POV. ELARA
Después de varios días caminando, peleando en algunos puntos con los sirvientes del Abismo habíamos llegado hasta las ruinas de un antigüo santuario del Círculo, medio devorado por la maleza y la piedra derruida. Allí, entre columnas fracturadas y muros cubierto de musgo, hallamos un mural apenas visible bajo siglos de polvo.
Pase una mano sobre la piedra, limpiando con cuidado. Las runas rojas se revelaron poco a poco, y en el centro, un símbolo que reconocimos al instante: la Marca Carmesí.
Kael frunció el seño para después decir: —Aqui también....entonces el círculo lo sabía.
Aprete los labios, mis manos temblaron sobre los trazos. —No...no lo sabían todo. Estoy no es un registro. Es una advertencia.
Al leer más, descubrimos frases entrecortadas, fragmentos apenas preservados:
"Dos atados por fuego y vacío... El Abismo reclamara uno, el mundo al otro. Más si la sangre se equilibra con la llama, y la sombra se entrega sin devorar, la marca podrá quebrar el ciclo. No haba sacrificio...solo renacimiento."
Sentí un nudo en el pecho. —¿Lo entiendes Kael? No habla solo de muerte. Habla de...otra posibilidad.
Kael sin apartar los ojos del mural, apretó su espada. —Equilibrio...eso fue algo que nunca los Amos buscaron. Ellos crearon la marca para consumir, no para sostener.
Lo miré intensamente, y con un brillo de esperanza en mi voz. —Pero si este texto es cierto...si nosotros logramos lo que nadie más pudo...entonces podríamos romperla. No tendría que ser tu vida o la mía. Podríamos sobrevivir.
Kael me observo en silencio. Por un instante la dureza de su mirada se suavizo. —¿Y si es mentira? ¿Y si solo es una trampa?
Sonreí débilmente, aunque con mis ojos estaban húmedos. —Entonces moriremos intentando algo diferente. Prefiero aferrarme a una chispa de esperanza que vivir condenada a repetir el destino de otros.
Kael suspiro, y por primera vez, extendió su mano hacia mi no en batalla, sino en decisión. —Entonces buscaremos la forma de cumplir esta profecía, aunque nos lleve al borde mismo del Abismo.
Ambos unimos nuestras manos en el mural. La marca en nuestras pieles brillo, respondiendo al contacto, y por un instante el símbolo en la piedra también resplandeció, como si reconociera que las palabras habían sido escuchadas.