Profesor

TREINTA Y UNO

Despierto y el día está totalmente nuboso, la lluvia amenaza con caer y yo debo ir a la escuela.
Me incorporo en la cama, escucho pasos y murmullos cerca de la puerta de mi habitación, de pronto ésta se abre y mis padres y hermano entran con un enorme pastel rosa decorado con merengue y crema blanca sin mencionar la colorida vela que se alza en el medio y sus brillantes y cálidas sonrisas, sólo para mí.
Luke se lanza a mi cama y me abraza con fuerza, mamá llora como la sentimental que es y papá toma fotos con su cámara fotográfica.

—Muy felíz cumpleaños Izzy — me felicita papá sonriendome.

El apodo que solía utilizar cuando Anabella vivía hace eco en mi interior, me quedo estática observando a mi padre, llevaba un año sin llamarme así y la verdad es que me sorprende demasiado y pensé que jamás volvería a decirme así.

—No eres la única que lloraba por las noches por tu hermana, pero tú estás aquí y no es justo que cargues con toda la responsabilidad y consecuencias— dice papá adivinando lo que me sucede.

—Anabella querría que sigas tu vida y seas feliz, eso no te hará mala persona Isabella— mamá es quien habla ahora y yo no puedo evitar dejar caer mis lágrimas.

—Asique deja de llorar ya, saca tus fotos con tu hermana y has que se vean, habla de ella y recuérdala pero sé feliz y ya no te culpes por el accidente — Luke suspira.

—Lo lamento tanto, es sólo que siempre pienso que jamás debí conducir yo en lugar de ella. Si Anny hubiera estado al volante cuando la camioneta nos embistió quizás podría haber manejado mejor la situación que yo— musito dejando salir entre lágrimas todo lo que siento.

—Eso jamás lo sabrás. Quizás todo hubiera terminado igual querida, pero tú te salvaste, tú hermana logro ponerte el cinturón de seguridad a tiempo y por eso estás aquí. — mi madre sonríe a pesar de las  lágrimas que  caen por sus mejillas.—Annabella siempre te cuidó, incluso más que yo. Ella decía que tú harías cosas importantes con tú vida.

Papá enciende la velita, las chispas de colores saltan por doquier, sé que tengo que pedir un deseo y sé también que es hora de empezar de nuevo, de olvidar lo que ha estado matandome por dentro y hacer algo con respecto a mí misma.

"Anny gracias por todo, te prometo que haré que te sientas orgullosa de mi. Te dedico este deseo."

Y así soplo con fuerza, la vela se apaga y mi familia grita y aplaude. El pastel es cortado y llevado a la sala de estar, yo me cambio el pijama rápidamente y llego hasta dónde mi familia me espera y  desayunamos juntos. 
Mi padre me sonríe, me habla animadamente y me hace sentir que la distancia que había entre nosotros se ha esfumado, que nuevamente tengo a mi papá conmigo.
Tomo mi móvil y encuentro mensajes de todos mis amigos y familiares, pero sólo dos de ellos llaman mi atención.

Aidan❤
¡Feliz cumpleaños hermosa! Espero poder festejar a tu lado éste y muchos otros, te mereces lo mejor y quiero ser quién te lo dé. Te quiero.

James.
Feliz cumpleaños Isabella, a pesar de todo sigues siendo una persona especial en mi mundo, o mejor dicho, la única a la que tengo presente todo el tiempo. Te quiero.

Dos mensajes tan distintos y tan iguales a la vez, dos personas que me importan y mucho. La verdad es que siento que mi corazón está dividido entre ellos dos, pero sólo uno debe ganarlo. Y por el bien de todos nosotros no debe ser James. Es un hombre mayor que yo, mi profesor, yo soy su alumna, ¡Esto no puede seguir así! Debí haber pensado mejor las cosas, debí controlar más mis impulsos adolescentes, ¡Malditas hormonas!
Tomo mi mochila, saludo a mi familia y salgo rumbo a la escuela. Aidan se encuentra frente a mi, apoyado en su auto, sonriendome. Me acerco a él y lo beso, siento esas extrañas mariposas en el estómago y sonrío.

Me observa sorprendido, puedo jurar que su boca va a descolocarse en cualquier momento por las emociones.

—¿Recibiste mi mensaje?— pregunta reaccionando al fin y estrechandome.

—El mejor de todos— respondo besándolo aún más.

El camino a la escuela es divertido, escuchamos una canción de Bruno Mars, ambos cantamos a todo pulmón y los demás conductores nos observan como si estuviéramos locos.
Mientras reímos observo que no llevamos puesto los cinturones, la alarma se enciende en mí, no puedo evitarlo y lentamente con mano temblorosa le coloco el suyo y luego el mío.

—¿Sucede algo?— pregunta confundido.

—N-No, sólo es por precaución— respondo sonriendo.

—Soy un excelente conductor— me observa riendo.

—Yo también lo era...— digo desviando la mirada— el problema es que los demás no lo son tanto.

—No nos ocurrirá lo mismo que a tu hermana, tranquila Bella— dice aparcando el auto en la entrada del instituto.

—¿Cómo sabes lo de mi hermana?— pregunto sorprendida, jamás se lo ha dicho a nadie, excepto a James.




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