POV. KAEL
El primer rayo se sol se filtro entre las ramas, bañando el claro con un resplandor dorado. Abri los ojos lentamente, sintiendo la calidez del cuerpo de Elara junto a mi. Nunca en mi vida había dormido tan profundamente en compañía de alguien...y menos de alguien que me aceptaba tal y como soy, aunque decía odiarme.
Por un instante todo me pareció tan perfecto que creí que todo lo que pasó la noche anterior era parte de un sueño, pero la marca ardió en mi piel suavemente, recordándome de que todo había sido real. Cada beso, cada caricia, cada confesión.
Yo ya estaba despierto, mirándola en silencio. Un rato después noté como se iba despertando y vi como su boca se arqueo con una sonrisa apenas perceptible. —No pensé que fueras tan pacífica al dormir, bruja— le dije en tono burlón, cuando en verdad me había encantado verla dormir, se veía casi angelical.
Ella entrecerró los ojos y se sentó, apartándose un poco me dijo: —No te acostumbres.
Solté una carcajada que salió con voz grave por el apenas despertar, una risa que retumbó por todo el aire. Después de ese momento tan ameno, recogimos todas nuestras cosas en silencio, apagamos las brasas de la hoguera, nos lavamos el sudor y la tierra con el agua del manantial y retomamos el sendero hacia el oriente.
El camino serpenteaba entre colinas verdes y prados húmedos por el rocío. La paz de este amanecer parecía un regalo, después de la noche de fuego y confesiones.
Fue Elara quien rompió el silencio que reinaba entre nosotros. —Ayer me contaste de tú huida del Abismo....pero no de tu familia. ¿La tenías?
Camine unos pasos sin responder, buscando otra vez las palabras correctas para empezar a responder. —"Familia" no es la palabra correcta. No nacemos....nos forjan. Pero habían otros como yo, criados de las sombras. Una hembra mayor que yo, a la que llamábamos madre aunque no lo fuera. Ella me enseñó a sobrevivir, a luchar. Y cuando decidí huir, me cubrió....pago con su vida para que yo pudiera escapar.
Mi voz poco a poco se fue volviendo un murmullo áspero. —Si estoy aquí ahora.....es porque ella me dió algo que en el Abismo no existe: elección.
Elara me escuchó atentamente en silencio, después de unos segundos, bajo su mirada hacia el suelo y dijo: —Mi familia era distinta....pero también me perdí de ellos. Mi madre me enseñó los primeros conjuros, mi padre cultivaba hierbas y hablaba poco, pero siempre me sonreía cuando yo encendía las velas sin tocarlas. Tenía un hermano menor.... Darien.
Me detuve y la miré con intensidad y quise darle ánimos de alguna manera. —Si tú familia aún vive, la marca no los dejará olvidados. Tarde o temprano el camino nos los mostrará.
Elara me miro sorprendida, vi que tenía intenciones de discutir....espere y espere pero no llego palabras alguna, tal vez vio algo en mi que la hizo callar, quizás por primera vez quiso confiar en mi y yo me sentí inmensamente feliz de que eso fuera una posibilidad.
Caminamos juntos bajo el sol naciente, compartiendo silencios que ya no eran incómodos, sino necesarios. Por primera vez, sentí que no avanzavamos hacia un destino oscuro por separado, que tal vez, entre recuerdos y cicatrices, estábamos comenzado a ser algo más que aliados forzados.