Profecía carmesí

CAPÍTULO 4- Sombras que cazan

POV. ELARA

Aún estaba temblando mientras me terminaba de acomodar mi túnica. La risa de la criatura seguía resonando como un eco en mi cabeza imposible de apagar. No entendía que clase de ser era el, pero de algo si está segura: no debía de confiar.

Me gire para alejarme y volver al pueblo antes de que alguien notará mi ausencia. Pero cuando di un paso en esa dirección, senti que algo cambió. La brisa nocturna, cargada de humedad y olor a tierra, se torno amarga, espesa, como si el bosque entero contuviera el aliento.

El hombre que estaba a unos cuantos pasos de mi alzó la cabeza, olfateando y depronto sus ojos ardieron más intensos, mientras murmuraba:

—No estamos solos.

Frunci el seño, mientras mi cuerpo en automático se puso en guardia y pregunté sin poder evitarlo...

—¿Que significa eso?

Todo estuvo en calma por un par de minutos y de pronto se escuchó un rugido gutural entre las sombras. Y pronto, los árboles se sacudieron con pasos pesados. Entre la maleza, varias figuras emergieron: hombres deformes, sus cuerpos marcados por símbolos oscuros, parecidos a los que tenía el hombre que en ese momento se encontraba a mí lado, aunque las que tenian estás figuras eran más horribles y asquerosas, con las bocas llenas de dientes cerrados. Y entonces supe lo que eran, lo había leído en algunos libros tiempo atrás, eran servidores de los cultos antigüos.

Retrocedi instintivamente, preparando un nuevo hechizo. —¡No puede ser! El aquelarre prohibió esas invocaciones hace siglos.

El hombre a mí lado gruñó, mostrando los colmillos, también preparándose para atacar. —No los invocaste tu, bruja....pero vinieron atraídos por tu poder.

Me aclaro como si el supiera que justo en ese momento era lo que estaba pensando, —¿ Pero si no los invoque yo, de donde salieron?—.No tuve tiempo de seguir con mis pensamientos, porque justo en ese momento los engendros se abalanzaron. Levanté ambas manos y lance una llamarada carmesí que los hizo retroceder, pero no por mucho tiempo: las criaturas se regeneraban, su carne quemada burbujeaba y se cerraba como si la herida no fuese nada.

El hombre a mí lado se adelantó, su cuerpo transformandose aún más: su silueta se ensanchó, la piel se oscureció, las runas en su pecho brillaron como fuego líquido. Golpeó con sus garras y uno de los monstruos cayó en pedazos, auque los otros lo rodearon de inmediato.

Yo me quedé estática viendo cómo el peleaba de una manera casi perfecta, luchando para que no llegarán a mí y me lastimaran, algo en mi a pesar de la situación comenzó a admirarlo por su fuerza y valentía, estaba tan concentrada viéndolo, que me asuste cuando el grito:

—¡Muevete! —me rugio, sin dejar de pelear.

En ese momento senti que la rabia y el miedo me atravesaban. Si quería sobrevivir, no podía permitirme dudar. Cerré los ojos y dejé que la magia fluyera desde lo más profundo: no con palabras, ni con símbolos, sino con un deseo puro. Cuando abrí las palmas, un circulo de fuego se elevo alrededor de ambos, lamiendo el aire con llamas negras.

Las criaturas chillaron, incapaces de cruzar el muro ardiente.

El hombre se giro hacia mi, jadeando, su pecho amplio cubierto de sangre y sudor. Me miro con algo que no solo era admiración: era hambre, era respeto, era un reconocimiento oscuro.

—Asi que no eres solo una niña jugando con fuego —murmuro, acercándose—. Eres la llama misma.

Le sostuve la mirada, el corazón golpeandome en el pecho. Parte de mi quería gritarle que se callara, que no me confundiera más. Pero otra parte —la más peligrosa— ardía con la misma intensidad que las llamas que acababa de invocar.

Supe que, aunque decía odiarlo, comenzaba a sentir que lo necesitaba a mí lado. Y lo peor de todo era que intuía que el también me necesita a mí.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.