Prodigium

Primera parte - Capítulo 11

-¿Por qué? ¿Por qué a mí - Se preguntaba el orco.

 

Había sido dopado con suficiente veneno como para matar a un humano, pero a él solo le causaba debilidad y algo de náuseas, cosa que era empeorada por el bamboleo de la carreta. Además de que las cadenas que le habían puesto no eran precisamente cómodas.

 

- ¡Suuuuuuper! ¡Por este nos pagarán bien! - Dijo una voz masculina

 

- ¿Faltará mucho para llegar con Mamá Airith? - Dijo otra más profunda y envejecida.

 

- Hay demasiada nieve - Exclamó una voz potente y femenina - Es un milagro que las ruedas no se hayan roto con este frío.

 

Al abrir los ojos, solo podía ver a un joven de orejas puntiagudas que vestía una gruesa capa que podría confundirse con su cabello castaño y descuidado. Tenía una sonrisa maliciosa que parecía perpetua.

 

- ¡Ooooooh! ¡Nuestra mercancía ya despertó! - Dijo el muchacho, que fue la primera voz que había escuchado - ¡Eh, Ravi! ¿Cuánto le inyectaste la última vez?

 

- Lo suficiente para matar a un caballo - Respondió la chica, que al parecer iba manejando la carreta.

 

El joven elfo silbó complacido.

 

- No tengo tiempo para esto - Murmuró el orco, pero su cuerpo no respondía.

 

- ¿No hará falta más? - Dijo el hombre, que pudo ver como un humano regordete y calvo hasta las cejas, pero con penetrantes ojos azules, cubierto con la capa de un oso negro.

 

- Ya escuchaste a Ravinaya. Si le ponemos más, podríamos matarlo, y entonces nos pagarán menos.

 

¿Por qué siempre que iba en busca de la humana le pasaba algo malo? Tal vez aquella humana le había echado una maldición o algo.

 

La carreta se tambaleó bruscamente, casi volcándose. Se escuchó el impacto de algo pesado contra la nieve.

 

- ¡Ravi! - Exclamó el elfo.

 

- ¿Estás bien? - Preguntó el humano.

 

Unos gemidos de dolor confirmaron que al menos seguía viva.

 

- Pasó lo que temía. Una de las ruedas se ha roto.

 

- ¡No me jo...!

 

- ¿Puedes repararlo?

 

La carreta se enderezó unos segundos, para dejarse caer de nuevo.

 

- No puedo levantar la carreta, deben bajar al orco.

 

- ¡¿Eh?! ¡Pero si pesa más que Dolf y yo juntos!

 

- Por eso deben bajarlo - La mujer se asomó por la parte trasera de la carreta, y aún dopado, Vrokak no pudo evitar lanzar una exclamación de asombro. Era una orca, de largo cabello ondulado y decoraciones de oro en sus colmillos inferiores. La mujer era enorme, aunque su capa de lana parecía suavizar sus rasgos y resaltar sus ojos oscuros - Oni, bájate. Dolf y yo bajaremos al orco.

 

Y así lo hicieron, tirando sobre la nieve al pobre desgraciado.

 

- ¿Puedo al menos saber qué harán conmigo? - Preguntó.

 

- Te llevaremos con Mamá Airith para que te venda como esclavo - Dijo el elfo con una amplia sonrisa.

 

- ¡Oniruss! - Gritó Ravi a modo de regaño.

 

- No fraternices con la mercancía - Aclaró Dolf.

 

Oni solo reaccionó con una risilla avergonzada.

 

Un leve gruñido se escuchó en el bosque.

 

- ¿Tan pronto tienes hambre, Dolf? - Dijo el elfo burlón.

 

El humano se puso tenso, mirando a su alrededor.

 

- No fui yo.

 

La orca sacó un cuchillo casi tan grande como su antebrazo.

 

- Un tigre de las rocas - Dijo Vrokak con una sonrisa cínica.

 

La orca le devolvió el gesto.

 

- Bien que conoces a la criatura ¿No?

 

El bosque estaba en absoluto silencio, salvo por el ruido de ramas rompiéndose, el cuál se hacía cada vez más fuerte. Los caballos estaban alterados, al principio solo mostraban nerviosismo, hasta que llegaron al punto de encabritarse, a lo que Ravi tuvo que saltar a intentar calmarlos, sin éxito, por lo que escogió soltarlos antes de que corrieran llevándose la carreta a cuestas.

 

Los otros dos bandidos se colocaron espalda con espalda. Oni empuñando un par de karambits, mientras que Dolf se cubrió por completo con su capa, transformándose en un híbrido de humano y oso, pero con zarpas especialmente grandes y al cuál parecía no le molestaba mostrar su pecho al frío. Ravi empuñaba su enorme cuchillo a la vez que cubría su rostro con él.

El encuentro era inminente, un enorme felino de pelaje pardo saltó al medio del camino. Este era en tamaño casi el doble de un caballo, con dientes a proporción y un par de cuernos retorcidos. Este se lanzó contra los dos hombres, pero Dolf lo interceptó sosteniendo sus fauces, dando oportunidad a Oni de saltar sobre el animal y clavarle sus cuchillos. El tigre pudo contra el humano, mordiendo una de sus zarpas y agitándolo como si fuera un simple muñeco de trapo. La piel del tigre era dura, los karambits de oni apenas si le rasguñaban. En el instante en que la orca saltó al combate, el animal dejó al berserker para lanzar una dentellada contra ella, la cual falló por poco, ella no titubeó ni un segundo y descargó su cuchillo contra su enorme hocico, pero en el momento en que ella estaba desprotegida, el tigre le mordió en el hombro y empezó a sacudirla, mientras ella intentaba en vano hacerle daño en la nariz.

- Están haciendo todo mal - Gritó Vrokak, mientras se sentaba, que era para lo único que sus fuerzas le permitían.

Con dificultad, Ravi logró atinarle al ojo del tigre, con lo que consiguió soltarse, pero su cuerpo ya estaba cubierto de su sangre púrpura. Oni sacó el veneno que Ravi le había dado para el orco e intentó inyectarlo en el animal, pero la aguja, aún con su grosor, se rompió al primer intento.

- Maldito frío - Murmuró mientras hacía el esfuerzo sobrehumano de no soltarse.




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