Pasaron un par de días en los que Layla vagó entre la idea de seguir o no con la mentira, pero simplemente no dejaba de responder sus mensajes, ni de pensar en él, No podía evitarlo, estaba arriesgando mucho de sí, pero estaba sintiéndose bien; un poco más animada y feliz de lo que se había sentido en mucho tiempo. Él era como una droga en tamaño real, lo que tenían, lo que sentía, lo que estaba pasando lo era.
Sus días sin ir al trabajo los sentía mucho más ligeros. Lía había estado de buen humor y sorprendentemente Victoria ya había dejado pasar su disgusto por su última 'pelea'.
Layla estaba a mitad de su año escolar; el último de bachillerato y eso la ponía feliz y animada porque cada una de las tareas que entregaba era una menos a la lista y un paso más cerca del final. Y justo ese fina era uno por el que había pasado muchos años esperando.
Se había retrasado un año en la escuela cuando nació su hermana; por múltiples razones que odiaba recordar. Así que había pasado los últimos años soñando con el momento en que recibiera su cédula de fin de curso. Estaba ansiosa porque ese día llegara porque significaba una cosa; al fin podría salir de su laberinto.
Tenía largas conversaciones por medio de mensajes con el profesor de su hermana y de pronto aquel nombre de contacto en su teléfono la ponía incómoda. Evidentemente leer un: 'De: Profesor Luna' seguido de un: 'Deseo verte pronto' quita algo de magia al asunto. Así que lo modifico a sólo: 'Daniel Luna'. Estaba bien. Y si ignoraba el casi insignificante hecho de que él era el maestro de su hermana -como había estado olvidando deliberadamente todo lo que rodeaba su extraña aventura-, entonces seguiría estando bien para ella.
No podía negar que el beso con Daniel había estado ocupando gran parte de sus pensamientos. Se había convencido a sí misma de que en realidad sí era como todos los demás chicos con los que había estado y que la diferencia radicaba en que esta vez estaban tardando demasiado en ir al grano. Los chicos de su edad regularmente buscaban placer físico y para ella estaba bien, sin embargo, el hecho de que ella fuera desinteresada y buscara lo mismo que ellos parecía hacerlos querer más. Eso era lo que ya no estaba tan bien. Supuso entonces que como Daniel era más maduro seguramente no caería en ese extraño hábito.
El miércoles a medio día estaba un poco aburrida, a pesar de disfrutar la libertad de no tener nada pendiente. Es tan difícil adaptarse a una vida ajetreada, pero cuando ya estás dentro es aún más difícil dejar de estar alerta y necesitando acción.
Estaba planeando llamar a Emma cuando un mensaje brilló en su bandeja de entrada.
Daniel Luna 12:25
Lía parece ansiosa porque terminen las clases.
- D. Luna
Tú 12:25
Estamos pasando más tiempo juntas, pedí días libres en mi trabajo.
Daniel Luna 12:26
Eso es genial y que te tomes un tiempo para ti también lo es.
- D. Luna
Tú 12:27
Súper genial.
Además, prometí cocinarle su comida favorita
Daniel Luna 12:27
Ella dice que cocinas muy mal, acabo de preguntarle.
- D. Luna
Tú 12:28
Estás mintiendo!!! Ella amaaaa que le cocine.
Layla sonrió con suficiencia a la pantalla de su celular, tumbada en el sillón individual de su sala.
Daniel Luna 12:29
Vale, no le pregunté... me descubriste.
- D. Luna
Tú 12:30
Estoy casi segura de que no sabes cocinar ni un arroz,
por eso intentas hacerme quedar mal jajaja
Daniel Luna 12:30
Soy muy buen cocinero de hecho. Puedes venir a cenar a mi departamento y comprobarlo.
- D. Luna
Su corazón comenzó a latir deprisa, de alguna manera ella supo que ese podría ser el final. Porque si un hombre te invita a su departamento hay una invitación implícita a su cama. La cosa está en que algunos lo disfrazan mejor que otros. Daniel en definitiva lo hacía la mar de bien, y aquella era una invitación que ella pensaba tomar y aceptar sin dudarlo. Eso pensaba Layla, aunque en realidad él no tenía otras intenciones que cocinarle la cena, charlar con ella y quizá, si tenía suerte, robarle un par de besos.
Tú 12:31
El sábado por la noche.
Sorpréndeme.
Editado: 07.11.2021