Profesor Luna

Capitulo 1

Layla Alexander se encontraba tumbada en su pequeña cama individual, cansada después del turno diario en la cafetería, se dedicaba sólo a pensar. Pensaba en cómo algunas personas tienen la fortuna de conocer lo que es tener unos padres maravillosos, que se preocupan por ellos y siempre los apoyan, que son pacientes y cariñosos... Y en cómo otros únicamente conocen la otra cara de la moneda. Ella pertenecía al segundo grupo. Nunca juzgaba a su madre ni la culpaba por tener un mal carácter, más bien, trataba de entender que todo por lo que había pasado le llevó a ser lo que era. Pero, a veces, simplemente le gustaba imaginar cómo serían sus vidas si la historia hubiese transcurrido de una forma distinta.

Suspiró, extenuada. Sus brazos le dolían como cada vez que le tocaba hacer el inventario, pero eso no podía ser una buena excusa para no hacer sus deberes.

Con gran esfuerzo se incorporó en su cama, para luego dirigirse a su pequeño escritorio. Todo en su habitación era de hecho, pequeño.

Encendió su vieja computadora, dispuesta a comenzar con sus clases en línea. Había dejado las escuelas presenciales hace un tiempo. Su madre nunca tenía tiempo para asistir a las reuniones y a Layla le tocaba justificarla con los maestros, combinado con lo poco que le gustaba convivir con sus burlones y abusivos compañeros, lo mal que toleraba recibir miradas de lástima de los otros padres y algunos otros factores; la llevaron a decidirse por hacer su preparatoria en línea. De esa forma, evitó muchas de las cosas que la hacían un poco menos feliz. Además, esa opción era muchísimo más económica que una escuela normal y le dejaba tiempo para trabajar todos los días.

Su vida no era tan sencilla, nunca lo había sido en realidad. Pero trataba de llevar todo lo mejor posible, pues había alguien que la necesitaba.

Sin darse cuenta, su mente estaba en su hermana menor; Lía. Ella era probablemente la persona que Layla más amaba en el mundo. Cuando había visto sus ojos por primera vez y justo en el momento en que sostuvo su pequeño cuerpo y sintió su suave olor a bebé fue como si su vida al fin tuviera sentido y se juró a sí misma cuidarla y protegerla de todo lo malo. Con apenas ocho años, Layla tuvo la certeza de que no quería que su hermanita sufriera nada de lo que ella había pasado. Era sorprendente ver como el instinto maternal había despertado en una niña, pero no en su propia madre, aún con los años previos de experiencia que esta última tenía.

Suspiró y llevó sus manos hasta su teclado, dispuesta a comenzar las largas lecturas nocturnas que eran las responsables de sus recurrentes ojeras. Pero como si de conexión psíquica se tratara, la persona en la que había estado pensando entró en su recámara sin avisar y se sentó en el borde de la cama.

—Lay... —la voz infantil de su hermanita estaba extrañamente apagada, lo cual hizo preocuparse a Layla.

Se dio cuenta de que había olvidado por completo pasar por ella a la casa de su vecina, que continuamente cuidaba de la pequeña. Por un momento se sintió muy culpable. Layla hizo girar su silla con un chirrido, quedando frente a la pequeña, sus intenciones de pedirle disculpas se disiparon en cuanto se dio cuenta que algo más le sucedía. Sus ojos la recorrieron con prisa, buscando la fuente de su malestar. Colocó una mano en su huesudo hombro, mientras sus rodillas chocaban, por el espacio tan reducido.

— ¿Qué va mal, Lía?

La pequeña llevaba la coleta casi deshecha y un semblante pusilánime. Cuando la niña levantó la mirada, encontrándose con la de su preocupada hermana mayor, supo que ella la salvaría de lo que la había estado atormentando todo el día.

—Es que mamá va a enojarse conmigo —susurró con un mohín que provocó ternura en Layla.

Poco a poco Lía fue abriendo el puño de su mano, mostrando su palma en la que había una hoja doblada en cuadrados tan pequeños que parecía a punto de romperse. La mayor la tomó mirando a la pequeña, ahora con un poco de cautela y recelo.

— ¿Otra nota?

Lía asintió y su mirada indefensa desapareció por completo.

—El viejo y odioso profesor Luna es un fastidio, siempre está merodeando —se cruzó de brazos y arrugó la frente.

Layla se entretuvo desdoblando la hoja y rascando su ceja izquierda; signo absoluto de que estaba comenzando a sentir estrés.

—Lía, ya hablamos de eso, no puedes expresarte mal de tus profesores.

La pequeña intentó ocultar la sonrisilla que se le escapó sin ningún aviso, por la que recibió una mirada desaprobatoria de su hermana mayor, cuyos ojos verdes comenzaron a leer con prisa.

Contrario a lo que esperaba; aquella no era sólo una nota de advertencia en la que podía falsificar la firma de su madre. En esa ocasión, se trataba de un citatorio para el día siguiente, escrito a puño y letra por el profesor.

— ¿Y esto porqué fue? —intentó no sonar tan enfadada como realmente estaba, Lía se encogió de hombros.

—Ahí lo dice —sonaba realmente avergonzada.

—Pero platicar en clase no es una buena razón. Lía, no sé qué puedas que hacer para resolver esto, yo no puedo ayudarte —en realidad le costaba mucho decirle aquello, pero ella no encontraba una manera lógica de resolver el problema.

Últimamente la niña había estado comportándose de esa manera. Tal vez era una muestra de rebeldía o una proyección de los problemas de casa, de cualquier forma, era obvio que su profesor se iba a cansar. Aunque Layla sí que lo comenzaba a percibir como un odioso. Es decir, todas las niñas en la edad de Lía suelen querer chismear en medio de la clase, era relativamente normal y no tan relevante como lo hacía parecer. Lía había comenzado a morder sus uñas; manía que había sido alimentada por su ansiedad ante las posibles reacciones de su madre.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.