Profesor

CUARENTA

Llevo dos días dando clase con el pesado de mi hermano a cuestas, desde que habló con Isabella no me ha mencionado palabra y eso me desespera, ¿Qué quiere? ¿Qué está esperando para darme un sermón? ¿Por qué quiero un sermón? Simple, necesito alguna escusa para no pensar en ella.

Estos dos días en el instituto sin ella se han hecho eternos, supuestamente su padre sacó un permiso de ausencia y por ello Isabella no ha asistido a clases. ¿Estará enferma? ¿Le ocurrió algo? No lo sé, no me atrevo a acercarme siquiera a su casa, el chico Hoult parece estar tranquilo por lo que no me preocupo tanto. Aunque luego de cómo terminaron las cosas en el hospital no me sorprendería saber que terminó su relación, no tengo la menor idea del porqué de su pelea pero tampoco es que muera por saberlo. Okey, si muero por saberlo pero no quiero admitirlo frente a ella.

Vuelvo a casa agotado, enojado y sobre todo aburrido, Chuck me recibe con su habitual maullido y ronroneo, dejo su alimento cerca de él y me marcho a mi habitación dispuesto a sumergirme en la bañera y luego en mi cama, estoy cansado. 
Ropa regada en el suelo es lo que veo, una blusa, unos jeans, brasier y bragas. Extraño. Elevo mi vista a la cama, vacía, ¿Qué ocurre aquí? ¿Es alguna especie de broma?
De repente soy consiente de que la ducha está abierta, el agua cae intermitente, me deja saber que alguien se encuentra allí. Camino decidido, apenas entro en el baño el vapor me golpea y me impide ver algo con claridad, un escalofrío me recorre la espalda cuando unas finas manos mojadas me toman por el cuello y me jalan en su dirección.

—Hola guapo— Cassandra me sonríe desnuda y con una sonrisa pícara en el rostro.

—Me has dado un susto de muerte— ruedo los ojos, no es mentira, me esperaba cualquier cosa menos una mujer, menos ella.

¿Esperabas a Isabella?

¡Joder, no! ¡No estoy tan loco!

¿Seguro?

—Lo lamento, necesitaba un baño caliente y tú te has demorado demasiado en volver— ríe.

—¿Cómo entraste?— pregunto quitando sus manos de mi cuerpo.

—Tengo mis métodos— se encoge de hombros.—¿Me harás compañía?

—No estoy de ánimos para eso— suspiro, en realidad quiero dormir.

—Yo te puedo dar los ánimos— relame sus labios arrodillándose ante mí.

Observo como hábilmente quita el cinturón de mi pantalón y lo jala hacia abajo, me regala una mirada coqueta y yo elevo una ceja algo sorprendido. Parece que después de todo si tengo ánimos para ésto, una distracción no me vendrá mal y tal vez, sólo tal vez, pueda quitarme a Isabella de la cabeza por un rato.

La habitación está en total oscuridad, sólo pueden escucharse os gemidos de placer de la muchacha quién aprieta las sábanas blancas de la cama mientras yo le brindo el placer carnal que tanto busca.
Ambos estamos cerca del climax, Cassandra aprieta su agarre en mi cintura, presiona contra mi en cada embestida, es bastante fogosa en la cama y debo admitir que muy buena.

—¡Oh, James!— jadea exhausta.

—Que bien lo haces Bella...—  caigo a un lado de ella y suspiro.

—¿Cómo? — incrédula se apoya en sus antebrazos y me observa, ¿Ahora qué le sucede?.

—¿Qué ocurre?— pregunto sin entender.

—Acabas de llamarme Bella, ¿Qué te sucede?— ríe — Parece que al fin hay alguien que no cae en tus redes.

—No, te equivocas, el que terminó cayendo fuí yo— suspiro resignado.

Me guste o no la idea, al final terminó siendo así. Y no hay vuelta atrás, ¿En qué momento sucedió? No lo sé, comenzó por gustarme su físico, su manera de ignorarme, la forma en la que se negaba rotundamente a recibir una calificación extra, sus gesticulaciones al hablar, la manera en que entendía todos y cada uno de mis trabajos, sus besos, sus caricias, aún cuando con ella sólo tuve sexo del convencional, nada de groserías, ni la obligué a nada ni pensé en hacerle experimentar cosas que no supiera, no, con ella fué distinto desde el comienzo y me encantó desde el inicio. Tan dulce, testaruda, insegura de sí misma, confiada en demasía para con los que la rodeaban... Perfecta a mis ojos, perfecta para mí, perfecta e inalcanzable de la manera en la que ahora la quiero.

—Espera, espera.. Sólo es una alumna, ya vendrán más, muchas más, de todas las edades e incluso extranjeras, ¿Por qué atarte a una como ella? Mientras otras llegan, me tienes a mi.— sonríe coqueta acercándose a mí.

—Te agradezco pero no te quiero a tí, quiero a Isabella — me pongo de pie, localizo mi ropa con la mirada —¿Cómo puedes ofrecerte así? ¿Acaso no aspiras a algo más? Cassandra, ¿Sólo buscas  eso de mí? En cualquier caos, no importa, puedes irte ya.

—¿¡Cómo puedes siquiera pensar en esa mocosa!? ¡Es una niña mimada! ¡Apenas una puerta de dieciocho años!— grita algo furiosa— Yo soy toda una mujer.




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