Prodigium

Primera parte - Capítulo 2

- ¡Ay, más cuidado! - Chilló Zaul.

El naga se encontraba sin camisa mientras Delfina atendía sus heridas.

El grupo se había resguardado en una cueva, y ya con la fogata encendida, podían darse el lujo de quedar semi desnudos sin que el frío otoñal les afectara tanto.

Bhikz solo llevaba puestos un pantalón de tela y su capa de piel, se encontraba leyendo junto al fuego, aunque siempre miraba de reojo aquella tragicomedia de la humana y el naga. El goblin era muy delgado, pero sin el abultado vientre tan característico en su especie, posiblemente debido al constante viaje a pie que le mantenía casi en forma.

Zaul chillaba con cada sutura que le hacían, más por el desagrado de que aquella chica le tocara que porque de verdad le doliera. Él tenía una musculatura discreta, un cuerpo atlético y bien formado, de una apariencia muy juvenil. Delfina pudo notar mientras le atendía que carecía de ombligo, cosa que le divirtió, enojando al paciente. Aunque este, en el fondo, estaba agradecido. Prefería mil veces a que una mujer, aunque fuera humana, le manoseara a que lo hiciera el goblin o el tosco orco.

Al terminar, se acercó al orco mientras le hacía señas.

- ¿Es mi turno? - Respondió con una suavidad que no se esperaría en su raza.

Vrokak se desvistió para ser atendido, pero desvergonzado como él sólo, se había dejado puesto nada más que un taparrabos de tela. Y si con ropa se veía intimidante, desnudo era absolutamente imponente. Tenía músculos que ni existían en la anatomía humana, cada brazo era del ancho de una pierna humana, con un abdomen y unos pectorales rígidos como si estuvieran tallados en piedra, y una capa de pelo grueso y rizado cubriendo su torso y extremidades. Al tocarle, la chica comprendió como había resistido tan bien a los cuchillos y estocadas que había recibido. Su piel se sentía rígida, como si tocara un balón cubierto de cuero.

- Es una suerte que ella sepa como atender heridas ¿No? - Comentó Bhikz.

- Lo que necesitamos es un clérigo. UN CLÉ-RI-GO - Respondió Zaul odiosamente - No nos hubieran dado tal paliza si no fuera por ese maldito humano cuatro ojos.

- Claro. Porque un clérigo va a querer unirse a nosotros - Agregó Vrokak.

- Es verdad que nuestras razas no son muy adeptas a la magia blanca, pero... - Dijo el goblin.

- ¿Qué hay de Delfina? - Dijo Vrokak

La chica balbuceó algunas palabras, confundida al escuchar su nombre.

- Qué sepa primeros auxilios no quiere decir que sepa magia blanca... - El naga hablaba con un tono grosero y petulante - ¡Ni siquiera habla nuestro idioma!

Los tres monstruos suspiraron.

- De momento no hay nada qué hacer... - Dijo Bhikz - Y hablando de la chica ¿Será conveniente llevarla con nosotros?

El orco rio y miró a Delfina con cierto orgullo.

- Si no es por ella, hubiéramos muerto allá. La chica tiene agallas y eso me gusta - Dijo con una amplia sonrisa.

Ella le respondió con otra sonrisa.

- Sería mejor dejarla cerca de otros humanos - Dijo Bhikz encogiéndose de hombros

Una vez terminada la curación, Delfina acomodó las pieles que servían de camastros, notando que solo había para tres.

- Otra razón para dejarla - Dijo el naga señalándola con la cabeza.

- Mi cama es muy pequeña - Explicó el goblin encogiendo los hombros de nuevo.

- Pues conmigo no va a dormir - Refunfuñó Zaul.

Cuando Vrokak iba a responder, Delfina tomó su mano, señaló su cama diciendo algunas palabras incomprensibles y con una mirada tímida. El orco suspiró. Ambos durmieron juntos a partir de aquella noche. La humana se acurrucaba cerca de él como lo haría un cachorro, y ciertamente así lo sentía Vrokak al acariciar aquel largo y suave cabello. La verdad, no se sentía tan mal. El tener un cuerpo tibio cerca en aquellas noches tan frías era algo de lo que no podía quejarse. 

A los pocos días se dieron cuenta lo veloz que era Delfina aprendiendo las palabras. Aunque estaba muy lejos de poder conversar con ella, ya conocía por su nombre algunas de las herramientas que llevaban consigo.

Ya la nieve comenzaba a caer. Y el andar a pie día noche les resultaba agotador. Al naga le afectaba especialmente por su sangre fría, le hacía sentir adormecido todo su cuerpo. Por otro lado, Delfina a veces era llevada sobre los hombros de Vrokak, dándole un aspecto aún más infantil a la humana.

- Debemos encontrar un refugio durante el invierno, queramos o no - Dijo el orco.

El goblin revisó su mapa.

- Hay un asentamiento humano a pocos kilómetros de aquí. Y debería también haber un pueblo kobold, pero a dos o tres días de distancia. Si Zaul se comporta, podrían dejarnos quedar una temporada.

- ¿Cómo que si YO me comporto?

- ¿Recuerdas lo que sucedió en el pueblo goblin? - Le preguntó Bhikz agitando el mapa enrollado frente al naga.

- ¡Ellos empezaron! No me gustan las bromas y los tuyos son muy dados a ellas. Lo sabes.

- No era necesario que te comieras a dos de los guardias.

- Pues tampoco era necesario que ellos me atacaran con sus lanzas.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.