POV. KAEL
Después de las confesiones el cansancio mental que teníamos fue tanto que caímos rendidos después de un rato y pudimos descansar unas cuantas horas, al despertar Nheris nos dio comida para el viaje y también me dio las instrucciones para que pudiéramos llegar al Abismo, le agradecimos por todo, porque había sido de gran ayuda encontrarnos con el. Nos pusimos en marcha y después de muchas horas de camino en donde ninguno dijo nada, cada quien perdido en sus pensamientos, por mi parte estaba evaluando todas las posibilidades para poder detener todo esto, llegaron a un sitio en el bosque donde el aire se volvió más denso a medida que avanzabamos. El bosque se oscurecía, los árboles parecían retorcerse, inclinandose como si quisiera impedirnos el paso. Podía sentirlo: cada paso nos acercaba más al Abismo.
Depronto la tierra temblo. Un rugido profundo, salido como de las entrañas del mundo, resonó alrededor. Frente a nosotros, en un claro cubierto de niebla, apareció una figura colosal.
No era bestia, ni sombra. Sus extremidades eran de piedra negra, su pecho estaba cubierto por runas ardientes, y sus ojos brillaban como dos lunas rojas, sus alas, hechas de ceniza sólida, se extendieron hasta cubrir el cielo.
Era el guardián del umbral.
—Nadie cruza al Abismo sin ser probado—la voz de la criatura era un trueno que retumbó en mis huesos—. Portadores de la marca...entreguen su verdad, o mueran aquí.
Elara se adelantó, su magia latiendo. —No buscamos destruir el mundo. Queremos salvarlo.
El guardián inclinó su cabeza, como si pudiera ver a través de sus palabras. —Mientes, hablas de salvar...pero tú corazón arde en deseo, con culpa y miedo.
Vi como Elara empezó a sentir dolor, vi por su rostro pasar la culpa, el miedo y el deseo, como si todo en ella fuera expuesto.
—¡Basta!—grito ella, luchando con lo que sea que estuviera viendo.
El guardián se volvió hacia mi. —Y tú...nacido para ser vasija.¿Crees que puedes desafiar tú origen?¿Crees que eres libre cuando tus cadenas son más antigüas que tú sangre?
Gruñi, y la marca estalló en fuego sobre mi piel. Sentí la voz de los amos, burlandose dentro de mi cabeza, recordándome cada látigo, cada marca, cada susurro que me moldeo. Pero no retrocedi.
—Si—escupi con firmeza—. Quiza me crearon para ser un esclavo. Pero aquí estoy, caminando hacia el Abismo no para servirles...sino para destruirlos.
El guardián rugio, y la tierra se abrió en grietas de fuego. —Entonces prueben su voluntad. Demuestren que son algo más que marionetas.
Y el combate comenzó.
La criatura levanto su brazo de piedra, lanzando un golpe que hizo temblar el claro entero. Elara respondió con un circulo de llamas negras que cortó el aire, mientras yo me lance hacia adelante, mi espada envuelta en el poder de la marca.
Cada golpe resonaba como un trueno, cada hechizo iluminaba la oscuridad. Pero la verdadera batalla no era solo contra el guardián: era contra nosotros mismos, contra las visiones, contra el peso de todo lo que habíamos descubierto.
Cuando finalmente, tras un esfuerzo conjunto, logramos herir al guardián en el pecho, este retrocedió, su voz más suave, como un eco que se apagaba.
—Tal vez... no sean cadenas lo que llevan. Tal vez...sean llaves.
El coloso cayó de rodillas, deshaciendose en polvo y ceniza, dejando ante ellos un arco de piedra que brillaba con un resplandor oscuro.
El Abismo nos esperaba.