Profesor

DOS

El sol entra por mi ventana, el despertador suena y suena sin intenciones de detenerse y la verdad es que muy pocas ganas de levantarme tengo, con esfuerzo me incorporo, lanzo lejos el estruendoso aparatejo y me despabilo por completo; después de una ducha y ponerme presentable para el primer día bajo a tomar mi desayuno.

—Buenos días — dejo un beso en la mejilla de mis padres.

—¿Estás mejor?— mamá me observa, sabe que estaba descontenta con la nueva casa.

—Sí, algo, nada que no vaya a pasar — me encojo de hombros y bebo mi jugo de naranja.

Mi hermano entra a la cocina en calzoncillos, totalmente despeinado y con cara de haber bebido sin control –aún cuando no lo hizo–, toma asiento y come algunas tostadas. 

—Luke, llevaras a tu hermana al instituto— papá sentencia.

—¿Qué?— por poco y se atraganta.
—No puede ser...

—Date prisa, no quiero llegar tarde el primer día hermanito — río al final.

—Recuerda llevar tus papeles a la universidad— mi padre lo apremia palmando su espalda.

Mi padre es un hombre serio, estricto y a veces algo severo pero quiere lo mejor para nosotros, estoy más que segura que es él que ha obligado – prácticamente– a estudiar arquitectura; mi hermano dice que está bien, que es algo interesante y todo eso pero aún no lo veo muy entusiasmado con la idea. 
Recuerdo que Anny quería estudiar Diseño de Indumentaria, papá vivía elogiando sus dibujos y trabajos y estaba totalmente de acuerdo en pagar sus estudios una vez que hubiera salido de la escuela, hasta dónde llegaban los planes Anabella se iría a Londres.

Yo aún no sé qué estudiar, básicamente no tengo apuro en descubrirlo pero me gustaría haber tenido todo claro como mi hermana, ella me hace tanta falta ahora.

—Deja de deprimirte y sube al auto — susurra mi hermano yendo a su habitación.

Luke sabe exactamente cuando estoy pensando en ella, no sé si él está afectado de la misma manera que yo pero siempre pienso en que jamás se sentirá como lo hago yo, a mi me falta mi otra mitad.

El camino es largo pero entretenido, voy escuchando una canción de Bruno Mars y la canto a todo pulmón, mi hermano me sigue con el coro y ambos parecemos salidos de la película High School Musical; es como una especie de tradición cantar como decerebrados imaginando que seremos los próximos ganadores de los premios The Voice. 
Mi móvil suena, tengo dos mensajes de mis amigas y uno de Cameron deseandome un feliz comienzo y dándome su cariño.

—Bueno, hemos llegado Bella, cuídate— dice mi hermano dándome un beso en la mejilla.

Le sonrío y salgo del auto, camino hasta la entrada y el mar de adolescentes sexualmente activos me lleva por delante. 
Un grupo de chicas se encuentra en los escalones de la entrada, sus faldas son tan cortas que desde donde estoy puedo ver el color de su ropa interior, me observo en el reflejo de las ventanas y mi blusa es algo escotada pero parece de una monja en comparación con la de ellas; sonrío nuevamente y camino hasta la oficina del director.

—Buenos días, soy nueva aqui y vengo por mi horario— le digo a la secretaria.

—Claro linda, el profesor James tiene los horarios de los alumnos nuevos, es ese de ahí — dice señalando un hombre de espaldas.

—Disculpe...— no puedo terminar la oración, el profesor que tengo frente a mi es el muchacho que chocó conmigo el día de la mudanza.

—Hola distraída, ¿Asique eres nueva?— sonríe divertido.

—Así es, necesito mi horario— digo calmada, aunque me irrita su manera de burlarse de mí.

—Aquí tienes y no llegues tarde a mi clase—dice dándome el papel y saliendo de la oficina.

¿Cómo alguien tan joven puede ser profesor?

¿Acaso es un suplente?

Lo veo alejarse a paso confiado, seguro de sí mismo y de lo que ocurre a su alrededor, recibiendo miradas babosas y lascivas de muchas estudiantes, otras furiosas y de desdén por parte de la comunidad masculina; que hombre más peculiar.  
Camino hasta mi casillero y coloco la contraseña que me han indicado, mi suerte continúa pues no quiere abrirse la estúpida puerta y yo la golpeó con frustración; intento nuevamente dos veces más y nada, me tocó el casillero más viejito seguro, nadie lo ha usado seguro, ningún alumno lo quiere y me lo dieron a mí, la nueva. Ve a la escuela será divertido decían, te va a gustar decían, ¡¡por el amor de Dios!! ¡¡Ábrete!!!

—¿¡Esto es una broma!?— grito exasperada y golpeo una vez más la metálica puertecilla.

—Tranquila, yo te ayudo— dice un muchacho acercándose.

—Gracias— digo al ver que lo abre al golpearlo en la parte superior de la misma.

—Descuida, todos los casilleros tienen su secreto. Además ya era hora de que te ayudara— dice sonriendo.

—¿Estabas viéndome?—pregunto al sacar mis libros del bolso.

—Si, perdona si no vine antes pero la verdad me diste mucha gracia— dice riendo.




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