Mi móvil suena anunciando que es hora de volver a dar clases en ese odioso instituto, me levanto con desgano y el pelaje corto y anaranjado de Chuck – mi gato– me rosa las manos, acaricio su lomo y él me observa; sin necesidad de movimiento se estira en el lugar y de un salto está rumbo a la cocina; maldito gato siempre tiene hambre.
Me visto y preparo café, tomo los apuntes y proyectos guardandolos en mi maletín, doy una ojeada rápida al departamento y noto lo grande que es, inncesario ya que sólo estoy yo; a veces olvido lo solo que llego a estar pero estoy bien así, no quiero a nadie más metiendo sus narices en mis cosas ni diciéndome que hacer o porqué no soy como ciertas otras personas.
Definitivamente estoy bien así, solo.
Tengo algunos mensajes del director Montoya, otros son de mi madre exigiendo poder verme pronto y el último ni siquiera lo abro al leer el nombre de quién lo envía, en resumidas cuentas nadie que me interese ni que tenga importancia para mí.
Subo a mi auto, coloco algo de música y me dirijo a la prisión para menores de edad, digo al instituto y una vez que he llegado y el salón se encuentra bajo mi mando procedo a preparar la clase; aún no han terminado de llegar los alumnos por lo que aprovecho para dejar sobre sus bancos la copia exacta del libro Romeo y Julieta, ¿Por qué? Pues tengo pensado hacerlos recitar algunos párrafos, o tal vez actuar una que otra escena.
—¡Ya! ¡Te digo que me sacan de mi centro!— la inconfundible voz del chico Hoult me sorprende.
Detrás de él se encuentra Isabella riendo sin parar, apenas nuestras miradas se encuentran ella aparta la suya y toma asiento en los últimos lugares, estoy más que consciente sobre el pedido que me hizo, al igual que su manera brusca y digna de rechazarme aún cuando no he pedido nada de ella, por lo menos no oficialmente; no voy a dame por vencido, estoy más que dispuesto a usar todo lo que tengo en mis manos para que acepte mi propuesta, ¿Por qué? No lo sé, podría elegir a cualquier otra estudiante de la clase pero no puedo, no quiero a nadie que no sea ella, llamenlo... capricho.
—Buenos días alumnos— todos me ponen atención— Sobre sus mesas encontrarán la copia del libro que hemos estado estudiando, quiero que teatralicen algunas escenas y para ello realizaremos un sorteo para saber quiénes harán los papeles principales y secundarios.
—¿Es ésto otra clase de prueba?— pregunta alguien del fondo.
—Como siempre, todas mis actividades llevan calificación.— digo tomando asiento.
Tras unos minutos de deliberación por parte de los alumnos y muchas quejas debido a los resultados al fin podemos comenzar, Isabella será Julieta y Scott Fitzgerald será Romeo, en verdad me divierte un poco la manera torpe en la que éste muchacho intenta encarnar al personaje masculino, pero, más me divierte como Bella se esfuerza en no verme a los ojos. Vaya chica.
—Muy bien, comencemos, en ésta escena Romeo se ha infiltrado en el palacio de los Capuleto y puede ver a Julieta en una de las ventanas— explico y les indico comenzar.
— "[...] ¡Mirad cómo apoya en su mano la mejilla! ¡Oh! ¡Mirad cómo apoya en su mano la mejilla! ¡Oh! ¡Quién fuera guante de esa mano para poder tocar esa mejilla!" — habla de manera monótona y casi robótica el muchacho.
—"¡Ay de mí!"— Bella lo sigue.
—"Habla. ¡Oh! ¡Habla otra vez ángel resplandeciente!… Porque esta noche apareces tan esplendorosa sobre mi cabeza como un alado mensajero celeste ante los ojos extáticos y maravillados de los mortales, que se inclinan hacia atrás para verle, cuando él cabalga sobre las tardas perezosas nubes y navega en el seno del aire."— joder, ¿éste chico no sabe entonar?
—"¡Oh Romeo, Romeo! ¿Por qué eres tú Romeo? Niega a tu padre y rehúsa tu nombre; o, si no quieres, júrame tan sólo que me amas, y dejaré yo de ser una Capuleto."— Isabella lo hace bien. Me gusta.
—"¿Continuaré oyéndola, o le hablo ahora?"— mira al público.
—"¡Sólo tu nombre es mi enemigo! ¡Porque tú eres tú mismo, seas o no Montesco! ¿Qué es Montesco? No es ni mano, ni pie, ni brazo, ni rostro, ni parte alguna que pertenezca a un hombre. ¡Oh, sea otro nombre! ¿Qué hay en un nombre? ¡Lo que llamamos rosa exhalaría el mismo grato perfume con cualquiera otra denominación! De igual modo Romeo, aunque Romeo no se llamara, conservaría sin este título las raras perfecciones que atesora. ¡Romeo, rechaza tu nombre; y a cambio de ese nombre, que no forma parte de ti, tómame a mi toda entera!"— dramatiza la castaña. No está mal.
—Joder, casi me mata con lo que acaba de decir — otro de los miembros del equipo de Soccer habla desde el fondo.
Las carcajadas estallan y yo ruedo los ojos, él tendrá varios puntos negativos en el examen final.
Editado: 11.01.2019