Profecía

Parte cuatro

En cinco días los pequeños hombrecitos tenían un barco bastante cómodo para las dos mujeres.

— Gracias, prometo devolverlo.

— Espero que encuentres lo que buscas, y para ayudarte... Zaljen — apareció entre el grupo de seres pequeños, el mismo que conversó de su padre que había sido devorado por un monstruo marino cuando ellas llegaron al lugar — las acompañarás.

— Pero mi señor, no quiero ir.

— Eres el mejor navegante que hay en la comunidad.

— No quiero volver al mar abierto... sabe que desde esa vez solo cuido de las redes.

— Ya es tiempo que lo superes, sabes que tú eres el indicado para esto. Eres el único que ha ido a mar abierto.

El gnomo miró angustiado a todos, y luego pareció tomar una decisión, sus labios que estaban apretados se relajaron.

— Que sea como dijo, ya es tiempo de que mi tragedia sirva para algo — subió a la nave con las féminas, los hombres ayudaron a poner la nave en el agua, las mujeres de la villa les dieron comida, antes de 10 minutos la lancha se había perdido en el mar, todos se fueron a sus actividades, menos el viejo Tuljak, quien quedó con las manos juntas en la espalda, mirando las olas.

— Siento que tú eres quien salvará a nuestro mundo, seguramente eres el ser de la profecía milenaria — dijo en un susurro y se fue lentamente a su casa.

Mientras en el mar, el hombrecito trataba de orientarse por el sol.

— Según este mapa que nos dieron, en un mes más llegaremos a una isla, allí podremos recoger más frutas — dijo el navegante.

— Pero también dice que es peligroso, mira, hay un ser extraño que ataca las naves y mata a quienes se atreven a aventurarse por allí — dijo Isdak preocupada.

— ¿Si es tan peligroso por qué viniste? — dijo Zaljen y siguió preocupado de la nave.

Mientras la humana estaba nerviosa, recordó lo que le dijo la pitonisa, y la actitud de los gnomos hacia Isdak.

— Tiene razón ¿Si es peligroso por qué viniste?

— No tengo nada mejor que hacer — respondió la pelirroja, encogiéndose de hombros.

— Puedes morir.

— Vivir sin poder volar, es estar muerta en vida para mí, las demás me aceptan, pero no me quieren.

— ¿No quieres saber por qué buscó el cofre?

— Tus motivos tendrás — el hada miró al cielo, acostada lo mejor que pudo en la cubierta del barco — yo una vez quise encontrar... a alguien en ese lugar, pero no lo encontré, tal vez ahora si lo vea.

— ¿Quién era?

— Un amigo.

Luego de unos días la navegación se volvió bastante monótona, llegaron a la isla del plano, era un lugar con una selva frondosa, bastante grande.

— Recojamos rápido la fruta y vayámonos — el gnomo estaba nervioso.

Entre los tres sacaron los frutos y los llevaron a la nave, cuando estaban por irse vieron a un hombre que estaba peleando con varios calamares gigantes, estaba en una roca en medio de una bahía, con una lanza los mantenía a raya, pero no vio que por atrás iban a atacarlo.

Rossmery tomó una piedra grande, subió con ella a un acantilado que estaba sobre el lugar donde luchaban, y la tiro al octópodo que iba atacar al varón a traición, el animal marino recibió el proyectil en pleno ojo, el grito que se escuchó puso sobre aviso al hombre, que se dio vuelta y mató al que quiso atacarlo por la espalda, al ver eso los demás animales marinos huyeron.

Al fin salvado se tiró al agua y salió en un abrir y cerrar de ojos al lado de los viajeros, ayudó a su salvadora a bajar a la arena.

— Gracias mi Lady, la hubiera pasado muy mal si no me hubieran ayudado — le dio un beso en la mano a la humana.

— De nada — dijo ella avergonzada.

— ¿Qué los hizo hacerse a la mar? Es peligroso para ustedes.

— Necesito llegar al otro lado del mar — le dijo Rossmery — ellos me ayudan en mi búsqueda.

— Estoy en deuda contigo, bella damisela — puso su boca en el agua, hizo un ruido muy raro y fuerte, a los segundos apareció una ballena — iré con ustedes para pagarles el favor, soy Vekod.

Luego que los demás se presentaron, siguieron su viaje con la ayuda del cetáceo que empujaba la nave. Durante el tiempo juntos, un mes, el varón marino y la humana se hicieron muy cercanos.

— Te gusta mucho ¿Verdad? — le preguntó Isdak a Rossmery cuando el hombre marino se había ido a descansar en la noche al fondo del mar.

— Es muy buena persona. Hemos avanzado más rápido de lo que teníamos presupuestado gracias a su ayuda.

— ¿Es solo por eso? — preguntó picarona el hada.

— Si, solo por eso — respondió Rossmery algo incómoda.

— Ya cállense, quiero dormir – gritó molesto el gnomo.

— Tienes hijos Zaljen — le consultó la humana.

— No — dijo el hombrecito — ya le dijes, dejen dormir.

Cuando las mujeres escucharon los ronquidos se rieron y siguieron conversando susurrando.

— ¿Y tú Isdak, tienes hijos?

— No, nunca me gustaron los niños, con suerte tuve una planta una vez y se me secó, no soy del tipo maternal.

— Yo era igual, pero quede embarazada y ahora ella es mi mundo.

— ¿Para tu hija quieres las riquezas?

— ¿Qué riquezas?

— Pensé que... que... el cofre tenía riquezas.

— No, no tengo problemas de ese tipo en mi mundo, es que mi hija está muriendo, y cuando entregue el cofre a la persona indicada, la salvará.

— No te importa que puedas morir en el intento ¿Qué pasará con tu niña?

— Si no tengo éxito en mi búsqueda, ella morirá igual... pero si no lo intento seguramente morirá... y yo también, porque ella es mi vida, seré un muerto en vida si no está conmigo.

El hada miró al cielo, y por un segundo una gran angustia se reflejó en sus ojos.

— ¿Estas bien? — le preguntó Rossmery al verla así.

— Sí, solo tengo sueño, hasta mañana.

Los siguientes días Isdak se la pasaba pensando, meditando, recordando.



#7002 en Fantasía

En el texto hay: traicion, magia

Editado: 18.02.2022

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