La provincia de Shanteki Wumi era grande, con toda clase de razas y culturas, con distintos idiomas, que hacían de aquel lugar un paraíso caótico. Y aún con todo eso, la noticia de que el regente Sinh había desaparecido, se esparció como la pólvora, dando como consecuencias cientos de rumores, a cada cuál más disparatado que el anterior.
"Está en una misión secreta encomendada por el propio Rey"
"Fue secuestrado por salvajes para iniciar una guerra"
"Se fugó con una mujer"
"Se fugó con un hombre"
Y así, dónde el límite era la viva imaginación de sus habitantes.
Víctor fue de los primeros en enterarse. Y no podía estar más feliz. Sin el kubari, de inmediato pagó a un mensajero para que enviara su reporte a Larthe. Su razón de ser estaba en aquella carta, pero al momento de entregarla, una voz dulce e imponente le detuvo.
- ¿Qué llevas ahí? - Dijo Laela.
Un escalofrío le recorrió la espalda hasta sus rodillas que las hizo temblar, mas esto no le impidió agitar el documento con descaro frente a la paladín.
- Esto... ¡Esto! Es la verdad sobre mi compatriota.
Por un instante, Laela perdió el aliento, temiendo que aquel carroñero supiera que ella les dejó ir.
- No hay nada qué contar, más de lo que yo expliqué en mi reporte - Ella intentaba mantener un tono inexpresivo - Los monstruos eran fuertes, pero la chica no supone ninguna amenaza...
- ¡Error! - Gritó el hombre mostrando su brazo huesudo - Tú has visto lo de lo que soy capaz. Y esa chica es igual que yo, ¿Crees que es prudente dejarla libre?
- Pero el terrateniente...
- ¡El terrateniente Sinh no está! - El hombre estaba agitado, su pecho ardía y su respiración era errática - Es nuestra oportunidad para hacer algo. A medida que el tiempo corre, Los Salvajes avanzan en sus planes.
- ¿Planes? ¿Qué planes?
Víctor titubeó, lo que hizo que Laela cruzara los brazos. Si bien él era capaz de realizar milagros y hasta "predecir" el futuro, si le contaba a la paladín lo que estaban haciendo los salvajes, jamás le ayudaría.
- No lo sé, pero lo sucedido con Larthe no fue un capricho de Robrick. Algo están tramando, y la ventaja que tienen por tenerme a mí se irá a la basura si esa chica llega a ponerse de su lado.
El cálido sol les animaba a seguir andando. A cada paso que la paladín daba, aumentaba su sentimiento de haber tomado la peor decisión en su vida, mas su moral le impedía dar marcha atrás. Odiaba admitirlo, si la chica era capaz de la mitad de lo que aquel carroñero podía, la guerra sería aún más difícil de lo que ya parecía ser.
- Debimos traer los caballos - Dijo Víctor con un tono casi infantil.
- Te escuché las primeras seis veces.
- ¡Y cada vez estamos más lejos! Volvamos y busquemos caballos.
Maür dio un paso hacia el humano, con actitud hostil, pero fue detenido discretamente por Gallard, que aun tenía sus vendajes.
- Los caballos son caros, y si algo les llega a pasar, tendremos que pagarlos.
Víctor chasqueó la lengua, frustrado. Dejó pasar unos minutos, y repitió sus quejas. El enano parecía dispuesto a romperle el pescuezo con sus propias manos, muy levemente retenido por el herido elfo. Y así, se repitió aquel patético acto, hasta que en un arranque de furia, Maür se lanzó contra el insufrible humano, pero Sarie, la clérigo, se adelantó, tomando con suavidad el rostro de Víctor.
- Por favor... - Dijo en voz muy baja, con su nariz casi tocando la nariz del hombre - Estamos débiles, ni siquiera queremos estar aquí - Con cada palabra presionaba el rostro con más fuerza - Ya. Cállate.
Con la contundencia del regaño de una madre, aquello mantuvo callado a Víctor, no sin que su lenguaje corporal expresara su descontento.
Después de varios días, llegaron a las ruinas de la fortaleza, donde se habían enfrentado a la chica y a sus guardianes. El lugar estaba vacío, y sin ninguna prueba aparente de su paradero. Aquello era un callejón sin salida. Pero Víctor mostró un optimismo presumido ¿Cómo creen que la habían encontrado la primera vez? Con su mano esquelética, dibujó un pequeño círculo en el aire, el cuál mostró un mapa de luz muy sencillo que mostraba un punto verde junto a cinco puntos azules.
- ¡¿Tenías un mapa?! - Reclamó el bárbaro - Nos hiciste venir hasta aquí ¡¿Cuándo tuviste un mapa todo este tiempo?!
Mientras discutían, Gallard parecía incómodo con algo.
- Mi mapa solo abarca una pequeña parte de la zona - Explicó con arrogante desinterés mientras manipulaba con los dedos aquel plano luminoso - Tenía esperanza de encontrarla, pero tardamos mucho... ¡Debimos traer los caballos!
El elfo ignoraba lo que decían, mirando insistente a su alrededor.
- ¿Y entonces? - Preguntó Laela, impaciente - ¿Perdimos el tiempo?
- Maür, utiliza tu habilidad de rastrear, si logramos acercarnos lo suficiente, podré ubicarla con exactitud.
- ¿Y quién eres tú para darme órdenes? - Exclamó el enano.
En el momento en que Víctor iba a responder, el shamán reaccionó invocando sus peces y lanzándolos hacia una arboleda, que se agitó dejando caer las pocas hojas que habían brotado. Había disparado a la nada. Gallard se sintió estúpido.
- Juraría haber escuchado murmullos - Se excusó meneando la cabeza.
Un doloroso rugido retumbó en el bosque. Aquello no era casualidad, y sin saber bien de dónde salió, una criatura enorme, que les superaba por mucho en tamaño. Sus enormes brazos eran tan largos que llegaban al piso, seguro para soportar el peso de la enorme cabeza de cráneo que portaba, lo cual era lo único que no estaba cubierto por un pelo grueso y sucio.
- Un wendigo... -Murmuró Víctor.
- ¡¿Qué es esa cosa?! - Exclamó Laela mientras todos se ponían en posición de combate.
- Es un monstruo de alto nivel - Hablaba más para sí mismo que para los demás - Debería estar en el Séptimo Plano, no en el continente de Celesterra...
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Editado: 10.04.2021