Profecía carmesí

CAPÍTULO 2 - El hambre de la sombra

POV. KAEL

Había sentido el llamado mucho antes de atravesar el bosque.

El eco de la sangre y el deseo me había arrancado del letargo, una vibración en el aire tan intenta que me había quemado la piel.

Para mí, las brujas eran como estrellas lejanas: siempre brillaban, pero nunca podía tocarlas. Sin embargo, aquella joven había invocado algo más que magia, me había invocado a mí.

Fue una fuerza llamándome obligándome a olvidar por apenas un fracción de tiempo la verdadera razón por la que me encontraba ahí en ese momento. La encontré de pie bajo la luna roja, con la túnica en sus manos, el cuerpo desnudo resplandeciendo como un altar de carne. Sus ojos, grandes y oscuros, eran pozos de miedo y hambre reprimido. Y al contemplarla, sentí algo que me desgarro entre dos instintos: devorarla o rendirme a ella.

Las sombras son mi dominio. Camine entre ellas como humo, emergiendo lentamente, dejando que mi silueta inhumana se revelará a medias. Mi piel oscura recorrida de cicatrices, el pecho ancho, los brazos marcados con runas que parecían arder bajo la luz de la luna. No oculte mis colmillos ni mis ojos incandescentes; quería que ella supiera lo que estaba viendo.

Depronto algo en mi interior me pronunció su nombre como si algo en mi, estuviera esperando ese momento y solo pude pronunciar como si de un hechizo se tratará:

— Elara..— susurré, probando su nombre en mi lengua como si fuese lo más importante en mi vida.

El latido de ella me golpeó como un tambor. Yo lo escuchaba, lo sentía en la médula de mis huesos. Era la señal de que su magia no era como las otras: nacía del deseo, se encendía en la carne. Esa bruja había abierto una puerta que no iba a poder cerrar.

Me acerco despacio, oliendo el sudor y el miedo mezclados con un perfume más fuerte: el calor de su sexo aún despierto del ritual.

Ese aroma me enloquecia, me arrastraba hacia ella como un cazador a su presa.

La vi retroceder un paso, indecisa, y entonces sonreí. Porque sabía que no huiría. Había un temblor en su cuerpo que no solo era miedo, había curiosidad, había hambre.

— No era a ti a quien buscaba...—sus labios temblaron al pronunciarlo, pero sentí el filo de la mentira en su voz.

Incline la cabeza, observándola con la paciencia de un depredador que ya sabe que su presa está atrapada.

— Oh, bruja...—dije, con la voz baja, cargada de deseo y amenaza—pero si tú me perteneces. Y ahora que me has llamado, no podrás apartarte de mi.

Alce una mano enorme, garras largas que brillaron con el reflejo de la luna, y aunque no la toque, el aire entre ambos se estremeció.

Elara temblo, su respiración rota, y sentí como mi propio cuerpo respondía, endurecido por la urgencia de poseerla.

Pero dentro de mi supe que era demasiado pronto. No podía tomarla aún. No debía. Pero el hambre me consumía y mientras la miraba, desnuda y temblando frente a el, supo que esa bruja sería tanto su condena como su salvación.




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