Profecía carmesí

CAPÍTULO 1 - El eco de la sangre

POV. ELARA

La primera vez que escuche a las sombras pronunciar mi nombre, estaba desnuda en el claro del bosque, con la piel marcada por los restos de un ritual.

La luna roja se elevaba sobre los árboles, hinchada como un corazón que late apunto de estallar. Respiraba con dificultad, con el cuerpo cubierto de sudor, y el eco de las palabras antiguas aún vibraba en mi garganta. Había invocado fuerzas que mi aquelarre había prohibido tocar... Pero lo prohibido era lo único que parecía responder a mi fuego interior.

Tenía diecinueve inviernos, y mis ojos oscuros brillaban con un poder que incluso a mí misma me producia temor. Mi magia era distinta a los demás: no necesitaba hierbas ni círculos se sal, solo la intensidad de mis emociones o en ese momento de mi deseo, un deseo que no pude controlar y no sabía si en algún momento lo iba a poder lograr. Cada emoción, cada estremecimiento, se convertía en energía. Y esa noche al invocar con la carne y no con el alma, había sentido por primera vez la respuesta de algo que no era del todo humano.

— Elara... —susurro la voz, grave, como si se arrastrará desde el fondo de la tierra.

Un escalofrío me recorrió la columna. Nadie más debía de estar allí. El pueblo estaba demasiado lejos y las brujas del aquelarre dormían en sus chozas de madera y humo. Aún así, la voz no era una ilusión. El aire se volvió denso, cargado de un olor a hierro y a ceniza.

Aprete los muslos, intentando acallar el ardor que aún vibraba entre ellos tras el ritual, mis manos temblaron al recoger la túnica de lino negro que había dejado en el suelo, pero no llegue a cubrirme. Algo en mi — una parte salvaje, insaciable— no quería ocultarse de esa presencia.

De pronto, los árboles parecieron inclinarse hacia mi. Las sombras se movieron como si tuvieran vida propia, y de entre ellas emergió una figura: alta, de contornos inestables, mitad hombre, mitad bestia. Sus ojos eran dos brasas encendidas, y su voz volvió a pronunciar mi nombre, está vez como una caricia.

— Elara.... tú me llamaste.

Yo retrocedi un paso, pero mis pies apenas respondían. Sentía miedo, si, pero también una atracción tan intensa que me costaba respirar.

— No era a ti a quien buscaba....— murmure, aunque sabía que mentía.

La criatura sonrió con una boca llena de colmillos afilados, y el viento se arremolinó alrededor de ambos.

— Oh, bruja...— dijo, inclinándose hacía mi, el calor de su cuerpo inhumano impregnaba el aire—. Pero si tú me perteneces.

Cerré los ojos por un instante, y un estremecimiento me recorrió de pies a cabeza. Sabía que en ese momento debía de correr, debía resistirme... Y sin embargo, la única certeza que ardía en mi pecho era que mi destino se había acabado de encadenar al de aquella criatura de sombra.




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