Profesor

OCHO

El fin de semana llego rápido, me levanté tarde a eso de las diez de la mañana, aproveché que mi casa estaba  totalmente a mi merced y tomé una ducha de lo más larga que pude, sentir el agua caliente me ayudaba a relajarme y mucho. Había pasado cuatro días sin ver a James, por alguna razón se había ausentado y el director dijo que había tenido problemas familiares, hasta dónde sé – los pocos rumores creíbles y coherente que circulaban sobre él– mi profesor no tenía contacto alguno con ellos.

Decidí dejar de pensar en él, tenía que hacerlo o me volvería  loca en cualquier momento y no quiero eso.    Me toca la limpieza completa de la casa, cada fin de semana de por medio los quehaceres domésticos los realizamos Luke y yo, pero mi adorado hermano se ha fugado desde el viernes en la noche para no tener que hacerlo, dudo mucho que tenga una novia y no creo que esté de fiesta, por lo que no me deja más opciones para su comportamiento. Pero no importa veré cómo me las pagará luego, seguramente le pediré dinero o que me cubra en algo con papá ya que es muy estricto cuando se trata de mí, además que me viene bien un poco de silencio y calma. 
Pongo música en mi móvil, lo más alto que puedo y canto como si estuviera dando un concierto, pero todas y cada una de las canciones parecen empecinadas en recordarme a ese hombre, a James, sus besos, su propuesta.

¿Qué haré?

Dios, no tengo la más mínima idea, les conté a mis amigas por vídeo llamada todo lo que me ha ocurrido desde que llegué y comencé las clases, ¿Qué dijeron? Simple y cito; "¡Hazlo!"

La verdad es que no estoy segura, no porque no me guste la idea o no me atraiga James sino por miedo a ser descubiertos y que todo se vaya al caño. 
Mi celular suena de repente y me veo brincando del susto, atrapandolo en el aire y casi sacándome el cuello en el proceso, es increíble el pánico que uno siente cuando se te cae el móvil al suelo.

—Hola querida, ¿Cómo estás?— escucho a Aidan.

—Hola querido, bien, por hacer los quehaceres de mi casa— digo levantando la ropa del suelo.

—Bien, abre la puerta y podré ayudarte — vocifera para luego colgar y dejarme con la palabra en la boca.

Llego a la puerta de entrada de la casa, en efecto Aidan está esperando, entra como dueño de la misma y trae consigo una bolsa con refrescos y nachos, algunos snacks y chocolate, mucho chocolate, ¿Acaso no conoce la dieta?

—Bueno que comience el día de limpieza— se levanta la camisa hasta los codos.

—Estás loco Aidan — río.

Ambos nos ponemos de acuerdo en que partes limpiará cada uno, la idea es que para las cuatro de la tarde tengamos todo listo y podamos estar en mi habitación con las chicas sin ningún problema, algo así como una especie de pijama sin necesidad de que sea durante la noche y exclusivamente de chicas, o algo así me explico Hoult; a veces pienso que sus hermanas comienzan a afectarlo. 
Paso por la cocina, ordeno los platos y guardo uno que otro cacharro, limpio las manchas en el suelo y dejo lo peor para Aidan; el baño. Así es, tengo fobia a limpiar el baño, okey soy muy exagerada pero es que, ¿A quién en su sano juicio le agrada? Nadie, ¿verdad?
Mi mejor amigo maldice desde la planta  alta, me dirijo escaleras arriba, ahora sé porqué se queja, está frente a la puerta de la habitación de mi hermano.

— Ésto es un chiquero— horrorizado lleva una mano al pecho. —¿Quién duerme aquí? ¿El Yeti?

—Oh, tranquilo, dentro de todo y en comparación de otras veces, está ordenado-— digo riendo.

—¡Debes estar bromeando!— aún más horrorizado.

— ¿Qué tú cuarto no es así?— pregunto riendo aún más.

—Claro que no, soy una persona limpia y ordenada. Tu hermano debe ser hijo de los monos, nos deja muy mal a todos los demás hombres  del mundo— dice riendo—Acabemos con ésto.

Ambos reímos y entramos a la habitación, la ropa está tirada por todas partes, calzoncillos cuelgan de la lámpara y hay zapatillas sin su par en la mesita de noche, ¿Qué no tiene un poco de sentido común? Estoy segura que usa una media diferente en cada pie, puedo ver una caja de pizza bajo la cama, libros de arquitectura moderna cerca de la ventana y su videocámara en un estante a punto de caer. 

—¡¿Y esa cosa qué es?!— Aidan pega un salto y se sube a la cama.

—¡Harry!— observo a la criatura— Es un hurón, la mascota de mi hermano.

—Es horrenda, ¡Qué no se me acerque!— exclama al ver que el animalito se encamina hacia él.

—¡Por el amor de Dios, Aidan! ¡Baja esa chancla!— digo riendo.

—¿Chancla?— me mira confundido.

—Bien señor educado, baja ese zapato, el hurón no te hará nada. Mira ya lo espantaste— ruedo los ojos.

—Jamás volveré a entrar aquí Bella— dice saliendo a toda prisa del cuarto, los hombres son unos bebés.




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