POV. ELARA
La aldea quedó atrás con el amanecer, habíamos salido muy de mañana para no cruzarnos con nadie, caminabamos juntos por el sendero que se abría entre las colinas cubiertas de niebla. El aire olía a tierra húmeda y a peligro latente. La noche anterior no había podido dormir bien por estar pensando que tal vez no era tan buena en esto y no quería cargar con la destrucción de este mundo que se conocía.
El silencio entre nosotros era tenso, espeso, como un hilo tejido hecho de preguntas no dichas. La marca ardía a cada paso, recordándome que estaba atada a el de un modo más íntimo de lo que jamás habría aceptado por cuenta propia.
—¿Cuanto tiempo tardaremos en llegar al velo?— pregunté por fin sacándonos de este silencio.
Kael no desvío la mirada del horizonte pero me respondió. —Varios días...quizás semanas. Dependerá de cuanto nos retrasen quienes quieran detenernos.
Frunci el seño, todavía pensando en quien nos querría detener. —¿Quien querría hacerlo?— pregunté.
Kael me miro de soslayo, con esa sonrisa peligrosa que siempre ocultaba más de lo que revelaba. —Brujas renegadas, sacerdotes, mercenarios...cualquiera que desee el poder del Abismo. O cualquiera que tema lo que tu puedes llegar a ser.
Quise responder, pero un escalofrío me atravesó antes de pronunciar palabra. Kael se detuvo, cerrando los ojos. —Algo nos sigue —dijo, yo también lo estaba presintiendo.
Cuando lo mire ya Kael había desenfundado su espada oscura, que parecía hecha de hueso y fuego apagado. —No lo sigas con los ojos, escuchalo con la marca— me dijo, cuando me vio que estaba mirando todo mi alrededor para saber quién era.
Yo le obedeci, y en mi vientre sentí un tirón extraño, como si algo invisible intentará rasgar la unión entre nosotros. Entonces las sombras en la niebla cobraron forma: criaturas del Abismo, figuras negras con boca abiertas en silencio, avanzando como espectros hambrientos.
Levanté las manos, llamando mi fuego, pero la marca ardió con tanta fuerza que casi me hizo caer de rodillas. Un grito escapó de mi boca. —¡Está drenando mi magia!
Kael me atrapó antes de que me desplomara, sosteniéndome contra su cuerpo. El contacto fue como un relámpago: placer, dolor y poder mezclados. —No luches contra mi, bruja. Lucha conmigo.
Aprete mis dientes, jadeando. El calor entre nosotros estaba muy alto, mi cuerpo temblaba tanto por la magia y por su cercanía. Atrapada entre el miedo y el deseo, dejé que Kael posará su mano en mi vientre, directamente en la marca ardiendo.
Un rugido profundo escapó de su pecho, y de la unión entre ambos brotó un estallido de fuego que atravesó la niebla. Las criaturas se consumieron al instante, reducidas a ceniza que voló con el viento.
Quedé apoyada en el, temblando, el sudor perlandose en mi frente. Cada respiración me acercaba más al límite. —Esto...no debería de sentirse asi..—susurre, con la voz rota entre el placer y el miedo.
Kael inclinó su rostro, rozando su mejilla con la mia. —Asi es como se siente el poder verdadero. Y mientras más lo resistamos, más nos consumirá.
Cerré mis ojos, incapaz de separarme. El vínculo vibraba, excitante y cruel, como una cadena que me atraía hacia el. Por un segundo, pensé en rendirme ahí mismo, en dejar que la magia y el deseo me devorara.
Pero entonces aparte con mucha dificultad mi rostro, jadeando. —No...aún no.
Kael me sonrió con una calma peligrosa que hacía que sus palabras fueran más una amenaza que un consuelo. —Lo retrasas, bruja...pero no podrás negarlo para siempre.
Después de ese momento nos levantamos y seguimos adelante por el sendero, pero sabía que no era el viaje al Velo lo que debía de temer. Era el viaje hacia mi propia rendición.