Profesor

SIETE

Salgo del salón con el corazón a todo lo que da, mi respiración es algo irregular y me cuesta dejar pasar el aire hacia mis pulmones, maldita condición. 
Niego algunas veces con la cabeza y me dirijo a mi casillero ya que allí suelo tener mi medicamento, rebusco en él en cuanto llego pero para mí mala suerte lo he dejado en casa, me calmo y decido ir a la cafetería; sé que todos están en clases y por ello será más fácil tranquilizarme.
Doblo en la esquina siguiente y hacia el corredor pero unas manos me toman por la cintura pegándome a la pared, alzo mis ojos y me encuentro con James viéndome fijamente, antes de que algo pueda decir o hacer estampa sus labios sobre los míos; rápido y demandante, se pega más a mí y sin pensarlo le correspondo.

—Isabella... — susurra — Dime que no te provocó nada nuestra escena en el salón de clases.

Pareciera que necesitara que yo se lo dijera, como si necesitara una negativa, ojalá pudiera dársela pero estoy tan alborotada como él y creo que incluso mucho más. 
Lo veo fijamente, se ve tan guapo, desvío la mirada y lo alejo de mí con mis manos, se aparta lentamente y mantenemos el silencio, ¿Qué podría decir en un momento cómo éste?

—Debo dejar estás cosas en la sala, acompáñame, necesitamos hablar— dice comenzando su andar.

Caminamos hacia el salón en silencio, estoy decidida a decirle que lo que pasó fué un error, que está mal, que no debe volver a ocurrir, que no quiero pero, ¿No quiero?

¡Claro que no!

¡Piensa en lo que sucedería si tus padres se enteran!

¡O si algo sale mal!

Salgo de mis pensamientos y es cuando me doy cuenta de que hemos llegado, ¿lo peor? Estamos en la sala de maestros, solos. Sí, solos, no puedo evitar ponerme nerviosa.

— Relájate, no voy a hacerte daño Bella— comenta dejando sus cosas en lo que parece un casillero.

—No es eso— juego con mis dedos.

—¿Entonces?— se voltea viéndome.

—¿Cómo sabías dónde vivo?— me mata la curiosidad.

—Isabella, hay un legajo con todos tus datos en el registro escolar — ríe obvio.

No se me había ocurrido, todo el tiempo pensé que se trataba de un hombre acosador y maníaco pero lo único que hizo fué preguntarle a la secretaria la dirección de mi casa, lo cual no suena del todo descabellado si tenemos en cuenta la absurda y tonta excusa que les dió a mis padres sobre su visita.

—No comprendo... — susurro.

—¿El qué?— parece sorprendido.

—Lo que pasó está mal, fué un terrible error James— lo enfrento.

—¿Eso es lo que piensas?— se mantiene sereno.

— Sí, estoy segura. Está mal, prohibido y lo sabes.— debo ser seria con éste tema.

—Me gusta lo prohibido, no tengo miedo a que nos descubran o me expulsen pues jamás pasará. —seguro de sí mismo me acorrala contra la puerta.

—Pero... Yo no quiero— digo sosteniendo su mirada.

Sí las reglas no lo detienen entonces que vea que no me interesa, que no estoy dispuesta o por lo menos convencerme a mí misma de que no es lo que quiero.

—Oh, ¿De veras?— sonríe— Hermosa Bella, estás más que dispuesta, puedo verlo, lo quieres tanto como yo. —Se acerca a mí a paso lento.

—Claro que no, no soy como tus chicas fáciles ni como Charlotte— me remuevo incómoda. — No necesito tus calificaciones extra ni nada de eso.

—Lo sé— susurra—Por eso lo haces tan interesante, porque sé que lo harías por gusto y placer y no por conseguir algo a cambio, además sólo serás para mí.— acaricia mi rostro.

—James, detente.— digo tratando de salir de su encierro.

—Bella, no pasará nada malo— besa mis labios— Hagamos un trato.

—¿Un trato?— lo veo incrédula.

—Lo que haremos será extracurricular, nadie sabrá. No podemos meternos en la vida del otro y lo más importante, no nos vamos a enamorar, sólo es diversión y gozo, ¿Aceptas?—  vuelve a besarme.

—No... Lo sé...— respondo entre besos.

El beso se vuelve más fogoso y siento mi cuerpo arder, hace estragos en mí, rodeo su cuello con mis brazos y me carga hasta el escritorio más cercano donde acaricia mis piernas y suspiro. Sus manos suben y bajan por mis muslos lentamente, quiero que me toque en todos lados y eso me avergüenza un poco, suspiro pesadamente y dejo caer mi cabeza hacia atrás para que pueda besar mi cuello a su antojo; me pierdo, lentamente, no me importa en dónde estoy y quién es él en este lugar, sólo sé lo que me provoca.

Decide que harás Isabella, ¿O te arrepentirás después?

Maldita conciencia no me deja en paz ni cuando beso a un chico.

Bueno no besas todos los días al profesor de Literatura.

Joder. Es mi profesor, ¡Algo de cordura Bella!

—Piénsalo Bella— James añade dándome un beso en la frente y saliendo de la sala.




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