Profesor

CUARENTA Y TRES


Me encuentro en mi habitación totalmente a oscuras y sola, desde ayer mi padre me dejó aquí en una especie de castigo cruel luego de que -- al llegar del instituto –lo enfrentara terminara todo peor de lo que estaba y tras una fuerte discusión me diera varias bofetadas. Luke intentó detenerlo pero recibió un par por meterse en asuntos ajenos, mamá comenzó a los gritos y toda la familia terminó peleada por mi culpa.
Aquí estoy, llorando y sin saber qué hacer, no he comido nada en todo el día y planeo seguir así ya que mi estimado se ha cerrado y se niega a recibir alimento alguno. Mi casa se ha sumido en un total silencio, no se oye nada de nada, ni conversaciones, ni ruidos, ni el sonido de la radio, ni los tacones de mi madre, ni la voz de Luke, es como vivir sola o aislada. 
Escucho algunos pasos sobre la puerta de mi alcoba, elevo la cabeza y veo cómo se abre la puerta, papá trae unas maletas en la mano.

—Empaca, vas a irte a casa de tu tía Mariel, en Canadá— no me observa, es como si me despreciara.

—¿Qué?— no puedo creerlo— ¡No!—me pongo de pie.

—¡No me contra digas Isabella!—mi padre luce furioso.

—¡No voy a irme de aquí! ¡No puedes obligarme!— espeto desesperada enfrentándolo.— Ya tengo dieciocho años, puedo tomar mis propias decisiones.

—¡Perfecto!— grita —Quiero que te vayas de ésta casa Isabella.

—¿¡Por qué!?— me acerco —¡¿Por qué me odias tanto padre?!

—Deja de decir estupideces...— intenta hablar pero no voy a dejarlo.

—¡No! — farfullo — ¿Crees que soy tan estúpida que no lo he notado? ¿En verdad crees que no me he dado cuenta de tu preferencia hacia Annabella? Te diré algo, ¡Está muerta! ¡Yo no soy su sustituto y tampoco soy menos que ella!

—¡Claro que no eres ella! ¡No eres ni la cuarta parte de lo que fué tú hermana!— responde —¿Tienes idea de la vergüenza que me provocas? Isabella te has comportado como si fuera una cualquiera, una zorra.

—Si me dejaras explicarte entenderías — musito.

—¿Entender qué?  ¿Que te acostaste con tu maestro de Literatura? ¿Por eso tenías la beca asegurada?— niego rotundamente.

—¡No! Lo que hubo entre James y yo jamás tuvo algo que ver con calificaciones, becas o algo similar— intento explicar lo mejor posible—Yo... Él... ¡Maldición! ¡Llegué a quererlo mucho papá!

—¡No puedes hablar en serio Isabella! ¡Sólo has sido un juego para él! — refuta —¿Qué hay de Aidan? ¿Se lo ocultaste todo?

—Me enamoré de Aidan mucho después de conocer a James, sé que suena loco, pero ya no hay nada entre el profesor y yo— susurro.

—Me das asco, ni siquiera sé si puedo creer en tu palabra, ¿Qué clase de hija tengo?— me observa dolido.

—¡Eres un maldito! ¡Ni siquiera has podido ser un  padre para mí! ¡Eres una farsa!— sollozo intentando contenerme.

—¡Ojalá tu hermana estuviera aquí y no tú!— es lo último que mis oídos captan.

No lo dijo, no puede ser que lo haya dicho. Mi corazón se estruja, me duele el alma y por primera vez siento odio hacia ese hombre al que hace unos minutos pensaba que era mi padre, ¿Cómo puede pensar eso? ¿Acaso ha deseado todo éste tiempo que Anabella estuviera aquí y no yo? ¿Por qué lo dijo? ¿Me odia? ¿Es tal su desprecio hacia mí? ¿Tan poco soy al lado de mi hermana? 
Dios, no puedo hacer otra cosa que oir maravillas de mi hermana, una hermana que está muerta, que no deja de joderme la vida, que hace un año nos dejó y que aún su sombra me acompaña, escucho como la venera y me compara con ella; no puedo soportarlo más.

No quiero soportarlo más.

—¡Cállate!— espeto furiosa y mi mano choca en su mejilla.

Con el rostro del hombre hacia otro lado y mi mando picando por el impacto salgo corriendo de mi habitación, bajo apresuradamente las escaleras y choco con Luke quién me ve sorprendido y extrañado a la vez, lo hago a un lado y salgo de mi casa.

—¡Bella! ¡Bella!— grita mi nombre pero no me importa.

Lo siento Luke.

Corro.

Corro tan rápido como mis piernas me lo permiten, no sé a dónde voy ni cómo pues lo único que necesito es alejarme de todo esto. Necesito huir lejos del caos, necesito gritar, golear algo, romper algo, desquitarme. 
Siento el latir de mi corazón desbocado, como si tuviera un tambor dentro de mi pecho que es golpeado con fuerza, mis piernas envian punzadas de dolor y sensación de calambre; no sé cuánto tiempo llevo corriendo y por primera vez no me importa, por primera vez me siento muy capaz y segura de mí condición por lo que hago a un lado el miedo.

El parque municipal me recibió tranquilo, desolado. Llevo dos horas sentada bajo el manzano principal, la lluvia cae como catarata y yo -empapada- dejo que mis lágrimas se pierdan entre las gotas que el cielo envía para consolarme.




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