le había dejado temblando. Suspiró de alivió y secó sus lágrimas. Pero algo se sentía extraño, distinto. Miró sus manos, el dedo índice de su mano derecha estaba a mitad. No como si hubiera sido recién cortado, sino como si hubiera nacido sin él. Un grito se ahogó dentro de ella, su respiración dolía como si el aire se hubiera vuelto sólido.

 

El hombre dejó escapar su risa gruñida.

 

- Entiendes, pero no estás exenta de sus reglas. - Ella no entendía, solo lo miró aterrada. - Te explicaré mejor - Y procedió a quitarse la máscara, dejando a la vista la mitad de un cráneo momificado y la otra mitad eran solo símbolos y destellos de luz distorsionada esporádicos. Delfina gritó por puro instinto, tomando un candelabro y luego agitándolo frente a ella como amenaza - Si pudieras matarme, ya hace mucho otro lo hubiera hecho - Y procedió a quitarse el resto de su ropa, quedando solo con unos pantaloncillos de tela amarillentos. La mitad izquierda eran solo códigos y luces, salvo por las piernas, que eran igual de esqueléticas que el resto del cuerpo. Su brazo izquierdo se veía un poco más sólido, pero igual esquelético. La chica notó que el brazo del cadáver se veía igual: Entre sólido y símbolos. - Aún no he logrado pasar el brazo por completo. Estoy en eso...

 

- ¿Qué es todo esto? - Dijo la chica sin evitar las lágrimas que corrían por sus mejillas.

 

El hombre volvió a vestirse hasta la máscara.

 

- Tú dime. Acabas de usar lenguaje antiguo para curarte...

 

- ¡Perdí mi dedo!

 

- Medio dedo. No es mucho - De nuevo su risa seca - Yo perdí todo mi cuerpo - Delfina miró el medio cadáver que estaba sobre la mesa. El hombre tomó algunos cuadernos que estaban en las estanterías y las puso junto al cadáver - Ahora, traduce esto para mí.

 

Con miedo, ella comenzó a leer, todos eran apuntes propios de aquel hombre. No los entendía del todo, pero sí era impresionante que hubiera aprendido tanto con tan pocos datos. Ella también aprendió por su cuenta, pero ni teniendo todo el material del mundo a su alcance, había logrado tanto como él.

 

- La verdad, yo... No conozco mucho...

 

- Tal vez no mucho, pero algo sabes.

 

- Pero... Mi dedo...

 

El hombre se puso junto a ella, y le explicó sobre el código que ella misma había usado. Pero su cercanía le hacía temblar, la había intentado matar solo unos minutos antes. Un gruñido retumbó en la habitación, y un dolor de estómago le atacó, aunque aun se sentía en peligro, su cuerpo no soportaba más, su visión se tornó borrosa, hasta que solo hubo oscuridad.

 

Al despertar, vio el techo de piedra, y se sintió confundida ¿Había sido un sueño? ¿Seguía ella en Gruta? Al incorporarse, se dio cuenta que no era así. Aquella era una cama blanda, con un grueso edredón de plumas y una cobija de lana. Se levantó de un salto, tropezando con su propia bata de seda. En ese momento fue consiente de lo sucedido hasta entonces y lanzó un grito de rabia y vergüenza. La puerta se abrió con un rechinido que delataba sus años en desuso, por la cual se asomó un esqueleto.

 

- ¿Está usted bien? - Dijo con voz femenina e infantil, sin mover la quijada y en el idioma común. - Delfina se levantó y corrió a pegar su espalda a la pared, con nerviosismo. Sin esperar invitación, el esqueleto entró, y vestía un discreto vestido de campesina y una cinta negra con lazo blanco en forma de flor en su cabeza. - Lamento haberla asustado... ¿Puede usted entenderme? - La humana dudó unos instantes, y asintió con su cabeza - ¡Bien! El señor Nero ya debe tener listo el desayuno. Permítame indicarle para que se vista y vaya con él.

 

Luego de ponerse un sencillo vestido negro, fue llevada hasta el comedor, dónde había pan, mantequilla, huevos, salchichas y frutas variadas. También estaba el hombre, simplemente sentado a la cabeza de la mesa, esperando a la humana.

 

- Desperdicios secos y mohosos pueden ser una gran comida ¿no crees? - Delfina no pensó en aquellas palabras, sino que devoró todo lo que tuvo a su alcance, lágrimas de alivio corrían por su cara. - Termina pronto, tienes que ayudarme con el lenguaje.

 

- Ahora soy tu rehén ¿No?

 

Nero rió, llevando su mano derecha a su boca por instinto.

 

- ¡No, no! No eres mi rehén... Eres mi compañera de estudios.

 

Luego de la buena noche de sueño y ya con el estómago lleno, Delfina sentía que había recuperado su fuerzas.

 

- No quiero - Dijo con firmeza.

 

- En ese caso, tendré que matarte.

 

- ¡Entonces sí soy tu rehén!

 

Con un gesto llamó a la esqueleto.

 

- Ya conociste a mi pequeña Bianca. Ella fue quién te vistió anoche. Estaré muerto, pero sigo siendo un hombre - Nero Rió - Parecías perdida ¿O vas a algún lado? ¿Acaso alguien te espera en casa?

 

Aquellas palabras dolieron más de lo que debían. No era la primera vez que debía responder a aquella pregunta.

 

- N... No - Murmuró.

 

No tenía una razón real para negarse, salvo el hecho de que él había intentado matarla la noche anterior. Pero hoy parecía inofensivo, hasta amable.

 

- Señor Nero, debo retirarme a mis quehaceres. Si necesita algo, solo dígame.

 

El hombre tomó con suavidad la mano de la sirvienta, pero esta solo se alejó sin darse cuenta de nada. Aquel fulgurante ojo rojo pareció opacarse cuándo la esqueleto dejó la sala.

 

- Supongo que no tengo otra opción. Te ayudaré - Delfina miró su dedo amputado, tocándolo con el pulgar, era como si aun pudiera tocarlo, pero su cerebro luchaba con hallar coherencia entre lo que sentía y lo que veía. Miró a Nero y sintió exactamente lo mismo hacia él.




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