Los días pasaron con el ritmo de una melodía constante ya conocida para Layla. La calle España y su casa, cuidar de Lía y sus deberes, guardar dinero, cocinar para su hermana y llevar distintos postres a Diane. Días sin que Victoria le dirigiera la palabra, mirarla pasear por la casa como un espectro fantasmal esperando a ser molestado para desquitar un poco de la rabia que cargaba a cuestas como una colección que crecía desde años atrás; todo normal. Todo como siempre. Excepto que recibía mensajes de buenos días de parte de alguien y dormía con una sonrisa cuando el mensaje deseando dulces sueños alumbraba su pantalla. Estaba como en una nube de ternura y engaños que sabía bastante bien; a normalidad, a un poco de ser importante para alguien, un poco de atención. Y eso era algo que Layla no había tenido probablemente nunca y le estaba gustando demasiado el funcionamiento de aquel juego.
— ¿Qué haces? —susurró de pronto Emma, tratando de mirar por encima de su hombro.
Gracias al cielo Layla fue lo suficientemente rápida para apagar el celular antes de que ella pudiera ver el mensaje que acababa de releer por quinta vez, en donde el profesor Luna le deseaba un buen día por segundo día consecutivo.
—Nada...
—Si, claro… —le dio una mirada de sospecha y Layla apenas pudo esconder su sonrisa imprudente.
—¿Es el amigo de Ginna?
—Definitivamente no —quiso reír al recordarlo y sintió una mezcla de vergüenza y arrepentimiento.
—¿Entonces?
—No es nadie Emma —le aseguró, mascullando entre dientes.
—Te conozco y no te había visto así... Digamos que nunca —afirmó su amiga, pasándose las manos por su cabello oscuro.
Layla rodó los ojos, no tenía tanta importancia como Emma le quería dar, así que se encogió de hombros.
—No es nadie relevante en realidad —siseó con ligera molestia.
Su amiga la miraba en espera de más información y en momentos como aquel Layla recordaba por qué prefería no tener amigas íntimas. A veces guardar tus secretos por ti misma es mejor que tener que dar largas explicaciones a cerca de tus acciones. Y con un poco de miedo de lo que su amiga podría opinar, comenzó a contarle.
—La semana pasada conocí al nuevo profesor de Lía, ella dijo que sería viejo y odioso y en realidad es muy joven y apuesto. Al principio me pareció algo antipático y odioso, pero entonces comenzamos a conversar... sobre Lía... obviamente. Y cambié un poquito de opinión, pero sólo un poco —concluyó con lentitud.
Emma la miró como si estuviera loca. Emma era la clase de chica con ideales bien plantados y pocas veces era flexible cuando algo le parecía moral o políticamente incorrecto y no se cortaba a la hora de hacerle saber a Layla que estaba en el camino equivocado. Lo que podía resultarle bastante molesto a una chica como Lay; tan acostumbrada a tomar sus propias decisiones sin importar que terminasen convirtiéndose en errores.
—¿Qué tan joven es él?
—No lo sé, unos treinta... Tal vez.
—¿Treinta? Eso no es para nada joven…. es casi ilegal —la indignación en su voz le habría parecido graciosa de estar en otra situación.
—Debo recordarte que ya tengo dieciocho años… Además, él no sabe mi edad. En realidad... piensa que soy la mamá de Lía y no su hermana.
Los ojos de Emma se abrieron en sorpresa. La historia que estaba escuchando no le parecía real y su amiga parecía una persona que no conocía de nada contándole aquello con tanta tranquilidad, como si de una situación normal se tratara.
— ¿Por qué él piensa eso, Layla?
—Bueno, es una larga historia, pero básicamente él necesitaba hablar con mi mamá porque Lía se portó mal, demasiado mal en la escuela. Y tú sabes que si Victoria se enterase de algo así trataría muy mal a Lía, así que ella me rogó que la cubriera y no pude negarme.
— ¿Y acaso no ha visto tu cara?
—Oye puedo ser una clase de Lily Collins y no aparentar mi edad. Recuerda que tengo el gen 'come años' —dijo con una risilla irónica y un tono sarcástico.
Emma puso los ojos en blanco sonriendo muy a su pesar.
—Por supuesto, Lily Collins… —ironizó, con una mirada evaluadora marcando sus rasgos faciales —. Todo lo que dices es una locura... No está nada bien que un hombre mayor...
—No pasará nada Emma. Sólo es amable. No tienes por qué preocuparte, no soy una tonta —Layla la interrumpió tajantemente con un poco de resentimiento y su amiga siguió mirándola fijamente.
—Pues estabas sonriendo como una al leer lo que sea que te escribió ese señor.
Layla la miró boquiabierta para luego cruzar los brazos sobre su pecho con indignación.
—En primera, no sonreía por la persona si no por la situación que es... graciosa, bueno un poco… Y en segunda; el hecho de que lo llames “señor” vuelve esto algo demasiado turbio y me hace arrepentirme de contarte cosas —escupía las palabras con firmeza, puntuando cada una con las cejas elevadas. Su amiga dejó escapar una risilla, pero mantuvo su expresión dura que denotaba preocupación.
—Layla... eres demasiado joven...
Editado: 07.11.2021