Profesor

QUINCE

Viernes por la tarde, voy y vengo del aula a la sala de profesores llevando y trayendo documentos, ¿Por qué? Simple, todos los viernes por la mañana se elige el delegado del curso, él se encarga de ver que todo quede en orden para el comienzo de la próxima semana, desde el abastecimiento de tizas y marcadores – ya que contamos con dos tipos de pizarras –, la limpieza y arreglo del salón – el conserje deja todo listo alrededor de las dos de la tarde pero de nosotros depende que se mantenga la limpieza hasta las cinco de la misma–, llevar evaluaciones, repartir información de las asignaturas, etc.

Desgraciadamente hoy me tocó a mí, los profesores me han pedido repartir material a los alumnos y llevar uno que otro libro a la biblioteca, para ser más precisa siete libros son los que debo devolver y para mí mala suerte la bibliotecaria ya no se encuentra en el establecimiento; reviso cada pasillo de la sala y no hay nadie que pueda darme una mano, por lo que decido dejar una nota sobre los ejemplares con todos los datos requeridos para una buena devolución.

— Sólo a mí me pasan éstas cosas— farfullo una vez termino— Llegaré tarde a casa, de seguro mamá se pondrá como loca con sus preguntas y pensará que estuve haciendo quién sabe qué cosas.

Camino rumbo a la salida, paso por entre medio de dos estanterías llenas de libros sobre Historia y Geografía Mundial, cuando estoy a escasos centímetros de la puerta una mano cubre mi boca y con la otra me sujetan con fuerza por la cintura, en menos de dos segundos están arrastrándome pasillo adentro y yo me retuerzo intentando huir de mí captor; el corazón bombea a todo lo que da y mentiría si dijera que no tengo miedo.

—Shhhh... Tranquila — su voz me da alivio.

—¿Cuál es tu problema James?— espeto apenas me libera.

—Quería verte— se encoge de hombros.

—Oh, vaya, entonces por eso estás perdonado— ironizo.

—Eres cruel, sólo era una broma.— eleva una ceja divertido.

—No lo soy, además, si mal no recuerdo, tú estabas muy enojado conmigo y dijiste que podías tener a la mujer que quisieras. — doy media vuelta dispuesta a irme.

Siento cómo jalan mi brazo y me pegan a la estantería más cercana, quedo presa entre ésta y su cuerpo. Lo veo fijamente, me sonríe ególatra y estampa sus labios contra los míos de manera demandante, succiona mi labio inferior y le da una leve mordida haciendo que me queje y le dé paso a su lengua a explorar el interior de mi boca; suspiro y recorro el cuello de su camisa con mis manos, torpemente voy abriéndola y una vez su torso al descubierto me deleito acariciando cada centímetro de su piel. 
James es un hombre de rostro atractivo, su cuerpo también lo es, si bien no posee un cuerpo escultural ni músculos espectacularmente definidos u ojos terriblemente llamativos para mí es todo lo contrario; sus ojos cafés me encantan, la manera intensa en la que te miran me pone tonta al instante y su cuerpo delgado y torneado apenas lo necesario me vuelven loca.

—¿Soy yo o ya estás mojada?— pregunta riendo mientras besa mi cuello.

—Alucinaciones tuyas— sonrío acariciando su cabello.

—¿De verdad?— susurra —Entonces tendré que subir la temperatura.

Antes de poder decir algo al respecto siento su lengua pasar por mi clavícula, una sensación extraña me invade y jadeo involuntariamente, lo escucho reír por lo bajo y llevar sus manos a mis glúteos donde los aprieta y me atrae aún más a él; decido que si James puede divertirse yo también puedo por lo que me atrevo a besar su cuello y llevar mis manos a sus pectorales dónde acaricio lentamente en forma circular, suspira y eso me hace sentir bien, lo disfruta. Desciendo con mis besos hasta su clavícula, justo en el hueco entre su hombro y cuello para dejar un ligero chupetón y seguir mi camino hasta su pecho para pasar mi lengua de la misma forma descarada en la que él lo hizo.

—Pequeña diablilla— su ronca voz en mi oído me produce regocijo.

—Tú comenzaste— digo viéndolo con una sonrisa.

Eleva una ceja, su mano derecha desciende por mi vientre hasta perderse en mi falda y llegar a colarse en mi braga, acaricia mi piel con parsimonia y una muy grande que me deja ansiosa y molesta a la vez, en cuanto sus dedos comienzan a explorar en mi intimidad vuelve a tomar mis labios ejerciendo presión y demanda; puedo escuchar mis gemidos a través de nuestros labios pero no puedo evitarlo, sus hábiles dedos recorren cada parte de mí de una manera increíble, deleitante y apasionada. Me veo a mí misma haciendo presión con mis caderas para llegar a su encuentro, su mano libre se apodera de mi seno izquierdo y juega con mi pezón a través de la tela de mi blusa y juro por Dios que en éste momento desearía no traer ropa.

—¿Bella? ¿Estás aquí?— la voz de Lucy nos hace volver a la realidad.

James se detiene, con sigilo acomoda mi ropa y sólo cuando está todo en perfecto estado – parece que jamás hubiésemos hecho algo – deja de besarme y me señala la dirección de mi amiga, claramente debo irme con ella e inventar una buena y creíble excusa del porqué tarde en contestar pero la verdad es que no quiero, sin embargo la sonrisa socarrona de mi cómplice me deja saber que lo dejaremos para la próxima vez y terminaremos lo que empezamos.




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