Profesor Luna

Capítulo 14

 

—Hola —respondió con voz monótona hacia su teléfono celular.

Miró con desenfado hacia el reloj en su cocina; casi era la hora de llegada de Lía. Y desde que Layla estaba en casa, su hermana llegaba directamente ahí, sin la usual escala en casa de su vecina, Diane.

—¿Por qué no he tenido noticias tuyas? —había evidente reclamo en la voz al otro lado.

—Es horario de trabajo —soltó Lay, ignorando la pregunta mientras pasaba los dedos por su cabello castaño.

—Lo sé…

—¿Y por qué me llamas? —preguntó con tono divertido.

—¿No escuchaste?

—No he hecho gran cosa realmente —emitió con desgano, rindiéndose ante la curiosidad de su amiga.

—No me avisaste que dejarías de venir, tuve que preguntárselo a Connie —dijo Emma al otro lado de la línea y por el tono de su voz Layla pudo imaginar perfectamente el mohín de tristeza que estaría haciendo.

—Lo siento... tuve días bastante estresantes y no tuve otra opción más que pedir unos días... para descansar un poco.

—Ya veo... me habría gustado que me lo dijeras.

—Debí decírtelo —para Layla había algo malo en no haber tenido mejores amigas antes y era que a veces no sabía cómo ser una.

—La próxima vez hazlo.

—Lo haré —su tono de voz mostraba claramente todo lo arrepentida que estaba.

—¿Y cómo va todo?

—Extraño, Victoria pidió días libres en su trabajo…

—¿Lo quiere intentar?

—Así es, pero tengo un mal presentimiento. Ella no ha notado que Lía está creciendo y ahora se da cuenta de muchas cosas más. Cuando se lo dijo no estuvo ni un poco emocionada... No es como antes.

—Entiendo... espero que todo salga bien.

—Yo también... de verdad.

—¿Y de lo otro?

—¿Qué es 'lo otro'? —Layla soltó una risa socarrona a sabiendas de lo que su amiga intentaba averiguar y comenzó a ponerse un poco nerviosa.

—Ya sabes... el maestro, ¿ya acordaron que no les interesa nada serio?

Layla desvío la mirada como si estuviese hablando con su amiga de frente y no a través de un celular. Algo en su interior que últimamente la estaba gobernando la llevo a hacer lo que mejor sabía últimamente: mentir.

—No... más bien se terminó. Creo que ambos nos dimos cuenta de que no estaba funcionando, quizá hasta notó que en realidad soy demasiado joven —una risa salió de su boca, tan natural que nadie habría creído que era completamente falsa.

—Ammm, me parece que fue lo mejor. Tal vez es casado o algo por el estilo…

—No lo es —soltó un poco distraída y en cuanto se dio cuenta de su error añadió: —pero eso ya no importa.

Emma pareció bastante convencida del nuevo giro de su historia y por ahora estaba bien, pronto terminaría y ni siquiera tendría que enterarse que le había mentido.

La puerta se abrió al tiempo que colgaba el teléfono. Lía entró con el cabello despeinado y una sonrisa en el rostro.

—Hola Layla, mira —apuntó a su propia frente donde una pegatina dorada en forma de estrella brillaba —. Me la gané con la maestra de música, dice que me aprendo rápido las canciones.

—Wow, eso es muy bueno hermanita —sonrió con legitima emoción ante el rostro sonrosado de la niña.

— ¿Puede venir Brena?

Layla asintió. Brena era la hija de Diane y ella y su hermana habían pasado tanto tiempo juntas los últimos casi tres años que era de esperarse que se acostumbraran la una a la otra. Tanto, que aquellos pocos días que Layla llevaba en casa, encargándose por completo de su hermana, Brena había estado extrañando a Lía en su casa y era obvio que querría pasar tiempo con ella

Su madre había pasado los dos últimos días siendo amable y tratando de 'cambiar'. Ver la esperanza en sus ojos hacía que Layla se sintiera culpable por no creérselo. Pero luego, por las noches, todas las desastrosas veces anteriores llenaban sus pensamientos y volvía a desconfiar.

Su vida últimamente era así; un constante viene y va, en todos los aspectos salvo la escuela. Pero lo era con su madre, con su amiga y con Daniel que iba entre la idea de dejar de verlo y no poder hacerlo. Se  preguntaba si el hecho de que todas sus relaciones afectivas no fluyeran significaba que de algún modo ella estaba mal, descompuesta o rota, aquello no dejaba su cabeza. Y es que por alguna extraña razón los pensamientos se vuelven locos cuando la cabeza entra en contacto con la almohada.

Su madre aquel día llevó a comer a Lía, Brena y Layla a un restaurante italiano. Victoria sonreía y era optimista, aun cuando la sonrisa no llegaba a los ojos y el optimismo era el disfraz de su alma perdida en busca de redención.

Cuando Victoria buscaba emoción en los ojos de sus hijas, no la encontraba y se planteaba constantemente si habían perdido ese lazo que debería ser indestructible y en caso de ser así, si podría recuperarse.




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