La decepción de esa noche la persiguió durante cada uno de los días que vinieron después, sólo había un lugar en el que podía y quería estar; él.
Y sus mensajes lindos amables no ayudaban tampoco, porque en el hipotético caso de que ella se plantera dejarlo de tajo ni siquiera tendría la posibilidad de hacerlo. Y mucho menos el valor.
Por otro lado, ya habían pasado más de la mitad de sus días libres. Por lo que su regreso al trabajo estaba cada vez más cerca.
Victoria había estado un poco molesta los últimos días. Al parecer el hecho de que Lía hubiese perdido la esperanza en ella le causaba malestar. Layla no podía culpar a su hermana, ella misma había pasado por aquello. Así que sólo le quedaba soportar las miradas iracundas de su madre y el fastidio en los ojos verdes de su hermana menor.
…
Era miércoles y Layla había pasado el día haciendo sus deberes de la escuela y en aquel momento se encontraba en la sala de estar esperando a su hermana.
Cuando Lía entró por la puerta, con los cabellos revueltos y sonriendo hacia ella se sintió feliz. Pasara lo que pasara ellas siempre estarían allí; una para la otra. Existe una magia inexplicable en tener una relación tan cercana con una hermana. Es como si en el mundo tuvieses una mitad incondicional y fueses consciente de ello.
—¿Quieres ir a ver una película al cine? —dijo Victoria desde el marco de su recámara, mirando directamente a Lía.
Últimamente se había estado esforzando demasiado por hacer que su hija menor quisiera pasar tiempo con ella. era como si de alguna manera ya se hubiera dado por vencida con Layla y por eso mismo ponía más empeño en endulzar a la más pequeña.
—No puedo, tengo tarea —soltó la niña con desinterés dirigiéndose a sentarse con su hermana.
Victoria la miró boquiabierta y sorprendió a Layla cuando en lugar de comenzar a reclamar entró en su habitación sin decir una palabra.
—Deberías darle una oportunidad —atinó a decir sin nada de vehemencia, su hermana la miró mientras abría su mochila en busca de algo.
—Ya le di muchas —dijo sin una pizca de duda en su voz infantil.
Layla la miró un poco asustada, a punto de intentar entablar una conversación seria que quedó en el olvido en cuanto su hermanita habló de nuevo.
—El profesor Luna nos dijo que casi se había casado —soltó de la nada, como si ese fuera el tema más interesante y novedoso de conversación.
Layla sintió su respiración pesada. Miró a la niña frente a ella, sus ojos eran los mismos y muchas de sus facciones también. Ella ya sabía un poco sobre aquello que su hermana había mencionado, pero tal vez Lía sabría algo más. Estaba definitivamente mal que Layla sacara información de su hermana, pero había hecho cosas peores así que asintió con sintético desinterés y lo hizo.
—Vaya... ¿Y por qué les dijo eso? —su lengua se sentía pastosa. Como si el veneno de la maldad anunciara su escandalosa llegada.
—Pues porque Orson el cotilla le preguntó si tenía novia porque a su mamá le gusta y quería saber si tenía una posibilidad —soltó la niña con naturalidad.
Lay pasó saliva, intentando no dejar que los celos entraran a su sistema, porque no había motivo para sentirlos. Y se sentía algo tonta de solo pensarlo.
—Ya... ¿Y qué dijo él?
—Que estaba conociendo a alguien, pero no nos quiso decir quién. Aunque Brena dice que su maestra está enamorada de él y toman el descanso juntos.
Al inicio de su respuesta sintió un cosquilleo de felicidad, pero al terminar de escuchar a Lía aquello se borró. Por su bienestar mental debía dejar de intentar saber más, porque, aunque intentara ignorarlo, se estaba dando cuenta que quizá estaba más involucrada de lo que quería aceptar.
—Bueno, ¿Y por qué no quieres ir al cine? —decidió cambiar abruptamente de tema.
—También nos dijo que le gustaba esta ciudad, aunque fuera pequeña y que estaba pensando en quedarse aquí más de lo que había planeado —continuó Lía, ignorando la pregunta de su hermana.
—Lía... —la advertencia quedó suspendida.
La pequeña la miró y rodó los ojos, como si la chica a su lado estuviese ignorando algo obvio. Era bastante evidente que no quería hablar del tema, tampoco deseaba pensar en su madre y el hueco en su pecho que le dejaba cada vez que la decepcionaba. Lía podía no tener una edad de dos cifras, pero tenía la experiencia suficiente para saber cuando algo le dolía tanto como para evitar que pasara de nuevo.
—Tú nunca entiendes nada, Layla —le dijo con tristeza y reproche antes de levantarse y dirigirse a su recamara, dejándola atrás.
En su casa últimamente parecía ser la que siempre se quedaba atrás. Y aunque eso le daba un poco de paz, no terminaba de sentirse cómoda, aun cuando siempre había deseado dejar de tener tantas responsabilidades.
Todo continuó un poco normal. Ella respondió los mensajes de Luna como siempre hacía, sólo que aquella imagen que Lía había introducido en sus pensamientos sobre él con una maestra de su escuela no dejaba de perseguirla. Sumado al hecho de que no había pasado nada más en su cena, nada de lo que ella había querido y lo que habría dado por terminado aquello. Todo esto hacía que Layla se sintiera hecha un lío. Se preguntaba si en caso de que él comenzaba a gustarle más de lo debido no sería lo mejor dejarlo libre y fuera de su mentira. Esa era la mejor opción; hacerle caso a Emma, hacerle caso a lo que está bien. Pero no era lo que quería, simplemente no podía. Y tampoco deseaba hacerlo.
Editado: 07.11.2021