Encontrar el lugar dónde estaba Delfina fue más fácil de lo que imaginaron. Bhikz y Bianca habían presenciado todo lo sucedido con impotencia. La sirviente estaba lista para intervenir, aunque no fuera una guerrera, pues sentía que era su deber, pero el goblin le detuvo. Él temblaba por la frustración, no era posible para alguien como él lanzarse a la lucha. Largos fueron los minutos que pasaron, hasta que al fin la mujer y su secuaz se alejaron de la gran reja. No estaba seguro si Delfina estaría bien, pero debía avisar a sus amigos. El problema era Bianca, que se negaba a moverse, ella deseaba intervenir ya, era lo que su instinto le ordenaba. Aquella lealtad era absurda, pero al pedir una explicación, la respuesta era el silencio con aquellas cuencas vacías.
- Tenemos un par de horas. La mujer dijo que Delfina era importante - Bhikz tomó su huesuda mano - Si de verdad quieres rescatarla, debemos encontrarnos con los demás.
- ¿Quiénes?
Aquella voz no era la de la sirviente. Ahora estaban cara a cara con la mujer que habían estado vigilando, ¿cómo era posible que se acercara sin que Bhikz la escuchara? Pero no se detuvo a preguntar, sacó su libro de hechizos para comenzar a castear, sus manos se iluminaron para lanzar una bola de fuego que pasó a través de la mujer como si esta fuera humo, a lo que ella respondió con celeridad, tomándole del cuello y golpeándole contra un árbol. El goblin sintió como algo crujió algo dentro de él, saboreando la sangre que se colaba por entre su aserrada mandíbulas. Bianca se lanzó contra la mujer, intentando aferrarse a ella, pero esta se escabulló como humo, lanzando una risilla infantil.
- Es a ti a quién quiero - Dijo, corriendo hacia la sirviente con los brazos extendidos.
Un grito en lengua feérica le detuvo. Un campo de fuerza le impedía llegar hasta la sirviente, lo que le confundió. Resistiendo el dolor, el goblin había invocado aquel muro. Necromia golpeó el muro, con visible frustración, hasta que se aburrió, y simplemente se aburrió, sentándose en el suelo.
- ¿En dónde está mi ama?
- ¿Quién?
Bianca se sentó de rodillas frente a la mujer, en una actitud casi ceremonial.
- La joven que torturaste. Te pido, por favor, que la liberes.
Las palabras no parecían tener sentido alguno para Necromia, que le miraba con desinterés.
- Mis amigos ya están cerca, y no serán tan diplomáticos como nosotros - Advirtió Bhikz. No estaba seguro si hablar serviría de algo, pero necesitaba ganar tiempo - No nos importa lo que hagas con el kubari o cualquier otro, solo queremos a nuestra compañera.
Sus palabras parecían tener efecto. Necromia quedó pensando largo rato, era como si fuera la primera vez que pensaba por más de dos segundos.
- Pero esa chica me intriga - Dijo más como un pensamiento en voz alta - Y este esqueleto que habla también. Son tan... ¡Cómo yo! - Se levantó de un salto, gesticulando de modo histriónico - O sea, mírame, estoy muerta, ¡pero no estoy muerta! Solo quiero entender porque... Y también quiero compañía, ¡Estoy tan sola!
- ¿Y era necesario atacarnos? - Preguntó el goblin.
La mujer volvió a ensimismarse, por tanto tiempo que Bhikz había comenzado a escabullirse con discreción. Necesitaba cierta distancia para poder enfrentarse a ella, estaba seguro que así podría encargarse de ella.
- Si no les hubiera atacado... - De nuevo, estaba pensando en voz alta, pero con un tono lastimero en su voz - ¿Me hubieran escuchado?
Bianca y Bhikz se miraron, esperando la respuesta del otro.
- Te vimos torturando a nuestra amiga. Es difícil no considerarte un peligro.
- No la torturé. Bueno, solo un poco... ¡Ni lo sintió!
- ¡Se desmayó! - Bianca había alzado la voz, aunque de inmediato agachó la cabeza y dio un paso hacia atrás.
- Hagamos esto por las buenas - Dice el goblin con voz temblorosa - No soy un luchador. Solo danos a nuestra amiga y seguiremos nuestro camino.
- No - Aquella palabra fue dicha con frialdad, ya no era una niña malcriada, era la voz de una mujer que siempre obtenía lo que quería. A pesar del frío, Bhikz sudaba, y sus labios se movían con nerviosismo. Sin ningún pudor, Necromia tomó la mano de la sirviente, pero esta la rechazó con brusquedad. Esto no le gustó a la mujer, que agarró a Bianca por los brazos con tanta fuerza que por mucho que forcejeara, no podía liberarse. - Veo que estás muy asustado para ayudar a tu amiguita - Dijo en tono burlón al ver como el goblin estaba paralizado, pero al acercarse notó que este murmuraba. Intrigada, se acercó para escuchar mejor, ignorando el como él sostenía su libro con firmeza, por lo que solo se dio cuenta que aquello era feérico cuando le gritaron en el oído una frase que cubrió al goblin con una luz que pasó a ser una explosión que calcinó todo a varios metros de distancia. Un chillido demencial fue el último sonido de la mujer antes de que su cuerpo cayera carbonizado.
el cuerpo de Bianca también fue afectado, su ropa había sido desintegrada y sus huesos estaban ennegrecidos, aún humeantes, lo que le daba una apariencia pesadillezca. La ropa de Bhikz también se había desintegrado, aunque en su estado apenas consiente esto no le importaba mucho.
Cuando al fin llegaron Vrokak y Zaul, el goblin estaba echado en el suelo, con la sirviente arrodillada a su lado, causándoles repelús en el momento en que ella se giró para mirarles con sus cuencas vacías. El orco envolvió a su amigo con una manta, cargándolo con gentileza, mientras el naga revolvía las cenizas de la mujer.
- ¿Tan fuerte era? - Preguntó Zaul, luego de escuchar la historia.
- Tiene que haber sido, para usar el hechizo de Ffrwydrad - Respondió Vrokak mirando la destrucción a su alrededor.
El naga dio un último puntapié al montón de carbón, sin darse cuenta que quedaban brasas ardiendo, una perforó su calzado, quemándole la piel, la cuál comenzó a sangrar.
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Editado: 10.04.2021