POV. KAEL
La hoguera se había reducido a brasas incandescentes. Elara estaba recostada sobre mi pecho, con la respiración aún agitada, la piel húmeda y la marca palpitando débilmente, como si el fuego entre nosotros no quisiera extinguirse.
Por primera vez desde que todo esto comenzó, no había tensión entre ambos. Solo un silencio extraño, cargado de algo nuevo: complicidad.
Pase una mano por su cabello oscuro, enredando entre mis dedos sus cabellos, con una calma inusual en mi, pero en este momento me sentía bien, me sentía que pertenecía a alguien. —Ahora que me has dejado entrar...ya no hay marcha atrás, bruja. La unión está sellada.
Elara me miro con ojos entrecerrados, cansados pero firmes. —Entonces habla. Si estamos encadenados, merezco saber que eres en realidad.
Guarde silencio un instante, buscando las palabras adecuadas para poder decirle que es lo que soy. Luego la mire a los ojos y comence. —Naci en el Abismo. No como humano, no como bestia...sino como algo creado para destruir. Fui forjado como guardián, una criatura destinada a mantener la grieta abierta para que la oscuridad pudiera devorar este mundo.
Elara me escucho atentamente, sentí cuando su corazón se aceleró y me hizo la pregunta más importante. —¿Y que cambio?
Una sonrisa amarga se dibujo en mis labios de solo recordar. —Vi lo que la oscuridad le hace a los míos. Vi como devoraba sin piedad, incluso a quienes le servian. Y comprendí que no quería ser un esclavo. Escape. Me condenaron a vagar este mundo, marcado por lo que soy, odiado por los humanos y temido por las brujas. Hasta que la profecía me alcanzó...y la marca me arrastro hacia ti.
Elara bajo la mirada hacia nuestra marca que todavía conservaba el pequeño resplandor, ahora más tenue, vi como se perdía en sus pensamientos para después decirme: —Y yo....siempre fui diferente a los demás. Desde niña mi magia fue demasiado fuerte, demasía inestable. Mi madre me decía que era un don sagrado, pero las aldeas lo llamaban maldición. A los trece años incendie un templo sin querer. Desde entonces aprendí a temer a mi propio poder.
Se interrumpió con voz temblorosa. —Perdi a mí familia porque no pudieron protegerme de quienes me odiaban. Desde ese entonces me metí en mi cabeza que mi magia solo servía para destruir.
Alce su rostro con una caricia en la barbilla, obligándola a mirarme. —No estabas sola. Todo este tiempo eras parte de algo mayor. Y por eso la marca nos eligió.
Vi como su rostro cambio la rabia y comenzó a relajarse, fue como si contarme parte de su pasado la carga que habia tenido hasta ese momento comenzará a ser más liviana. Se acurrucó contra mi pecho aún más, cerrando sus ojos. —Entonces....somos dos condenados— me lo dijo de forma suave casi adormilada.
Sonreí porque en parte tenía tanta razón y aún así le respondí: —Dos condenados...o dos elegidos. Eso lo decidirá lo que hagamos a partir de ahora.
El silencio volvió, pero está vez no era hostil. Era un pacto silencioso, sellado no solo por la carne, sino por las confesiones que ambos habíamos guardado toda nuestra vida.