POV. ELARA
Yo retrocedi hasta que mi espalda tocó el tronco del roble. La corteza áspera se enterró en mi piel desnuda, recordándome lo vulnerable que estaba. La criatura no avanzaba con prisa: se movía lento, seguro, como si ya supiera que me había atrapado y no precisamente por lo de estar arrinconada, estoy casi segura de que el ya sabía el porqué tenía estos sentimientos hacia el, algo de lo que yo no tengo ni una sola idea.
En un momento de lucidez levanté mi mano, llamando la chispa de mi poder. El aire se cargo de electricidad; un resplandor brotó de mis dedos.
— No te acerques—adverti, con una voz firme que me sorprendió hasta a mí misma, pero eso no oculto el temblor que me recorría en el cuerpo.
La criatura inclinó la cabeza, divertido. La runa en su pecho ardió como brasa viva, respondiendo a mi conjuro.
— Inténtalo, pequeña bruja. Hazme arder.... Si puedes.
Aprete los labios y lance el hechizo. Una ráfaga de fuego brotó de mis manos, alumbrando el claro como un relámpago. El rugido de poder estalló entre ambos...pero cuando el humo se disipó, el seguía ahi, apenas chamuscado, con una sonrisa que revelaba sus colmillos.
Jadee, el conjuro debió haberlo derribado y de mi brotó la pregunta sin siquiera pensarla:
—¿Que eres?— susurré, con la voz rota entre el miedo y la fascinación.
El se acercó más, hasta que la sombra de su cuerpo cubrió el mío. El calor que desprendía era brutal, casi insoportable. Inclinó su cabeza y acercó su rostro al mío, tan cerca que pude sentir el roce de su aliento contra mi boca.
— Soy tu respuesta—dijo con un tono grave, casi ronco—. El hambre que has despertado.
Quise apartarme, pero mi cuerpo no me obedeció. Mi pulso me golpeaba en las sienes, mi magia temblaba en mi interior y la cercanía me hacía arder de una forma distinta a cualquier conjuro, tanto que por esos momentos olvidé por completo todo lo que había a mí alrededor e incluso que estaba desnuda frente a un hombre que jamás en mi vida había visto.
El apoyo una garra junto a mi cabeza, contra el tronco, sin llegar a tocarme. Era un gesto de encierro, de dominio. Sus ojos ardían como brasas buscando los míos.
— No tienes que temerme—murmuro, aunque su sonrisa era la de un depredador—. El miedo y el deseo son la misma sangre.
Trague saliva, quise decirle que estaba equivocado en todo, que yo no la había llamado o no apropósito, que jamás me entregaría a una criatura como el. Pero mis labios se entre abrieron, y lo único que se me escapo fue un suspiro tembloroso.
El bajo la mirada a mi boca, y por un instante el mundo se detuvo. Yo me sentí al borde de un abismo: un solo movimiento, un solo roce, y no habría marcha atrás.
Entonces, con un esfuerzo brutal, gire el rostro y lo aparte de mi.— No—susurre, con la voz quebrada.
El silencio se tenso como una cuerda a punto de romperse. El no insistió, solo se rio, una risa baja, profunda, que vibro en mis entrañas.
— Aún no, bruja—dijo, apartándose un paso, aunque sus ojos nunca dejaron los mios—. Pero pronto.
Nos quedamos en silencio mirándonos un momento más, hasta que sentí una corriente de aire frío por todo mi cuerpo y ahí pude despertar de mi letargo y me di cuenta por fin en donde estábamos y en qué situación, con rapidez me cubri con la túnica, temblando no por el frío, sino por la certeza que atravesaba: lo odiaba y al mismo tiempo lo estaba deseando.