Profesor

CUARENTA Y UNO


Vuelvo a clases el día lunes por la mañana, me siento mejor, optimista y estoy dispuesta a hablar con Aidan, quiero aclarar las cosas con él de una vez por todas. Extraño su compañía, sus besos – aún cuando fueron pocos–, sus caricias, su todo.
Entro en el instituto y todo sigue igual, compañeros gritando y riendo, profesores atareados, los deportistas coqueteando con las animadoras, rumores sobre Charlotte van y vienen; lo de siempre.
Apresuro el paso, envuelta en mi ensimismamiento choco contra el cuerpo de alguien, más precisamente una chica y ambas caemos al suelo.

—Ten cuidado— suelta tranquila, esa voz.

—Lo lamento Charlotte— susurro ayudándola a levantar sus pertenencias.

—¿Nos conocemos?— me observa algo confundida.

¿Es en serio?

—Somos compañeras en casi todas las clases— musito tomando un examen de cálculo, sacó la mejor de las calificaciones.

—Lo siento, no suelo recordar a todos, sólo a los que me interesa — se encoge de hombros.

—La mejor calificación— le entrego la hoja.

—Si, me costó algunos rumores, todos piensan que me acosté con el profesor Hernández para obtenerla cuando en realidad estudié mucho — ríe — Quiero entrar a Yale por mis méritos.

—Increíble, todos te tildan de zorra, yo me incluyo— susurro lo último.

—Lo soy, me gusta tener sexo, ¿Y qué? Eso no dice cuál es mi coeficiente intelectual o si tengo o no cerebro, probablemente todos piensan que soy una chica rica, hija de papi que consigue todo lamiendo botas u otras cosas.— me sonríe —No es así, soy una mujer que disfruta de la compañía masculina, que se cuida cuando tiene sexo y que se esfuerza al máximo para cumplir sus metas.

—Te he juzgado mal— le sonrío— Te admiro.

—Supongo que las apariencias engañan, pero ten cuidado, así como yo te sorprendí, otras lo harán.— me observa seria —Adiós.

Estoy shockeada, ella tiene razón en todo, resultó ser una persona totalmente distinta a lo que yo creía, igual que Lucy.

Paso por la oficina de maestros ya que esta a sólo cuatro pasos de mi casillero, pero me detengo abruptamente cuando escucho una fuerte discusión provenir de ella, reconozco las voces, me acerco en total silencio y puedo ver a James y a Paul.

—¡Es que estás loco! ¡Totalmente loco! — grita Paul colérico— Todos los esfuerzos que hice al igual que nuestra familia para que pudieras volver a dar clases se irán al infierno por tu insensatez.

—No te he pedido ayuda nunca, es más si puedes largarte de aquí ahora mismo te lo voy a agradecer señor perfecto— James habla con evidente desdén e ironía, típico del menor de los Lombardi.

—Escucha James, es una alumna. Tiene dieciocho años, no puedes acosarla de esa manera.— Paul aconseja más calmado.

—¡No es acoso idiota!— grita mi profesor.

—¡Por el amor de Dios! Si tuvieron algo ya no lo quiere, acéptalo antes de que te denuncie o te descubran— Paul susurra esta vez.

—Púdrete— rueda los ojos.

Me alejo un poco y vuelvo a mi casillero, tomo mis libros y dejo mi abrigo. Rápidamente me marcho de allí, como alma que lleva el diablo entro en el salón ya que no quiero tener nada que ver con lo que oi y menos encontrarme frente a frente con él.
Todos se divierten y ríen, observo los asientos, ya no puedo sentarme con las mellizas, aún cuando Camile no me hizo nada es normal que defienda a su hermana y yo lo acepto. Aidan se encuentra en la parte superior con sus amigos, ríe y prácticamente soy invisible para todos, me doy cuenta lo sola que me he quedado y lo falso que ha sido todo.
James entra detrás de mí y deja sus cosas sobre el escritorio, observa unos momentos a sus alumnos pero no les da importancia hasta que se centra en mi.

—Srta. Isabella—  me sobresalto— Tome asiento, debo comenzar con la clase.

Asiento sin siquiera mirarlo, camino entre los bancos y no tengo otra alternativa más que sentarme al final cerca de la ventana. Para mi suerte Aidan estará a mi lado, me observa unos minutos que parecen horas, escudriñando mi anatomía y luego atiende al​ maestro.

—Srta. Lucy, ¿Qué le sucedió a su ojo y a su nariz?— James luce sorprendido.

—Yo... — balbucea.

—¿Pelea amorosa? Bien, de cualquier manera es un buen gancho el que le dieron. — noto como intenta contener la risa.

Todos ríen por el último comentario, yo sonrío orgullosa, volteo y Aidan me observa incrédulo pero no dice nada, supongo que por mi reacción intuye que ha sido todo por causa mía, ¡Si tan sólo supiera!
Y así transcurre la clase de Literatura, tranquila, sintiendo toda clase de emociones, con varios intercambios de miradas con Aidan y una que otra sonrisa cómplice, tal vez tengo una oportunidad, tal vez no está todo perdido, tal vez y sólo tal vez James ya se dió por vencido.

Cassandra pov.

La clase ha terminado, lo alumnos se han​ retirado y yo sigo aquí viendo a la nada. James me ha confesado que está enamorado de esa mocosa buena para nada, me hierve la sangre de pensar en ello. Aún cuando me ha rechazado de esa manera debo estar en su clase ya que es parte de mi proyecto educativo, debo ayudarle en lo que me pida ya que de él depende una buena parte de la calificación de mi "pasantía", maldición, me consume la ira y los celos. 
¿Por qué esa chica? ¿Qué tiene de especial ella? Yo soy más atractiva y tengo mayor edad, es insípida, sosa, si él estuviera en una relación conmigo no ​tendría problema alguno, ¿Y la cereza del pastel? Connors no lo quiere de la misma forma. Estúpida niña mojigata.
Salgo de mis pensamientos, debo ir a casa pero delante de mí – aún en su asiento – una alumna cubre su ojo inflamado y balbucea cosas sin sentido.




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