Profesor

DIEZ

Rápidamente me encuentro preparando mi bolso y mis libros, me he quedado completamente dormida y Luke se marchó ya a la universidad, debo comprar las baterías para el despertador, ¡Urgente!
Por suerte papá ya se ha marchado a su trabajo y puedo desayunar –tan rápido como si no hubiera un mañana– con mamá de manera silenciosa y tranquila, agradezco que no intente hablar sobre la charla de la noche anterior, ella sabe que hablaré cuando me sienta lista.

—Se está haciendo una costumbre tuya llegar tarde — Aidan ríe.

—Cállate, no tuve una buena noche— farfullo dejando caer mi bolso sobre el banco.

—¿Qué ocurrió?— Camile pregunta sin interés y se pierde rápidamente en el chisme de mis compañeros.

—Lo de siempre, papá me compara con ella— susurro sabiendo que no entenderá.

—Tranquila, para mí eres perfecta, no necesitas ser igual a nadie — los brazos de mi mejor amigo me reconfortan y me hacen sonreír.

—Hoult, Connors, dejen sus cariñitos para la hora del almuerzo— la señora O'Donnell nos observa molesta.

Noto a James junto a ella, nos observa sereno y casi de manera fría, quizás se haya dado por vencido y haya considerado mi rechazo, quizás esté considerando tener a Charlotte o a cualquiera de mis demás compañeras de clase, no lo sé. Con él nunca se sabe.

La señora O'Donnell imparte la clase de arte musical, es una clase bastante relajada que nos permite expresar lo que sentimos o simplemente desestresarnos – eso es lo que dijo el director Jorge Montoya–, para mí es otra clase de tortura ya que no puedo hacer nada, el canto no se me da nada bien y no quiero pagar por vidrios rotos por lo que me limito a escuchar el coro y aplaudir a Lucy luego de su solo. Ella suele ser muy tímida conmigo pero últimamente estamos congeniando más por lo que ya he descubierto que le encantan los perros y ama los "hot dogs", lo sé, es muy poco lo que he podido aprender de ella pero no es mi culpa que su hermana confíe más en mí.

—Gracias a Dios la clase terminó, estaba muriendo— río tomando mi bebida y una charola de la cafetería.

—No es culpa de nadie que no tengas talento en las artes musicales— se burla Camile mientras hacemos la fila para recibir el almuerzo.

—¡Oye!— acaba de ofenderme, sólo yo puedo hacerme bullying.

—Pero ella es buena en literatura y por ello tiene a James y tú no— Lucy me guiña un ojo y su hermana abre la boca alarmada.

—Touché— reímos todas.

Por esas cosas del destino, la horda de adolescentes jugadores de baloncesto entra en la cafetería haciendo escándalo y anunciando que han ganado otra copa, uno de ellos me empuja derramando mi bebida sobre mis pantalones, ¡Joder! ¿En serio Dios? ¿En serio?
Maldiciendo por lo bajo – y rogando que ese inepto repruebe sus exámenes por ser tan bruto y descuidado– corro hasta mí casillero ya que allí guardo una muda de ropa para casos de emergencia como éste, ¿Lo malo? Olvidé cambiar la falda por un pantalón.

Bien Bella, al menos combina con tu calzado y tu blusa.

Al menos tuve suerte en eso.

Entro como alma que lleva el diablo al sanitario, me cambio a la velocidad de la luz mientras escucho ruidos fuera de mi cubículo, entreabro la puertecilla un poco encontrándome con Charlotte mordisqueando una manzana y leyendo un libro de álgebra a toda velocidad, ¿Está estudiando? ¿Teníamos exámen y no me acordé? ¡Mierda!

—¿Tenemos exámen?— pregunto al salir, no me gusta hablarle pero debo sacarme la duda.

—No, lo leo porque me gusta — me observa sin interés. —Aunque no lo creas, mis calificaciones son altas, necesito tener buenas notas si quiero ingresar a Yale.

Abro mis ojos sorprendida, siempre pensé que ella era algo boba y la típica chica rica y hueca, pero supongo que las apariencias engañan y el famoso dicho "No juzgues un libro por su portada" tiene mucho de cierto.

—Ya veo— susurro viéndola salir.

Ella jamás ha entablado una conversación conmigo, ni siquiera me saluda por el hecho de ser – o creerse– "popular", eso me hace pensar en el porqué de mi desdén hacia Charlotte, al fin de cuentas no me ha hecho nada y su forma de ser con los hombres no es una excusa viable. Debo dejar de ser tan prejuiciosa.
Por andar metida en mis pensamientos no me percato de que la puerta del closet del conserje es abierta y con rapidez me abordan y me arrastran hasta ella para adentrarme en el reducido espacio, peleo y forcejeo con mi captor, no sé quién es ni qué quiere pero si te rapta al estilo de la mafia siciliana no puede ser algo bueno.

—¿Quién es?— pregunto una vez me libera. —¿Qué quieres?

—Sabes, adoro tu camiseta, te ves sexy— escucho en un susurro.

—¡Por Dios!— por poco y caigo al suelo de no ser por él.

—Wow, un poco más y los maestros te escucharán Bella— vuelve a susurrar.

Corro hasta la pared más cercana y enciendo la luz, sobre una mesilla vieja y muy cómodo está James, pero, ¿Qué carajos? Sonríe perversamente mientras me observa. Bajo la mirada a mi cuerpo y la manera en la que sus ojos se posan en mí me pone nerviosa por lo que inmediatamente apago la luz del pequeño compartimiento, no puedo ver nada pero lo prefiero así a que me vean en semejantes condiciones – me refiero a mi cara de tomate, una maldición que heredé de mamá–, escucho las pisadas de sus zapatos y a continuación siento cómo rodea mi cintura pegándome a él, su respiración choca en mi cuello y me eriza los vellos de la nuca.




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