POV. OMNISCIENTE
La noche envolvia a Elara y Kael. Exhaustos después del combate, dormían junto al fuego, ignorando que la marca en sus cuerpos seguía brillando débilmente.
En su sueño. Elara vio símbolos rojos, danzando, runas que no entendía y un altar ensangrentado. Kael, por su parte, soño con un murmullo en la oscuridad, voces antigüas que lo llamaban "hijo del vacío". Ninguno comprendía lo que estaba viendo...pero ambos rozando un recuerdo que no era suyo.
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Mucho antes de ellos, en la profundidad del Abismo, los amos debatieron. El poder humano era inestable, pero fértil; la magia de las brujas estaba ligada a la sangre y el deseo. La fuerza de los engendros era brutal, sin control.
Y así nacío la idea: un sello vivo que atara a dos contrarios, alimentándose de sus pasiones, sus luchas, sus cuerpos, hasta forjar un poder sin igual.
Los sacrificios fueron incontables. Las primeras marcas fallaron: cuerpos desintegrados, locura, alianzas que se devoraban en cuestión de horas. Pero con cada intento, los Amos aprendían. Con cada cadaver perfeccionaban el sello.
Finalmente, una marca resistió. Una runa carmesí que se grababa en la carne como fuego eterno. La unión de bruja y criatura era absoluta...hasta que uno de los dos se consumía, quedando el sobreviviente como arma final.
Era un experimento de conquista, un lazo creado no para amar, sino para transformar. Un vínculo destinado a ser herramienta, nunca libertad.
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Elara se removió en sueños, con lágrimas en sus mejillas. Kael apretó los puños incluso dormido, como si luchará contra la voz que lo llamaba.
La marca brillo en ambos a la vez, y el hoguera aparecio, fugazmente una silueta roja: un circulo perfecto, cruzado por una grieta negra en el centro. El símbolo original de la marca.
Cuando despertaron, jadeando, ninguno menciono lo que vio. Pero el miedo en sus miradas fue suficiente para entender que ambos habían soñado lo mismo.