Profesor

CUARENTA Y CUATRO

Levanto la vista de mis rodillas, allí está, frente a mí, empapado, con el cabello goteando y pegado a su rostro; su pecho sube y baja agitado y puedo asegurar que ha estado corriendo por horas debido a las sonrosadas mejillas que trae.

Aidan, vino por mí.

Me lanzo a sus brazos y siento como me estrecha contra su cuerpo, me toma en sus brazos y me carga, no sé a dónde vamos y en éstos momentos es lo que menos me preocupa.
En menos de quince minutos estamos en su casa, me encuentro ovillada en su sofá, Aidan seca mi cabello con una toalla suave. No decimos nada. No hay mucho que decir.

—No debiste huir, te buscan en tu casa— dice serio— Luke me ha enviado decenas de mensajes muy preocupado por tí.

Una risa amarga brota de manera automática de mi garganta, no puedo evitarlo, ¿Buscarme? Si, claro. El único que muestra interés en mí bienestar es mi hermano, sólo por él lamento todo ésto, no merece pasar por una situación así.

—¿Cómo supiste dónde estaba?— pregunto poniéndome de pie y comenzando a secar mis brazos.

—No lo sabía, te he buscado por toda la ciudad Isabella— me observa fijamente.

Mi pecho salta de emoción cuando escucho eso, siento que me ha devuelto un poco de felicidad pero luego recuerdo que está enfadado conmigo, que probablemente las cosas no son como las quiero imaginar..

—El día del salón de arte, no pasó nada Aidan — me apresuro a hablar antes de que adivine lo que intento decir.

—No es necesario que me digas nada— suspira.

—Si lo es, quiero que me escuches por favor — jadeo —¡Nada pasó! ¡Nada jamás pasaría con James! No de nuevo.

—La foto... — comienza pero calla repentinamente.

—Sé lo que debe mostrar la fotografía pero cree en mi cuando te digo que no es así, James me besó e intentó chantajearme, dijo que no me daría la beca si no aceptaba ese trabajo extra — suspiro —Lo detuve, le dije que no quería eso, que no quería hacerte daño y que me interesas, rechace su "trabajo"— hago comillas— Y también su beca, no la quiero si la consigo de esa manera, no la quiero si no estás conmigo para celebrar que la conseguí.

El silencio vuelve a reinar, estoy tranquila ya que al menos ahora él sabe la verdad. Deja varias toallas limpias sobre el sofá y se marcha en busca de ropa seca para mi, me entristece el hecho de que no haya dicho nada, de que no pregunte más y que haga como si mi versión de los hechos no le importara, pero al menos se lo dije.   
Me dispongo a quitarme el jean mojado y la blusa, ya no gotean y mi piel está totalmente fría, trato de secar el resto de mi cuerpo lo más rápido que puedo – pues el frío me está matando y comienzo a sentir la piel de gallina– cuando de repente siento unas cálidas manos en mi cintura. Volteo lentamente, Aidan me observa con los labios entre abiertos y ésta vez soy yo quien acorta la distancia y lo besa.
Rodeo su cuello con mis brazos, él refuerza el agarre en mi cintura y me pega a su cuerpo con urgencia, nos besamos lentamente, disfrutando, hace tanto que no sentía contacto alguno con él que pensé que jamás volvería a suceder. Pronto se quita la camiseta, el calor de su piel al contacto con la mía helada crea una sensación deliciosa, exitante y deseo sentirla por todo el cuerpo; acaricia mi espalda de arriba a abajo con sus dedos, lentamente, trazando formas y círculos en ella, enviando descargas por todo mi sistema y haciéndome cosquillas; llega hasta mis glúteos y los aprieta con cariño, sonrío sobre sus labios y en dos segundos me encuentro​ con mis piernas envueltas en su cintura y él caminando hacia la que creo es su habitación.
Me deposita con cuidado en la cama, se quita los pantalones y se acomoda sobre mí, le sonrió, lo atraigo para poder besar sus carnosos labios rosados, acaricio su cabello que aún está húmedo y mis dedos se deslizan por su cuello y clavícula. Aidan juega con mi lengua, saborea mis labios y comienza a dejar un​ largo camino de besos hasta mi pecho dónde lentamente lame haciendo que jadee de sorpresa. No me lo esperaba pero me gusta.

—Eres hermosa — me sonríe y frota nuestras narices.

—Creo que exageras, el hermoso eres tú— ríe.

Beso su cuello y dejo algunas mordidas, escucho como gruñe en respuesta y sus manos acarician mi cuerpo con demanda, baja hasta mi pecho donde deposita algunos besos cortos y me quita el sostén. Atrapa uno de mis senos con su mano y el otro con su boca, no puedo más, arqueo mí espalda en busca de más placer y es que pareciera que fuera un maestro en esto, lame, succiona y besa con tanta parsimonia que siento que voy a volverme loca. Cuando termina con uno sigue con el otro y así pasan los minutos, deslizo mi mano por su abdomen, su cintura y sus caderas, me gusta esa parte de él; me topo con el material de su ropa interior, lo jalo con lentitud y tomo su anatomía con cuidado. Mi mano sube y baja por su miembro, con cuidado y lentitud, no quiero apresurar las cosas.

—Bella... Ya no aguanto— me susurra y yo asiento con la cabeza.

Se remueve entre mis piernas, se acomoda mejor y lentamente entra en mí, suelto un gemido que hasta a mí me sorprende y de manera lenta y tortuosa comienza a moverse, me besa con pasión, con urgencia y demanda; disfruto de él al máximo y no me preocupo en nada más, así es perfecto.
Unas cuantas embestidas más y ambos llegamos al clímax, Aidan me besa acallando mi gemido, lo escucho suspirar satisfecho y sonríe.




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